Seat León, coupé de cinco puertas... transmisión de sensaciones
Diseño y deportividad. Trazos de coupé en una carrocería de cinco puertas. Cuidado interiorismo y comportamiento dinámico extremadamente prestacional. Seat lanza un órdago al segmento medio con la segunda generación del León, cuya tarifa arranc
El nuevo León transmite... deportividad por los cuatro costados y unas condiciones dinámicas que para sí quisieran algunos de los considerados «deportivos-deportivos». Con esta segunda generación de uno de sus modelos de referencia, Seat lanza al mercado el tercer modelo de su renovada gama, que se inició con el Altea, siguió con el Toledo y se redondea ahora con un coche de inspiración coupé -por lo estilizado de sus trazos- y que, entre otras cosas, enmascara tanto las manillas de las puertas traseras que -casi- cuesta encontrarlas. La firma de Walter de Silva está bien presente. No parecía fácil superar las sensaciones que el fabricante había logrado transmitir con la primera generación de un modelo, el León, que ha acabado por convertirse en referencia de segmento, de uno de los escalones más competidos -y competitivos- del panorama comercial español y europeo. Tal parece que esa teórica dificultad haya sido -¿fácilmente?- superada por el fabricante: el nuevo León entre por ojos, enamora a primera vista... y no defrauda en sus «maneras» dinámicas. Aún más, tal parece que Seat haya logrado su particular cuadratura del círculo: el León es un modelo totalmente nuevo, trufado de elementos y soluciones... ya conocidas aunque, tan bien puestas al día, que parece gozar de una tecnología nunca vista. La caja DSG, por ejemplo, resulta tan impecable en sus planteamientos como lo fuera el primer día. Otro tanto cabría apuntar de la manual de 6 marchas y no digamos del turbodiesel de 140 caballos; por no hablar del culto que el fabricante rinde a la inyección directa de gasolina con el 2.0 FSI de 150 caballos y que, antes de que finalice el año, tendrá su oportuna réplica en el TFSI de 185 caballos. Así, el diseño y la puesta a punto del nuevo León, son los dos elementos -nada desdeñables- de los que realmente puede presumir Seat, lo demás, ya se sabe, cuestión de «sinergias de grupo»; bueno, nada que objetar, más bien al contrario. Ahora, como sucedió con la primera generación del León, a «batirse el cobre» hasta conseguir situarse por encima de sus primos-hermanos en aceptación por parte de una, sin duda, «entregada» clientela que, también sin duda, puede volver a encontrar aquí el coche de sus sueños. Ya se ha dicho, y no hay empacho en repetirlo, la firma de Walter de Silva, creador del Altea y del Toledo, vuelve a ponerse claramente de manifiesto en los camuflados tiradores de las puertas traseras, en las ampulosas tomas de aire frontales, en una parrilla cada vez más Seat (la «S» cada vez campa más por sus respetos), traslúcidas carcasas de policarbonato para las ópticas delanteras, que se adentran en «lágrima» hacia el frontal y las aletas delanteras. La zaga es otra de las bazas estéticas que juega nuestro protagonista. La «burbuja» que ya se viera en el Altea, se estiliza y perfecciona aquí mucho más, con una luneta que se perfecciona en sus trazos y en su visibilidad zaguera, una «S» que también sirve como tirador de apertura para la tapa del maletero y con unos conjuntos ópticos ciertamente logrados. La consecuencia es un coche bien bonito. El puesto de conducción, y la generalidad de sus demás plazas, gozan de una cuidada ergonomía, que se traduce en una postura de conducción que puede calificarse de excelente, con unos asientos que sujetan muy bien y a los que, por poner, sólo cabría ponerles el «pero « de una banqueta -quizá- un pelín corta, aunque el amplio abanico de posibilidades de reglaje acaba por superar tal circunstancia. El volante de tres radios está en la línea de grosor y comodidad habituales del fabricante y los mandos caen perfectamente a la mano, por mucho que el diseño, excesivamente cuadrangular de las palancas, pueda parecer incómodo en los primeros momentos de toma de