ORQUESTA SINFÓNICA DE BARI
Maestros de maestros Desde el sur de Italia a los cinco continentes
La Fundación Eutherpe ha organizado en León, por segundo año consecutivo, un curso único en el panorama docente internacional: pianistas y directores aprenden juntos en compañía de la Sinfónica de Bari, Bruno Aprea y A
Por segundo año consecutivo, la Fundación Eutherpe ha logrado aglutinar en torno a dos maestros de excepción como son Joaquín Achúcarro y Bruno Aprea a casi un centenar de alumnos procedentes de distintos países y diferentes ciudades españolas, para convertir a León en centro neurálgico de una de las actividades musicales más prestigiosas del momento: El segundo Curso para Jóvenes Pianistas y Directores de Orquesta, donde aquellos profesionales de la interpretación pianística y de la dirección, con experiencia en el terreno del concierto para piano y orquesta, puedan encontrar la oportunidad de trabajar en directo con una gran orquesta sinfónica supervisados directamente por los propios maestros. Para el presente curso se ha contado con una de las formaciones más emblemáticas de Italia como es la Sinfónica de Bari a las órdenes de su titular, Marco Renzi, presente en León junto a varias personalidades del mundo de la política y de la cultura de la citada ciudad que se han desplazado expresamente hasta esta ciudad para seguir de cerca este curso único. No es fácil, pese a que una apresurada mirada hacia el evento pudiera indicar otra cosa, reunir a un elenco de docentes tan estelar como el que Margarita Morais, directora-fundadora de Eutherpe, ha conseguido traer hasta León para que durante una semana impartan sus enseñanzas a profesionales y estudiantes venidos desde los lugares más dispares del planeta. «Desde el amor y la fe ha conseguido Margarita este milagro», fueron las hermosas y certeras palabras que el director del Auditorio Ciudad de León, Daniel Sanz, pronunció durante la presentación del Curso, refiriéndose a la extraordinaria labor que, callada pero tenazmente, viene haciendo para la música en esta ciudad a lo largo de varias décadas esta infatigable pianista y profesora. Joaquín Achúcarro puso el dedo en la llaga al señalar que, tal vez, «el público y los profesionales de la música no se den cuenta en este momento de lo que significa para la historia de la cultura musical en este país el poder llevar a cabo un curso de las características del que estamos realizando, pero sí digo que en ninguna otra parte del mundo, y yo viajo constantemente por los cinco continentes y puedo dar fe de ello, se celebra un acontecimiento musical de esta repercusión e importancia, tal vez se puede entender lo que en un futuro no muy lejano puede significar este hecho para la música en España y en esta ciudad en concreto». El porvenir de una ilusión Cuando hace ahora tres años Margarita Morais se planteó la idea de hacer en León una actividad como la que se ha llevado a cabo esta semana de trabajar diez horas diarias con alumnos activos y oyentes que deseaban aprender las técnicas de dirección e interpretación pianística con orquesta, sólo unos pocos visionarios como ella creyeron en al proyecto y sin titubear ni flaquear un instante se lanzaron en busca de patrocinadores que, como ellos, fueran capaces de al menos escucharles en lo que podía ser la iniciativa más sugestiva de los últimos años en lo que a nuevas propuestas para fomentar la enseñanza musical se refiere. Afortunadamente para ella y para la música en general, la idea que en un principio parecía una auténtica quimera se convirtió de la noche a la mañana en una realidad factible a la vez que en un atractivo y codiciado tesoro para mecenas y promotores de otras ciudades con más tradición musical y poder económico que León. Sobre el tapete de Eutherpe comenzaron a caer ofertas tentadoras intentando que el curso no se quedara en la ciudad y llevárselo hacia otros pagos más sustanciosos. Pero su directora lo tenía absolutamente claro: «Jamás se irá de León. Aquí se ha creado y aquí morirá si hace falta, pero esta ciudad lo necesita más que ninguna y es donde deseo que se celebre para que los jóvenes músicos pueden beneficiarse de algo tan enriquecedor y provechoso como es un curso como el que intentamos sacar adelante», fueron las tajantes palabras de Margarita. Y su deseo se cumplió casi al pie de la letra. «Sin embargo -confiesa la directora-, las cosas no son tan fáciles como en un principio pueden parecer, una vez que el curso ha comenzado su andadura. Lo cierto es que la fe mueve montañas y los que me rodearon creyeron en él desde un principio tanto como yo. Primero los patronos, luego los socios, los mecenas y poco a poco las instituciones y el público que ha ido viendo cómo se pueden hacer cosas importantes con honestidad, esfuerzo y muchas horas de trabajo, conocer lo que los jóvenes necesitan y ofrecérselo sin complejos, ataduras, ni limitaciones. Y, por supuesto, contar con un plantel de profesores, músicos y colaboradores como los que yo tengo a mi lado desde el primer momento. Sin ellos, nada de esto se hubiera podido realizar». Senderos de gloria Y haciendo honor al lema de la Fundación Eutherpe de favorecer la especialización musical y en especial la participación de los jóvenes en los inicios de su carrera en