Cerrar

Louis Chevrolet, un relojero en Detroit

Cuna de la industria relojera suiza... y también de uno de los grandes nombres del automóvil. Un pequeño enclave en plenas montañas del Jura, La Chaux-de-Fond, registró un día de Navidad de 1878 el nacimiento de Louis Chevrolet, cuyo apellido d

Publicado por
JAVIER FERNÁNDEZ | texto
León

Creado:

Actualizado:

El segundo de los primeros cinco hijos de la familia Chevrolet (Alfred, Louis, Fanny, Berthe y Arthur) se convertiría en una especie de revulsivo para que, sólo un año después de su nacimiento, la familia Chevrolet se trasladase a Beaune (Francia) donde seguiría la familia... después de Marthe -la tercera niña- aparecería en escena Gaston (1892) el último de los siete hijos del matrimonio encabezado por Joseph. Como en todas las historias de pioneros, también la de Louis contempla pinceladas de leyenda. Mientras el cabeza de familia, Joseph, se ganaba la vida como relojero, haciendo honor a su origen, Louis decidía encaminar sus pasos hacia la mecánica... máquinas de trasvasar vino, trabajos en una empresa de transportes (Roblin), constructor de bicicletas (Frontenac) y hasta un puesto de responsabilidad en la fábrica de automóviles de Dion. Aunque la leyenda comenzaría a forjarse en la primavera de 1896 -o 1897, que los datos no siempre coinciden- cuando Louis Chevrolet fuera reclamado por un afamado taller para reparar el coche de un huésped alojado en el Hotel de la Poste. Aquel coche, que causó sensación en su época, pertenecía al multimillonario americano Vanderbilt. Anidaría así un doble amor en el corazón de Louis: hacia el coche y hacia la emigración a los Estados Unidos, señuelo y espejo de quienes, por entonces, tenían puestas sus ilusiones en la consecución de elevadas metas industriales. Antes de la emigración americana, y también en Beaune, Louis había descubierto otra de sus grandes pasiones: pilotar coches, un gusanillo que comenzó a despertarse cuando el quinceañero Louis competía, y ganaba, en carreras de bicicletas por las colinas próximas a Beaune. Sería precisamente su bicicleta «Gladiator» la causante de que Louis viajase a París, a principios del año 1899, donde conseguiría trabajo en el taller de coches Darracq (el mismo fabricante de las bicicletas «Gladiator») y donde aprendería los fundamentos -y mucho más- de los motores de combustión interna. Incluso se dice que pudo trabajar para De Dion-Bouton, Hotchkiss o Mors... aunque sólo una cosa es auténticamente cierta: Louis era ya presa del «virus del automóvil». Así que, con el dinero ganado en París y tras labrarse una sólida reputación como mecánico y piloto de carreras, Louis emprenderá su particular aventura americana, desembarcando primero en Canadá (trabajó como chofer y mecánico en Montreal) para acabar dando el salto a Nueva York. Grandes éxitos... y serios accidentes Su primer trabajo en Nueva York sería en un taller de mecánico dirigido por William Walter, un compatriota suyo, suizo de Biel, emigrado a Brooklyn. En 1901, la marca americana De Dion-Bouton lo contrata como piloto, aunque su primer gran triunfo deportivo, y su primera portada, los conseguiría Louis en 1905, al volante de un Fiat, venciendo, en su primer intento, en la entonces famosa prueba de las «Tres Millas» y alzándose también con el récord mundial de velocidad en recorrido de una milla a 109,7 Km/h. de media. La victoria volvería a repetirse al año siguiente, consiguiendo recortar otro segundo a su personal récord mundial, a la vez que marcaba también récord mundial en la distancia de 68 millas. En 1906, Louis entraría en Walter Christie para ayudar en el diseño de un nuevo coche de carreras de tracción delantera (algo inusual para la época) y animado por un motor V8 Darracq. Consecuencia: un nuevo récord mundial a 191,5 Km/h. Aquello no era más que el principio. Por entonces, Arthur y Gaston seguirían los pasos de su ya famoso hermano en el mundillo de las carreras, consiguiendo que hubiese tres Chevrolet en la línea de salida de las más famosas competiciones; aunque, en la mayoría de las carreras, seguiría siendo Louis el héroe, lo que acabaría valiéndole el apodo de «osado diablo francés». Durante la primeras décadas del XX, Louis competiría en multitud de ocasiones pilotando un Buick, un Cornelian y, sobre todo, un Frontenac diseñado por él mismo. En 1916, Gaston y Louis se presentaban en las 500 Millas de Indianápolis al volante de sendos Frontenac, aunque ninguno de los dos conseguiría terminar. Tras el paréntesis de la Gran Guerra, las competiciones retomarían su ritmo en 1919 y, tras algunos accidentes serios en Indianápolis, los