Crónica de una noche de tango
|||| Llegan con sus sandalias y sus faldas, se sientan a una mesa y se ponen los zapatos de tacón para cuando empiece la «milonga»... Domingo por la noche, Rosalía, mi prima, de sorprendente parecido con Mariana, mi hermana, me invitó al sitio donde trabaja: una «milonga», que, para los que no lo sepan, es una especie de discoteca donde se baila sólo tango. Lo primero que me sorprendió fue la calidad de bailarines que hay, de más está decirlo ya que yo no se ni un solo paso. «...Muñeca de trapo...», diez parejas moviéndose por el salón sin más descanso que los 10 segundos entre tema y tema. Las mujeres (minas) más guapas se quedan sentadas a la espera de algún experto bailarín que las invite a una pieza. «...Todas son de papel...». Qué sensual se ve, que poco beben y cómo se va caldeando el ambiente. Un hombre de unos 40 años con su niña de 6 recorren la pista con gran profesionalidad y mucha gracia, más que muchos. Yo, miro solamente, aunque también tomo nota. «...Muchacho, que no sabés el encanto de haber derramado un llanto sobre un pecho de mujer...». Rosalía, 22 años, toma clases de baile desde hace un tiempo, tiene una gran pasión por el tango... Se festejan dos cumpleaños, dos chicos. Salen a la pista con sus parejas y a medida que avanza el tema van dejando a una mujer para seguir bailando con otra que se lo solicita a modo de homenaje. El hombre «guía» y la mujer «se deja llevar», qué fuerza y pasión se nota en esta pista, las parejas se empujan, se aceptan, se desean y se niegan a la vez; esta debe ser la base de la histeria argentina!. El arrastre de los pies sobre el mosaico del suelo, suena como la descompresión del aire, un soplido. Pero si hay veinte personas bailando, son veinte los soplidos, si a eso le sumamos que la música suena en mono y con malísima calidad, el resultado no es otro que el hartazgo. «...Y me marché dejando atrás la maldición sobre los dos...». Siento la cabeza algo aturdida, quizás sea el no poder compartir todo esto que veo con nadie y no los dos litros de cerveza que llevo en el cuerpo. Faldas; las hay de todo tipo, las minis, con picos delante y detrás para generar una ilusión de vuelo de pájaro alrededor de la cintura; hasta la rodilla, dejando ver sólo la mitad...; largas hasta los tobillos, increíblemente sexys porque llevan una raja a cada lado que llega hasta la mismísima cintura... dejando ver, o no, esa exquisita carne argentina de la que tantas veces hablé. Los tipos, los hay guapos y los hay que no, pero de verdad, ninguno está vestido para la ocasión, al menos comparándolos con las chicas. Aunque pensándolo bien, eso pasa siempre, ¿no? ¡He aquí el motivo de por qué las mujeres tardan tanto en prepararse para salir!. Otra cosa sorprendente es cómo se mueven, tanto ellos como ellas. Los tipos son más rígidos, más duros. En cambio ellas... ellas se mueven como el mar, suave, sensual y rítmicamente precioso. Lo que me hizo pensar: quizás sea yo, pero la mayoría de las mujeres con las que me he acostado, no se mueven ni parecido, ¿no será una cuestión de apariencias? Hay trucos en este baile de machos, por parte de la mujer, para evitar que el tipo se le eche encima. Por ejemplo: las posición de los brazos, el derecho de ellas es el que hace fuerza contra el derecho del hombre, pero el izquierdo... se apoya el antebrazo en el hombro de él dejando la mano suela, revoloteando sobre su espalda, libre para terminar de abrazar o para tirar de la camisa hacia atrás si fuera necesario. Piazzola hace aparición, con sus temas ciclotímicos, siendo precedido por los candombes. Las frentes o las sienes pegadas, todo gira y no se separan. Suena un tango electrónico, ¡cómo se ponen los bailarines! más eufóricos que nunca, hasta yo me muevo en mi plácida silla mientras escribo, quizás esto sí sea culpa del tercer litro. ¡Pum, pum, purumpumú! ¡Si seguimos así se tranforma enuna fiesta house! No, de eso nada, volvimos al candombe, un par de temas y otra vez Carlitos Gardel. Esto podría ser una noche de milonga para cualquiera que no sepa bailar, pero sin duda alguna para los que están en la pista es muy distinto. ¡Quiero aprender a bailar! «...De aquella marioneta que baila sin cesar...».