Diario de León

El palomar de Crémer

El veterano poeta y periodista Victoriano Crémer escribe cuarenta poemas que ilustra, en un «joya» para coleccionistas, el artista Ramón Villa. «El palomar del sordo. Poesía en llamas» se presenta el próximo jueves en la Feria del Libro

NORBERTO

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VERÓNICA VIÑAS | texto
León

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«la pintura es poesía muda y la poesía, pintura ciega». ¿Y si se dibujan las palabras? Victoriano Crémer entregó hace un año cuarenta poemas a su amigo Ramón Villa. Era un viejo sueño, una de esas promesas que quedan en el aire. El artista se dejó seducir desde el primer momento por la poesía más descarnada y desnuda del veterano poeta. Ahora sólo faltan cuatro días para que salga a la luz El palomar del sordo. Poesía en llamas. El título es un guiño de Crémer a esa pequeña buhardilla en la que suele esperar a las musas, aunque este joven de 97 años no las oiga llegar con nitidez. Villa dice que le brotaron las emociones en cada dibujo. Sólo tuvo que poner color a las palabras, textura a los sentimientos y forma a los silencios. El resultado es una «joya» que aparecerá en edición limitada de 200 ejemplares, que se entregarán artesanalmente, uno a uno, a cada comprador -debidamente certificados, firmados y acreditados-. El pintor afincado en Villamondrín no escatimó medios. El mejor papel, el mejor diseñador, el mejor impresor... De alguna manera, hay un homenaje muto y callado de dos artistas que, tras una amistad inquebrantable de años, se profesan una profunda admiración. Puede que, en ensencia, Crémer sea antes que nada un pintor de emociones y Villa, un poeta en abstracción. No en vano, Crémer es uno de los mejores críticos de arte y Villa ha publicado varios libros; este es el cuarto en colaboración con un poeta -ha trabajado anteriormente con los urugayos Richard Durant y Ramiro Guzmán y el leonés Adolfo Alonso Ares-. «Estoy muy triste». Es la explicación que ofrece Crémer a unos versos trágicos, en los que anuncia que «he dicho y escrito todo aquello que me pareció obligado en conciencia publicar y explicar... Es el momento de dejarlo». Quien conozca al autor de Tendiendo el vuelo, Tacto sonoro, Caminos de mi sangre o Libro de Caín , sabe que Crémer jamás se jubilará de la literatura. Escribir, para él, es vivir. Tan sólo se trata de las reflexiones de alguien que huye de la autocomplacencia, de un hombre que no se da cuartel. Porque Crémer es de esa clase de escritores que se «engancha» con una idea, que se entusiasma con cualquier proyecto, que escribe reiventando la propia escritura. Pura música. Mucho ritmo. Más color. Difíciles ejercicios de alguien que lo ha probado casi todo en la literatura: de la poesía al ensayo, del teatro a la novela. Crítico de arte, de cine... ¿Hay algún tema que al maestro no le seduzca? Basta lanzarle el reto. «Sensaciones en la memoria» Así define Villa los grabados que «abrigan» los poemas de Crémer. Una obra en la que el artista recupera el color, se entrega a él con efusión y convierte su expresionismo, en ocasiones reducido al esquematismo puro, en un alarde de «figuración». Es como si Villa reinventara a Villa y Crémer a Crémer. Podrían no haber firmado el libro y las ilustraciones pero seguirían siendo ellos, inevitablemente. El volumen se dará a conocer en el marco de la feria que se inauguró el pasado viernes. El acto de presentación tendrá lugar a las ocho de la tarde del jueves en el antiguo consistorio. En mayo -del 12 al 19- la galería Lancia mostrará el libro y los casi 40 grabados originales. Para el otoño se anuncia ya la aparición de una edición facsímil y, sobre todo, más asequible: 30 euros frente a los 600 que costará la obra «original» y «limitadísima». La obra, que aparece dividida en cuatro capítulos, se presenta en una espléndida «caja» diseñada para un libro de gran formato. El libro ya ha despertado el interés de muchos editores y, está previsto presentarla en varias ciudades españolas, de Portugal, Italia, Francia y Uruguay, donde el próximo mes de septiembre Villa ingresará en la Academia de las Letras y las Artes. El diseño del libro ha corrido a cargo del ilustrador leonés Javier Sahagún y los dibujos han sido tratados en el taller de grabadores de José Sevillano -que habitualmente trabaja con los mejores artistas del país-. La encuadernación es obra del salmantino Antonio Sánchez, quien ya había trabajado con Villa en sus anteriores libros - El libro de la pesca, El libro del vino y el Libro de las cocinas de España -. Hay una profunda «complicidad» entre los dos autores. Y ello a pesar de que cada uno ha trabajado por separado. Pero la «comunión» entre dibujo y verso existe. Funciona. Aquí la pintura no es poesía muda y la poesía no es pintura ciega. Es la hora Luego, Me arranco los ojos, porque les sea posible Comienzo a morir llorando como lloran las piedras de los muertos, como el mar, como el cielo, como el hombre que soy llorando, siempre llorando.

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