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Los científicos investigan el poder descontaminante de las plantas

Basándose en su capacidad de extraer agua, minerales y nutrientes del suelo, las investigaciones se centran en la posibilidad de convertir este poder absorbente para limpiar suelos y acuíferos contaminados. Así, los girasoles asimilan cesio y e

Publicado por
Y. C. ÁLVAREZ | texto
León

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Desde la antigüedad, las plantas han estado ligadas a la vida de la humanidad. Para muchas culturas, especies como el abedul, el haya o el roble han sido consideradas como sagradas, mientras que las flores han tenido un carácter simbólico y una forma de expresar sentimientos. Cuando se habla de los beneficios de las plantas la idea suele asociarse con su capacidad para absorber dióxido de carbono y producir oxígeno. Además, especies tan comunes en muchos hogares como espatifilo y filodendron son capaces de limpiar el aire de sustancias contaminantes como benceno, formaldehídos, CO 2 o cloroetileno presentes en los gases y humos. Otras, especialmente las que tienen pinchos o púas, pueden absorber las radiaciones electromagnéticas emitidas por las pantallas de ordenador o de televisión. En la actualidad, y basándose en la capacidad de los vegetales de extraer agua, minerales y nutrientes del suelo, las investigaciones se centran en la posibilidad de convertir ese poder absorbente en una herramienta barata para limpiar suelos y acuíferos contaminados. De esta forma, las raíces de ciertas especies pueden descomponer y fijar metales nocivos en sus hojas, que posteriormente serían recicladas o desechadas. Los girasoles asimilan cesio y estroncio, los tréboles fijan petróleo, los helechos, arsénico, las hierbas alpinas zinc, y los álamos destruyen disolventes de limpieza en seco. Para tratar el agua contaminada ya se están empleando marismas artificiales en las que se plantan juncos que atraen microorganismos que la purifican. Primeros resultados Una de las primeras pruebas realizadas para comprobar el poder de las plantas como absorbentes de sustancias radiactivas y metales pesados fue realizada en 1995 por el profesor Raskin de la Universidad de Rutgers. En la investigación se utilizaron girasoles creciendo sobre balsas de poliestireno con las raíces colgando en el agua de una laguna próxima a la central nuclear de Chernobyl contaminada con estroncio 90, cesio 137 y otras sustancias radiactivas liberadas tras el desastre nuclear de 1986. En pocos días, las tupidas raíces de los girasoles acumularon concentraciones de estroncio y cesio varios miles de veces más altas que las presentes en el agua de la charca. El próximo objetivo es la manipulación genética. En este sentido, ya se han cultivado álamos amarillos con un gen procedente de una bacteria que transforma una forma tóxica de mercurio en otra menos nociva. Además, se ha logrado introducir en plantas de tabaco un gen de una enzima de hígado de mamífero que degrada gran cantidad de elementos químicos orgánicos tóxicos. El siguiente paso será insertar el citado gen en especies vegetales más grandes para que extraigan mayor cantidad de contaminantes. Para tratar de paliar el problema que supone la presencia de minas antipersonal (unos 100 millones enterradas en campos de más de 75 países), un equipo de científicos daneses ha manipulado genéticamente una pequeña planta herbácea que es capaz de cambiar de color (del verde al rojo) cuando sus raíces detectan el dióxido de nitrógeno que emiten los explosivos enterrados. En los ensayos realizados en invernadero se ha podido comprobar que la planta delata la presencia de ínfimas cantidades de explosivos, adquiriendo el tono rojo que sirve de alerta. Los ensayos fuera del laboratorio se realizan en campos de Bosnia, pequeños y controlados.

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