«Es el momento de dar el relevo a otro»
Subtítulo 18 puntos 2 3 líneasQuis, orae desimul erumentu mor audam habem nonstro caucid re, unum la L. Cupim
Fermín Carnero (Gijón, 1938) se retira del sindicalismo activo en otoño, en el cuarto congreso regional de UGT que se celebra en León los días 4, 5 y 6 de octubre, precisamente en la tierra donde se forjó como dirigente obrero, en plena transición política a la democracia. Fue secretario provincial durante dieciocho años, desde 1979, y cumple dos mandatos al frente de la tan difícil de ensamblar organización regional, tras su elección en 1997. No tiene intención de escribir sus memorias, aunque dice que le sobran anécdotas para llenar un libro, pero sí se tiene un plan de jubilación: La Fundación 27 marzo, auspiciada desde la Unión General de Trabajadores de Castilla y León en el congreso celebrado en Salamanca el 27 de marzo de 1998. Fermín Carnero ya es presidente de esta fundación, que celebró su puesta de largo con el 25 aniversario de la Constitución y este año abrirá su sede en Valderas, en la Casa del Pueblo que construyeron los obreros de la comarca durante la II República. «Presentaré mi decisión irrevocable de no continuar porque otro mandato más sería colocarme en unas edades que no considero pertinentes», declara en esta entrevista. Por otra parte, añade, «la organización en este momento está muy bien, tranquila, funcionando extraordinariamente bien». Su sucesión, como él mismo apunta, se encuentra dentro del equipo actual, y aunque no lo dice en el debate interno pugnan dos aspirantes: Mariano Carranza y Agustín Prieto, secretarios de Acción Sindical y Organización respectivamente. Su reto es lograr que ambos vayan en una sola lista. «Hay un equipo de dirección del sindicato extraordinario y asumido por todas las organizaciones, que por lo tanto permite una transición sin ningún problema, no hay una situación convulsa y es el mejor momento para dar el relevo», reconoce Carnero. 1397058884 Se va por la puerta grande, sin marcharse. Supongo que eso es una gran satisfacción para usted. -Es la mejor forma de irse, propiciando un congreso tranquilo donde lo importante sean las ideas o el proyecto de quien en los próximos cuatro años acceda a la secretaría general y presidir una fundación cultural en el entorno propiciado desde la UGT. Para algo valdrán los conocimientos que tengo de la organización y sobre todo los contactos institucionales que a lo largo de tantos años he conseguido. Es un valor añadido a la propia fundación y, para mí, un trabajo mucho más relajado y mucho más tranquilo que permite pasar de una actividad tan brutal como la que estoy desarrollando todo el día en el coche, a no hacer nada, que yo creo que es el problema de gente que se retira de un trabajo muy estresante a la inactividad. -¿Cómo empezó en el sindicalismo? -Estaba en Asturias y me captaron en un centro juvenil al que acudía en la calle Cabrales de Gijón. Fue un cura obrero de la Hoac (Hermandades Obreras de Acción Católica). Aquello fue un paréntesis de la edad juvenil, pero al casarme y empezar a trabajar empezaron los problemas más reales. Trabajé en unos hornos de metal en Gijón coincidiendo con unas huelgas incipientes, pero luego me decidí a venir a trabajar a Boñar a unos lavaderos de carbón. Estuve dos años y me presenté a unas oposiciones en Telefónica. Al poco tiempo se inició ese período de clandestinidad y transición. Nos contactó un histórico que estaba exiliado en Francia para crear el sindicato de la UGT de Teléfonos en León. Apenas diez compañeros creamos el sindicato en 1976. Yo decía muchas veces en plan de broma que si un cartero entraba a llevar una carta a UGT (estuvimos en varios locales hasta que alquilamos uno más grande en Lancia) le nombrábamos secretario general porque lo que queríamos era conseguir cuadros. En el 79, ya me nombraron secretario provincial. Luego, en el 97 es cuando me incorporo a la Unión de Castilla y León. -En casi treinta