hermanos Chevrolet se las ingeniarían para seguir compitiendo llegando incluso a marcar algunos interesantes registros: séptimo Louis y décimo Gaston. El año siguiente (1920) sería el del desembarco en toda regla de los hermanos Chevrolet en Indianápolis: siete Frontenac (cuatro de ellos bajo el nombre Monroe) tomaban la salida en el óvalo del estado de Indiana... para terminar convirtiéndose en una amarga experiencia. Louis Chevrolet, siempre con aplicaciones vanguardistas, decidiría en el último momento montar unas nuevas bielas de dirección fabricadas en vanadio. Lamentablemente, el vanadio no es muy resistente. Uno tras otro, los coches abandonan por avería mecánica, algunos con espectaculares salidas de pista. Eso sí, Gaston salvaría el honor de la familia cruzando vencedor bajo la ajedrezada, a una media de 141 Km/h. Con ser una de sus grandes pasiones, las carreras acabarían por hacer mella en los hermanos Chevrolet. Tras una serie de accidentes sufridos entre 1905 y 1920, que llevarían a Louis a tres años de estancia en diversos hospitales, su hermano Gaston se mataría, un fatídico 25 de noviembre de 1920, durante una carrera en Beverley Hills (Los Ángeles). El precio de la pasión había sido tan alto, que Louis nunca más volvería a correr. De mecánico... para su propia marca Claro que, antes de eso, y durante sus participaciones como piloto de Buick, los caminos de Louis Chevrolet y William C. Durant -el fundador de General Motors- se cruzarían en varias ocasiones. «Billy» Durant se percataba de la enorme habilidad de Louis y, a renglón seguido, se uniría a él en la fundación (noviembre de 1911) de la «Chevrolet Motor Car Company» cuyo primer modelo, el Classic Six, saldría de la fábrica de Detroit a comienzos de 1912. Si bien Louis Chevrolet siempre había soñado con fabricar coches de gran calidad, las ideas productivas de Durant marchaban por otros derroteros: los «people¿s car», coches sencillos y lo más baratos posible. En el punto de mira del pragmático «Billy» se encontraba el popularísimo Ford T, primer coche del mundo fabricado en serie y cuyas ventas se contaban, ya entonces, por millares. Estaba claro, también desde el principio, que la bohemia de Louis chocaría frontalmente con el pragmatismo de «Billy»... y el choque se produjo: en 1913 -no podía ser otro el año- Louis tira la toalla, tras esgrimir reiteradamente su inexcusable intención de fabricar coches de altura y no los «pequeños» que pretendía su socio. Eso sí, antes del «portazo»... Louis dejaría impronta de su apellido. Así que, mientras la marca Chevrolet se desarrollaba rápidamente en las plantas productivas de Durant, Louis volvía a su pasión de siempre: fabricar coches capaces de ganar en las carreras. Un propósito del que nacería (1914) la «Frontenac Motor Corporation», cuyo primer automóvil resultaría ser un revolucionario coche fabricado en aluminio y que alardeaba de montar, por ejemplo, bloqueo del diferencial trasero. A pesar de una complicada situación económica -tal parece el sino de la romántica bohemia- los novedosos desarrollos de Louis Chevrolet se plasmarían en la «Stutz Motorcar Co.», que acabaría por convertirse en el centro de atención de la industria automovilística americana de los años 20. Pero Louis quería continuar con el diseño. En 1926, junto con su hermano Arthur, comenzaría a desarrollar un motor para aviones en la empresa «Chevrolair 333», fundada por ellos y que quebraría cuando ambos hermanos discutieron sobre el futuro de la misma. Lejos de rendirse a las evidencias, Louis establecería en Indianápolis la «Chevrolet Air Car Company»... forzada a cerrar durante la crisis económica. El canto del cisne, su hazaña final, lo firmaría Louis en 1932 con un motor radial de 10 cilindros para el solicitó una patente. Aunque, como tantas veces en las historias de los «incombustibles», para cuando esta llegó, el 10 de febrero de 1935... Louis ya no tenía fuerzas para levantar de nuevo la compañía. Él, que tanto había luchado siempre por sus ideas... acabó como al principio: de mecánico en la planta de producción que «su» Chevrolet tenía en Detroit. En 1934, el mismo año en el que moría su hijo Charles de 27, Louis cayó enfermo y, tras sufrir una embolia, fallecería a los 63 años en su casa de Lakewood, al este de Detroit. Alfred, su segundo hijo, vivió en Detroit hasta 1971 y murió a los 59 años. Louis Chevrolet, dejó tras de sí la estela de millones de coches con su apellido... encuadrados en el gigante de la General Motors. Ahí queda su impronta, su romántica bohemia, su firma... la de un pionero irreductible.

Cargando contenidos...