En el corazón de Airbus
El A380, capaz de transportar 800 pasajeros, es obra del consorcio EADS, en el que participan Alemania, España, Francia y Gran Bretaña. El proyecto responde a la imperiosa y urgente necesidad de rentabilizar al máximo rutas aéreas y aeropuertos
La pregunta está en boca de miles de ciudadanos: ¿Hace falta construir aviones tan grandes? Y los expertos responden con un rotundo sí. ¿Por qué? «Durante los próximos dos decenios el tráfico aéreo aumentará un 5% anual -razona Maggie Bergsma, portavoz de Airbus-; es decir, en el 2025 se habrán triplicado el movimiento actual de pasajeros y el volumen de mercancías. De modo que existe riesgo real de que los espacios aéreos y aeropuertos de Europa, Norteamérica y Extremo Oriente queden colapsados», concluye. A bote pronto, cabe pensar que el problema se solventaría construyendo más aeródromos y ampliando los actuales. «Sería una solución parcial -advierte Fernando Alonso, ingeniero aeronáutico y responsable de ensayos de Airbus-; y lo que es más importante, por sí sola es inútil. Hay que ampliar y construir aeropuertos -admite Alonso-, pero sobre todo es imprescindible operar con aviones de mayor capacidad». Limitaciones aeroportuarias La mayoría de las instalaciones aeroportuarias de Alemania, Bélgica, Canadá, China, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Holanda, India, Italia y Japón no admiten ampliaciones, casi siempre debido a la proximidad de zonas urbanas; circunstancia esta que, por ende, encarece en proporciones desorbitadas los proyectos. Y a ese condicionante se suman las cada vez más estrictas e inevitables limitaciones legales, tanto para proteger a las personas (por ejemplo, frente a la polución acústica) como a la naturaleza. Resumiendo las tesis de quienes han estudiado el asunto con detalle, Bergsma y Alonso explican que «un Boeing 747 transporta 500 personas, más del doble que los modelos de uso habitual, y nuestro A380 puede desplazar el triple de pasajeros. De manera que en lugar de tres aeronaves sólo vuela una, lo que libera rutas aéreas y, además, sólo se producen un despegue y un aterrizaje, en lugar de tres y tres, al tiempo que se optimiza la utilización de las estaciones aeroportuarias». Husos horarios A las limitaciones físicas, legales y presupuestarias se suma el factor tiempo. Una de las utilidades fundamentales de los superaviones consiste en cubrir rutas regulares de largo recorrido, o intercontinentales; por ejemplo, Londres-Singapur, Nueva York-Tokio, Los Ángeles-Shangai... Lo que obliga a tener en cuenta husos horarios y, por tanto, medir al minuto despegues y aterrizajes a fin de que un vuelo entre Extremo Oriente y Europa ofrezca horarios racionales, de modo que los pasajeros que embarcan en Tokio no tengan que acceder al avión a las tres de la madrugada (hora japonesa) para llegar a París a la una de la madrugada (hora europea). En ocasiones y pese a la utilización de superaviones, esa circunstancia es inevitable, bien al partir o bien al arribar, pues los medios disponibles actualmente no dan para más. Además, ese problema se agrava día a día porque la clientela de las compañías aumenta año tras año, de modo que el número de aviones en vuelo se incrementa, los aeropuertos se quedan pequeños y las posibilidades de ampliar las instalaciones y abrir nuevas rutas aéreas son relativas (el espacio aéreo es limitado). ¿Qué hacer?: Fabricar aviones más grandes.