años el paisaje sindical ha cambiado mucho, de la confrontación a la negociación, a veces de mucho dinero, con los gobiernos. -Aquella confrontación tan brutal de los primeros años era fruto del cambio total de estructuras, de un sistema opresor a un sistema de democracia. Además había que modificar sectores improductivos. Recordamos la travesía aquella del gobierno socialista del 82 donde sólo se apoyó en la UGT para hacer transformaciones muy importantes en la siderurgia y el sector naval. Hasta que se fue aposentando creó un montón de huelgas y de conflictos. No era lo mismo una negociación colectiva cuando hablábamos de inflaciones del 18-20% de un año para otro, a conseguir entre todos que la inflación esté en unos términos discretos, donde los salarios con la aplicación de cláusulas de revisión permiten mantener poder adquisitivo. La conflictividad en sectores que eran muy conflictivos, por otro lado, se ha disminuido mucho porque las soluciones de salida a los conflictos se hacen de otra manera. Muchos de los trabajadores de esos sectores se van con prejubilaciones económicamente muy aceptables que permite darles una salida digna. Esas prejubilaciones están amortiguando la conflictividad: los trabajadores no se quedan en la calle sin nada, en una sociedad que tampoco la construimos sólo los sindicatos. Ante la globalización económica no tenemos capacidad muchas veces de una lucha permanente. Tenemos que ir a explosiones muy bien controladas para no desgastarnos. Los trabajadores no pueden estar todos los años en huelga por un convenio colectivo, porque entonces lo que ganamos por un lado lo perdemos por otro. Vamos cuando se juega algo muy importante, como en la huelga del metal que hubo en León hace año y pico. Nos jugábamos la cláusula de revisión, algo que es muy importante. -Pero cada vez hay más trabajadores sin convenio y atrapados en un mercado laboral precario. -El Gobierno de Zapatero se ha comprometido a hacer una ley de extensión de los convenios, es decir, allí donde no se sea capaz de crear una patronal se puede pedir la extensión de convenios de otras comunidades autónomas. Eso va a solucionar muchos problemas. También es exigible que los propios trabajadores tomen conciencia de que quedar sin ningún paraguas protectos los va a alejar de aquellos otros sectores que son capaces de negociar sus condiciones laborales. Por tanto, también hago una llamada a los trabajadores de que utilicen la herramienta lógica, que son los sindicatos, máxime en una comunidad donde el 94% de las empresas son pymes, pequeñas, muy pequeñas empresas, donde el trabajador queda aislado. -¿Hay un cierto adocenamiento y burocratización de los sindicatos en el momento actual? -Los que dicen eso suelen ser personas que nunca han estado en un sindicato. En segundo lugar, al principio se nos acusaba de prehistóricos y voluntaristas porque el sindicalista era de tajo y de barricada. La sociedad ha cambiado tanto que lo que se nos exigía era que fuésemos capaces de asesorar a los trabajadores (abogados, economistas, etc.). En eso el sindicato no ha perdido, ha perdido. Los sindicalistas seguimos siendo los sindicalistas y los equipos técnicos trabajan para defender la óptica del sindicalista. Eso no es burocratizarse. Yo estoy completamente convencido de que el sindicato en este momento no es que se haya burocratizado, sigue siendo deficitario en soporte técnico. Nuestras asesorías están saturadas, necesitamos más; tenemos 45 técnicos en las Opeas asesorando a los parados y necesitamos más, tenemos once técnicos de asesoramiento a inmigrantes. Tenemos agentes de igualdad... Eso es afrontar nuevas realidades sindicales que aparecen. Las críticas siempre vienen de fuera. Los gobiernos quieren sindicatos pequeños y cabreados y hay que ver que son la parte interior de un sándwich, por un lado los empresarios te oprimen porque les molestas y los trabajadores dicen que no haces nada. Estamos en el medio de dos presiones.