Y en las carreras...
|||| TEl Ponton, aquel redondeado 180D y 190D «diesel rápido» que escribió algunas de las más nutridas páginas comerciales de Mercedes en la década de los cincuenta, tampoco le hizo ascos a las carreras. En 1955 ganaría la categoría diesel en las Mille Miglia, con Retter y Larcher; el mismo año en el que Stirling Moss, el «campeón sin corona», batiría todos los registros de la mítica prueba italiana al volante del 300 SLR «número 722» (casi un F-1 de los ganadores del Mundial del 54), copilotado por Denis Jenkinson el inventor de las notas de rally... en un rollo de papel higiénico, a 157 Km/h. de media y con puntas de hasta 270 por hora... superando incluso al avión que, a poco más de un centenar de metros de altura, filmaba la carrera. Moss se había permitido incluso el lujo de doblar al 300 SLR de los hermanos Hermann, otro de los equipos oficiales de Mercedes, en el Col de la Futa, uno de los lugares claves de las Mille Miglia, mientras el «adelantamiento aeronáutico» se producía después de Bolonia. Fangio, con el 300 SLR «658» (los números en la Mille eran los tres dígitos de la hora y minutos de salida de cada participante) marcaba doblete para Mercedes, por delante del Ferrari de Maglioli. La participación de la estrella plateada se redondeaba con las tres primeras posiciones en categoría Gran Turismo de otros tantos 300 SL «Alas de Gaviota» pilotados por Fitch, Gendebien y Casella. Es verdad que, contempladas desde los actuales prismas, las prestaciones del 190D resultan más bien modestas: 1.9 litros de cilindrada y 50 CV conseguían acelerar al Ponton hasta los 126 por hora... suficientes para que, al hilo de aquellas legendarias Mille Miglia del 55, el diesel firmara otros éxitos deportivos. Al volante de un 190D, Karl Kling (aquel piloto alemán que usaba chinchonera de ciclista) ganaba en 1959 el Rally Argel-Ciudad del Cabo que, a lo largo de 14.045 kilómetros, discurría por el continente africano atravesando terrenos muy difíciles. A pesar de la arena y el polvo, del desierto y la sabana, Kling marca el formidable promedio de 80,6 Km/h. Toda una hazaña en la época.