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Donde el Bierzo ya es Cabrera

Objetivo: Las Médulas y el valle del río Cabrera, extremo suroccidental del viejo Reino. En el camino, leyendas, paisajes y buen manduque. Es hora de coger la mochila

ANA F. BARREDO

Publicado por
VICENTE DEL BARRIO | texto
León

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Vamos a ver Las Médulas, un paisaje de Marte en León; una obra de ladrones en El Bierzo; la única cosa que tenemos en esta increíble provincia que es patrimonio de la humanidad (junto con el Camino de Santiago). Olé!!! Cosa seria. Nadie que se precie de ser de aquí debe morir sin verlo. Debería ser una asignatura obligatoria en las escuelas. Desde la capital leonesa vamos hasta Astorga y después de tomar café en la plaza del Ayuntamiento o frente al Palacio Episcopal, obra de Gaudí, cogemos la carretera de siempre, la molona, la que per secula seculorum une la meseta y el jardín del Bierzo, la carretera de Foncebadón en la que encontramos la Cruz de Ferro, bordeando el norte de la Maragatería. Llegamos a las puertas del Bierzo en Manjarín, seguimos por Labor de Rey, Carracedo de Compludo, Compludo y Palacios de Compludo, dejando para otro día la visita a estos inolvidables parajes.. Riego de Ambrós, y por fin Molinaseca, parada de caminantes, sitio bonito, inmensamente bonito que te recibe con una ermita blanca. A su lado, el río da el frescor necesario para volver a tener quince años y bañarte desnudo en sus aguas. En Molina, pueblo largo como semana sin pan, con dos calles donde encontramos sus «chigres», los buenos y también los mejores, con sus cartas de postín y sus vinos de señorío; sin embargo yo que para esto, como para otras cosas, soy tradicionalista, me acojo a la hospitalidad de Casa Ramón, donde el tiempo me ha dado la razón de pensar que posee una de las mejores cocinas al norte del Duero y antes de entrar en Galicia. Salimos de Molina camino de Ponferrada pero evitándola, y cogiendo la carretera de Dehesas para llegar a la antigua carretera que nos enfila hasta las tierras galaicas. Priaranza, Santalla, Villaviejas donde se encuentran las ruinas del castillo de Cornatel, en la loma que da entrada al pueblo, sobre un precipicio acongojante, lugar donde Gil y Carrasco sitúa la derrota de los cabreirenses a manos (seguro que también a cuchillo y espada) de uno de los Señores de Bembibre, sin que sepamos qué tenía el tal señor en contra de éstos. Llegamos a Carucedo a la vera del lago que lleva su nombre y que presume de clima propia, apto para los mediterráneos olivos y de los que encontramos tantos como para tener molino olivarero en la antigüedad, cuyos vestigios se encuentran enterrados en estos parajes y su ubicación ha sido olvidada por los habitantes de esta tierra. Madroños y majestuosos castaños nos dan sombra en el camino hacia las Médulas y Orellán, puertas de entrada. Desde Médulas hacia las cuevas vemos la tierra vitalista y abstracta quebrada por los esclavos para mayor boato de sus amos romanos, desde Orellán se ve el circo de la mina desde arriba sintiéndonos en Marte sin ir más lejos. Describir estos paisajes es misión harto difícil, hay que verlo y patearlo; pasear por este capricho de la naturaleza fabricado por las manos de los hombres, saqueo y codicia de una potencia invasora en una provincia olvidada y perdida en el extrarradio de un imperio guerrero. Para comer y completar la excursión histórica seguimos hasta puente de Domingo Flórez, tierra de romanos contemporáneos, y antes de llegar a este lugar dirigimos nuestros pasos a Yeres, Castroquilame, Robledo de Sobrecastro hasta llegar a Pombriego. Aquí si conseguimos llegar en primavera veremos con todas sus flores al «árbol del amor» al lado de la iglesia. En uno de su especie se suicidó Iscariote, aquel Judas que vendió por unas monedas a Jesús. También los romanos estaban implicados en esto. Comemos en Pombriego, en Casa Pepín, lo que nos den; todo bueno, todo de casa, todo como en casa. El Bierzo en cualquier época, Pombriego en primavera y... cuidado con los romanos.