contacto. Dónde sí que el León juega sus mejores bazas es en un intachable comportamiento dinámico: el coche vira plano, muy homogéneo, y con una velocidad de paso por curva envidiable. Consecuencia: disfrute asegurado. Cuatro acabados y cuatro motorizaciones, gasolina y diesel dos a dos, conforman la oferta de lanzamiento del nuevo León: 1.6 (102 CV) y 2.0 FSI inyección directa (150 CV) en el apartado de gasolina, mientras los turbodiesel vienen dados por el 1.9 TDI (105 CV) y el 2.0 TDI (140 CV). Las dos motorizaciones menos potentes están unidas a un cambio manual de 5 velocidades, en tanto que las dos más potentes se unen al cambio manual de 6 marchas y, opcionalmente, al Tiptronic y al DSG secuencial también de seis relaciones. Además de la unión al impecable cambio DSG, ya conocido y reputado en otras realizaciones de la marca, una de las perlas de la nueva gama León es el TDI de 140 caballos con caja manual de 6 marchas. Todo un «TDI-GTI» capaz de codearse con muchos gasolina potenciados, capaz de mostrar maneras de auténtico deportivo por, entre otras cosas, un bastidor que permite cambios de apoyo sin apenas balanceos (por geometrías y tarados de suspensión) y abordar los trazados de curvas enlazadas con una elogiable eficacia por lo neutro de un comportamiento que hace olvidar el subviraje (ahora mucho menos perceptible) de la anterior generación del León. Por precisión, el engranado de las marchas es tan rápido como estanco; los frenos cumple perfectamente con su cometido y el guiado de la dirección permite inscribir el morro sin mayores problemas. Eso, sin que el motor se muestre especialmente ávido (5,6 litros de media) lo que no deja de ser un bondad añadida, como también lo es su respuesta desde los regímenes bajos. Dentro de unos meses este motor dispondrá de filtro de partículas. Por cierto, un detalle añadido: la posición de reposo de los limpiaparabrisas, en vertical y escondidos en los laterales del parabrisas, permite una excelente visión y, lo mejor, propicia una amplia superficie de barrido. Curiosamente, los responsables de la marca española no han querido pronunciarse sobre las expectativas de ventas para el nuevo León, limitándose a manifestar que pretenden «estar en los niveles de la anterior generación» y que «el viejo León seguirá en catálogo hasta que los usuarios lo demanden», bueno... En suma, que el León acabará -si no lo es ya- por convertirse en todo un icono para Seat, que permite disfrutar con su depurado comportamiento dinámico, tacto general de conducción y paso por curvas, además de ofrecerse con unas tarifas contenidas. Seat sigue confiando en su conocido «Chasis Ágil», que el fabricante optimiza en esta segunda generación del León con un nuevo subchasis delantero de aluminio en sustitución del anterior de chapa, mientras en el tren posterior se abandona el eje torsional (semiindependiente) a favor de un eje multibrazo. La dirección inteligente electromecánica EPS (Electrical Power Steering) es otra de las innovaciones. Su asistencia se modula en función de la velocidad del coche y del ángulo de giro del volante, incluso se dispone de dos desmultiplicaciones distintas, una para la versión de motor 1.6 y otra, más directa, para el resto de las motorizaciones, aunque la guinda de la aplicación del novedoso sistema direccional viene dada por lo que el fabricante denomina un «sistema de recomendación». Cuando el control de estabilidad ESP detecta una acusada tarascada , por inestabilidad de sobreviraje (deslizamiento del tren delantero), la electrónica manda una señal a la centralita de la dirección para que su motor eléctrico realice automáticamente el oportuno contravolante. El conductor percibe esta sensación como una mera «recomendación» de la dirección para que gire el volante a fin de estabilizar el vehículo. Una «recomendación» apenas perceptible sobre asfalto seco, de forma que la mayor eficacia del sistema se manifiesta en condiciones de adherencia precaria o incluso de grados diferentes de adherencia a ambos lados del coche, seco y mojado, por ejemplo. ??