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La democracia también es el sistema de gobierno de los animales

Una investigación demuestra que un grupo social en el que todos los miembros toman parte en las decisiones está mejor equipado para sobrevivir que los grupos dominados por un individuo, aunque sea el miembro más experto del grupo

Publicado por
A. Alvarez | texto
León

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El lenguaje de los animales sigue siendo un misterio para nosotros. Cuando un ciervo está parado o una abeja vuela alrededor de unas flores, para la mayoría no están haciendo nada más que estirar las piernas o diciendo a sus congéneres donde están las flores más dulces. Pero nada más lejos de la realidad pues, por extraño que parezca, están votando con sus compañeros sobre si trasladarse a otro lugar a pastar o buscar flores con más néctar. Es decir, literalmente están votando con su cuerpo. Parece ser que la mayoría de los animales salvajes son verdaderos modelos de corrección política, que toman habitualmente sus decisiones en común. Todo se decide según reglas democráticas que se siguen estrictamente. Este dato extraordinario procede de un sorprendente estudio publicado en la prestigiosa revista Nature . Los doctores Larrissa Conradt y Tim Roper, del departamento de Biología de la universidad inglesa de Sussex, han desarrollado un modelo que les sirva de base para saber cómo toman las decisiones los grupos no humanos. Por otro lado, el estudio va a servir para proponer nuevos métodos de investigar cómo toman sus decisiones las personas. Tal y como explica el especialista Michael Boyd, se trata de un trabajo muy meticuloso que sugiere que un grupo social en el que todos los miembros toman parte en las decisiones, está mejor equipado para sobrevivir que los grupos dominados por un individuo, aunque sea el miembro más experto del grupo. «Nuestro modelo parece indicar que en los animales son más corrientes las decisiones democráticas, pues resultan más beneficiosas que las despóticas en la mayoría de las circunstancias», se explica en el artículo. «Aunque el déspota sea el miembro más experto del grupo, los otros miembros sólo aceptarán su decisión cuando el tamaño del grupo sea pequeño y la diferencia de información sea grande». Es difícil imaginar cómo toman los animales decisiones democráticas sin capacidad para votar y contar los votos. A pesar de esa falta de facultades, se apañan admirablemente con el lenguaje de su cuerpo, el movimiento y sus emisiones guturales. Decisiones consensuadas En cualquier caso, tomar decisiones democráticamente no requiere un comportamiento especial ni una capacidad mental superiores. Este proceso es inconsciente, tal y como se explica en la investigación. Es decir, los ciervos no cuentan los votos ni las abejas «saben» la diferencia entre un baile y otro. Pero ningún ciervo, búfalo o abeja es capaz de hacer que el grupo se traslade si la mayoría no quiere. Si democracia significa que lo que se hace se basa en la preferencia de la mayoría y no en la de un líder, los animales se regulan por un sistema democrático. Un análisis mediante modelos matemáticos complejos desarrollados por los investigadores demuestra que la democracia en los grupos de animales tiene más ventajas para su supervivencia que el despotismo. Lógicamente, desde que se ha publicado esta investigación, surge una pregunta inmediata: si el comportamiento animal nos dice algo sobre nuestro propio comportamiento. A pesar de lo que se dice en el artículo, la doctora Conradt ha puntualizado que quieren evitar a toda costa cualquier extrapolación de la conducta animal al terreno político. La actividad humana se desarrolla en una esfera distinta, como señala el profesor Roper: «Hay casos humanos de toma de decisiones a los que se podría aplicar nuestro modelo, pero sólo los grupos pequeños que toman decisiones sencillas». Insistiendo sobre el tema, propone un ejemplo: «Supongamos que tenemos unos pocos amigos que quieren reunirse en un bar esta noche. Para que todos estén en el mismo bar al mismo tiempo, tienen que comunicarse y de alguna manera tomar una decisión». Seguramente, ni los ciervos ni los cisnes se quejan tanto como la gente o amenazan con irse a otro sitio si los demás insisten en ir siempre al mismo. Pero la cuestión es cómo se toman las decisiones. El líder o el grupo Se ha investigado quién toma las decisiones. La investigación se realizó en dos partes. Primero se revisaron los estudios existentes para saber si las decisiones de un grupo estaban orientadas por un individuo o las tomaba el grupo como tal. Por ejemplo, vieron que un rebaño de ciervos empezaba a moverse cuando se ponía de pie el 60 por 100 de sus componentes. En el caso de los búfalos africanos, las que toman las decisiones son las hembras dirigiendo su vista en una dirección. Los cisnes votan moviendo la cabeza y empiezan a moverse cuando la mayoría hace movimientos suaves o cuando un número más pequeño la mueve con gran agitación. El aspecto más complicado de la investigación ha consistido en desarrollar modelos matemáticos para analizar las ventajas de los distintos modos de toma de decisiones que, en una primera aproximación, los investigadores dividen en democrático o despótico. Básicamente en los modelos se compara el coste para el individuo de no hacer lo que quiere hacer. Se considera un coste, por ejemplo, tener que esperar o correr, basándose en la hipótesis de que, igual que sucede con las personas, el tiempo es oro o, cuando menos, alimento o algo importante para sobrevivir. Estos son modelos abstractos que muestran que cuando decide la mayoría, hay más individuos que consiguen lo que quieren y eso significa mayores probabilidades de supervivencia. Por supuesto, habrá situaciones en las que un déspota mucho más inteligente o sensible actúe de modo que se consiga la máxima ventaja para el grupo, pero estos investigadores no las han encontrado.