El emotivo lenguaje de las lágrimas
La novedosa rama médica de la dacriología desvela que hay tres tipos de lágrimas y que el llanto es una forma de reclamar ayuda, un caudaloso grito que estos días llega desde Sri Lanka
Cuentan los sevillanos que cuando la Macarena regresa a Triana tras el recorrido de la madrugá del Viernes Santo tiene ojeras de tanto llorar la muerte de su Hijo. El llanto es casi un arte, aunque en este caso sólo sea el efecto del humo de las velas el causante de las ojeras formadas alrededor de las lágrimas de diamante que adornan la imagen de la Macarena. Perlas, y no diamantes, son las que puso Zorrilla en los ojos de Doña Inés para ser elogiadas por Don Juan: «Y esas dos líquidas perlas / que se desprenden tranquilas / de tus radiantes pupilas / convidándome a berberlas...». Las lágrimas, presentes en toda vida humana, han dado lugar a una novedosa rama de la oftalmología, la dacriología, que refuta esa creencia de que nacemos llorando: «El niño al nacer sólo tiene lacrimación basal; la lacrimación refleja se inicia a los 15 ó 30 días de nacer; por ello si se roza el ojo de un niño a la semana de nacer grita y patalea, pero no derrama lágrimas». Esto sostiene el doctor Juan Murube del Castillo, catedrático de oftalmología, pionero en el estudio de las lágrimas, y uno de los organizadores del congreso internacional de dacriología que se celebrará en Madrid a comienzos del próximo mes de abril. Murube puntualiza que siempre ha practicado «toda la oftalmología y sólo he podido dedicar a la lágrima mi tiempo libre». Debió ser bastante porque es todo un experto que detalla hasta la composición química: «98% de agua, un 1% o algo más de sales y un 1% o algo menos de proteínas y glicoproteínas». ¿Y son amargas? Explica que el concepto de amargo «se basó en el sabor de la hiel y no está unívocamente definido por lo que algunos lo pueden aplicar a la lágrima». Pero, «el sabor que predomina en las lágrimas es el salado, pues tiene aproximadamente un 1% de cloruro sódico». Además «la lágrima es bastante neutra, con un pH aproximado de 7,4, es decir, ligeramente alcalino». Otro aspecto que detalla es que las lágrimas son de tres clases: basales -muy escasas, contínuas y que sirven para mantener en la córnea una película lacrimal de 10 micras de espesor-, reflejas -más abundantes, desencadenadas por un estímulo nervioso, generalmente iniciado en el trigénimo, a veces respondiendo a la presencia de un cuerpo extraño, una sensación de sequedad o el ácido de una cebolla- y emocionales, las que surgen en el área límbica cerebral y sirven «para comunicar a los demás nuestro estado de ánimo», explica Murube. Estas últimas son las más difíciles de explicar por parte de los científicos: Darwin sugirió que surgen al apretar los ojos, al gemir, se comprimen las glándulas lacrimales; Freud pensó que era la catarsis de una tensión nerviosa que se derivaba hacia las glándulas lacrimales y las estimulaba; «Montagu propuso que sirve para humedecer la garganta; Retana que para eliminar substancias sanguíneas indeseadas; nosotros propusimos que es una expresión facial más para expresar una situación anímica de sufrimiento y, por tanto, de petición de ayuda». Pero todo esto es pura teoría. Concepción Arenal escribió: «El llanto es a veces el modo de expresar las cosas que no pueden decirse con palabras» que, en el caso de los deportistas «si pierde, puede ser un llanto de petición de ayuda y si gana un llanto de solidaridad con su afición, con su nación o, tal vez, consigo mismo», dice Murube. El cínico llanto del cocodrilo Por el momento, sólo está comprobado que lloran los seres humanos. Este experto dispone de informaciones sobre el llanto de algunos animales y así «se ha citado que se ha visto derramar lágrimas emocionales a algún perro de compañía, una llama andina, algún elefante... Nunca se ha podido confirmar ni repetir». En cuanto a las «lágrimas de cocodrilo», Murube relata: «En el siglo XIII, Bartolomeu Angelicus escribió que cuando el cocodrilo encuentra a un hombre a la orilla del agua lo mata, si puede, después llora sobre él y, finalmente lo devora». De ahí nació la expresión de «lágrimas de cocodrilo», aquellas derramadas hipócritamente por quien hizo el daño. De todos modos, «hasta hace siglo y medio no se aclaró que la razón no es psicógena, sino de pura fisiología digestiva: el cocodrilo produce poca saliva, por lo que llora para que las lágrimas pasen a la cavidad orofaríngea y le sirvan para lubricar y deglutir el bolo alimenticio», explica Murube; sobre esta cuestión lanza un reto: «Leo en muchos sitios que Aristóteles y Plinio el Viejo ya hablaron de las lágrimas de cocodrilo; creo haberlos revisado íntegros y no encuentro tales referencias. Si algún lector supiese algo al respecto le agradecería que me informarse de ello. (murubejuan@terra.es)».