La Navidad, esa fiesta hortera

La Navidad es la fiesta hortera por antonomasia. Una suma de tópicos y rituales -muchos de importación- de obligado cumplimiento año tras año. El «pistoletazo» lo da El Corte Inglés con la iluminación y, a partir de ahí, se suceden de forma puntual y globalizada todos los actos que integran la agenda navideña. El día de la lotería, cuando hay que gastarse los cuartos «por si acaso», la compra e ingesta salvaje de productos típicos, los empachos, los juguetes y regalos que casi nunca son del agrado de quien los recibe, los cotillones, las borracheras, la familia con la que uno no se habla más que en estas fechas tan señaladas, las tarjetas que envías con la frase del año anterior, el mensaje del Rey (que sólo quiere oír el abuelo), el concierto de Navidad desde Viena que es demasiado matinal tras sufrir una resaca de alcohol y familia, el pino cada año más caro y desmochado, el Belén con las figuras decapitadas, las luces que siempre hacen saltar los plomos, otra Barby a añadir a las 200 que tiene la niña, el marisco envenado y carisisisisísimo, la misma cabalgata de corcho blanco, el rey negro que hace llorar a los niños, las galas de las televisiones que se repiten varios días con los cómicos de hace tres lustros y el top de películas - ¡Qué bello es vivir!, Mary Poppins y alguna de Santa Claus no fallan-. En fin, feliz Navidad; y, para ser originales, próspero año nuevo...