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El inesperado giro hacia Castilla y León

Es el hecho más oscuro y controvertido de la historia reciente leonesa. En marzo de 1980, cuando la mayoría de los partidos se mostraban a favor de la autonomía uniprovincial, la situación se volcó repentinamente en pro de la unión con Castilla

DL/ARCHIVO

Publicado por
DAVID MARTÍNEZALBERTO FLECHA | texto
León

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A principios de 1980 la situación autonómica parecía estar clara entre los partidos mayoritarios leoneses. Como ya hemos señalado en entregas anteriores, tanto el PSOE -a través de su diputado provincial Baldomero Lozano- como la UCD (en declaraciones del propio Rodolfo Martín Villa) se acercaban claramente a la uniprovincialidad. Por su parte, el PCE y CD se mantenían en sus planteamientos iniciales, éstos a favor de León sólo y de Castilla y León los comunistas. En esos momentos, por tanto, la probabilidad de que la provincia de León se constituyese en comunidad autónoma era ciertamente alta pero, de repente, algo cambió entre socialistas y ucedistas produciéndose un giro radical que les llevó a apoyar al ente castellano-leonés. El PSOE, por su parte, el 15 de noviembre de 1979, había celebrado un Congreso extraordinario en el que se había rechazado la opción uniprovincial por el apoyo de los grupos de la derecha a esta postura, y así, acordaron iniciar negociaciones con las provincias limítrofes para lograr la entrada en otro proyecto. La única posibilidad que quedaba era con Castilla, pues Asturias ya tenía definido su ámbito geográfico, y Zamora y Salamanca ya se habían incluido en el ente castellano. Finalmente, el 29 de marzo de 1980, la Federación Socialista Leonesa, con 452 votos a favor y 153 en contra, decidió apoyar la integración en Castilla y León al mismo tiempo que reivindicaba su capitalidad para León. En cuanto a la UCD, los integrantes del Comité Ejecutivo Provincial y del Consejo Político de este partido político se reunieron en Astorga el mismo día 29 de marzo de 1980 con el propósito de adoptar una postura definitiva. Los partidarios de Castilla y León fueron 56, hubo seis votos en contra y ocho abstenciones. Entre las razones que esgrimía la formación centrista estaba la de que León, como autonomía uniprovincial, podía mostrar una cierta debilidad y que, por tanto, era necesario que se uniera a otras provincias para constituir una comunidad robusta. Asimismo, decidieron recomendar al resto de cargos políticos provinciales el apoyo a esta iniciativa, no en vano la ratificación tenía que ser realizada por un importante número de ayuntamientos y la mayor parte estaban controlados por este partido político. Las «razones de Estado» Las causas por las que se produjo un giro tan drástico en los grupos políticos mayoritarios de León son apenas conocidas; sin embargo, se pueden intuir algunas. En cuanto al ámbito provincial, es obvio que a pesar de los apoyos al uniprovincialismo o del trabajo de los miembros del GAL, los políticos elegidos en León no habían redactado un texto autonómico que colmase las expectativas populares por la autonomía. Por lo que respecta a la problemática estatal, en aquellos momentos se produjo un intento de reorganizar los espacios autonómicos para evitar un excesivo surgimiento de autonomías uniprovinciales que entonces se consideraban inviables. Además, la UCD y el PSOE, una vez aprobada la constitución, asumían como su principal tarea la estabilización del sistema autonómico aunque se encontrasen con dificultades como las que surgieron en País Vasco, Cataluña. En definitiva, ésta fue la línea argumental que se escondía bajo las famosas «razones de Estado» de Martín Villa. El acontecimiento que marcó un punto de no retorno tuvo lugar el 30 de marzo de 1980. En ese momento se reunieron en la Diputación la Comisión de Autonomías creada por esta institución y los partidos representados en ella: PCE, CD, PSOE y UCD, para enterrar a León en la actual comunidad. Los dos últimos partidos habían decidido su apoyo a este ente el día anterior.