conciertos a nivel profesional, el curso llega a su segunda edición con un importante incremento del alumnado y una nueva formación orquestal, la Sinfónica de Bari, que les acompañó en los cuatro últimos días hasta culminar el pasado sábado y hoy domingo con sendos conciertos de clausura donde los futuros pianistas y directores de orquesta pueden conocer sus progresos ante una gran formación y ser aplaudidos por todos los espectadores que desde distintos lugares de la geografía española y europea se han desplazado hasta León para aprender un poco más de la mano de dos maestros de primera categoría. Desde primeras horas de la mañana ambos maestros, puntuales a sus citas con los alumnos, se suben al escenario, primero de Caja España y luego del Auditorio Ciudad de León, para comenzar lo que podíamos llamar la ceremonia de la iniciación. Cada uno de ellos colocado en ambos lados del escenario dan las primeras indicaciones al pianista y al director para comenzar los ensayos de la obra que en concreto tengan en atril en ese momento y que figure en programa. Para esta segunda edición se han programado las siguientes obras, que fueron interpretadas sábado y domingo respectivamente por el alumnado y la orquesta Sinfónica de Bari: Concierto para piano y orquesta en La Mayor, K. 488 de Mozart; Concierto para piano y orquesta en Do menor, K. 491 de Mozart; Concierto para piano y orquesta en Do menor Nº 3, op. 37 de Beethoven; Concierto para piano y orquesta en Si b Mayor, nº 2, op. 83 de Brahms; Concierto para piano y orquesta en Sol menor, nº 2, op. 22 de Saint-Saëns y Concierto para piano y orquesta en Do menor, nº 2, op. 18 de Rachmaninov. Cada alumno activo sigue las indicaciones de su correspondiente maestro, cuidando las entradas, enfatizando aquí y allá su gestualidad, matizando el fraseo, precisando el rubato, los ataques o perfilando ese diminuendo o crescendo, con el fin de que orquesta y solista se empasten de manera perfecta y no haya sobresaltos a la hora de hacer una lectura concertística ante el público. No faltan momentos divertidos que relajan y hacen del curso un agradable lugar de aprendizaje donde cada participante, además de perfeccionar su técnica con una sonrisa, adquiera esa distensión y ese compañerismo tan necesario a la hora de enfrentarse al temido público de las salas de conciertos. Así, mientras Aprea indicaba a un alumno italiano, ya experimentado en estas lides, una gestualidad más acorde con el pasaje que en ese momento interpretaba la orquesta, y con cadenciosos movimientos de su brazos iba como insuflando el espíritu de la obra a su alumno, Achúcarro, pegado literalmente al pianista solista, y sin levantar la mirada de las manos del alumno, le iba cincelando cada pasaje con esa forma tan personal y cordial que tiene Joaquín de hacer sencillo lo imposible. Y el resultado era el buscado. La orquesta sonaba bien, el solista entraba a tempo y la música corría perfectamente por la sala sinfónica con naturalidad, limpia y empastada. El milagro se había producido una vez más. Como en un centro de meditación, ambos maestros, sin mirarse ni una sola vez, sabían al momento dónde, cuándo y cómo debía su discípulo acoplarse con el otro y la orquesta para que todo resultara como un perfecto mecanismo de relojería. En la sala, el resto de los alumnos, activos y oyentes, acompañantes y público en general seguían cada ensayo y las explicaciones que Aprea les daba con la máxima atención. Veían cómo con sólo un gesto, una leve indicación con la mirada, o un movimiento de la mano, los pequeños errores o vacilaciones se disipaban hasta convertirse en un rotundo sonido que lo envolvía todo y lo hacía mucho más asequible y hermoso que unos momentos antes. Acordes finales, tutti de orquesta y fermata final. Aplausos cerrados de los presentes y un paso más hacia la prosecución de lo que se estaba intentando trasmitir y hacer en el curso: aprender y mejorar. Y el objetivo se había conseguido, o al menos esto es lo que algunos de los alumnos nos comentaron al concluir una de estas sesiones maratónicas: «Es fantástico -decía un director español-, cuando subes al podio aquello parece que va a poder contigo. Por mucho que hayas preparado la obra, nada es igual cuando te enfrentas a una orquesta y tienes a un pianista a tu lado al que hay que seguir. Todo tiene que estar milimetrado si no quieres que haya un descalabro. Pero después de haber escuchado las indicaciones del maestro en este o aquel pasaje, en la forma de utilizar los recursos tímbricos de la orquesta o de medir con precisión el tempo que requiere un pasaje concreto, entonces, como por arte de magia aquello comienza a andar solo. Suena bien porque los compañeros de la orquesta de Bari son estupendos, y los pianistas, fantásticos. Entonces comienzas a sentirte Karajan. Es una experiencia irrepetible a pesar de los nervios, los sofocones y todo lo que conlleva el ponerte ante una gran formación. Pero al final el resultado es gratificante en extremo». Una frase que vale 50 euros Y cómo no, las anécdotas salpican aquí y allí las jornadas del curso. El pasado martes, Joaquín intentaba mostrar a un alumno las distintas formas de enfrentarse a un pasaje y Bruno daba las últimas indicaciones a un joven director para que se ensamblase con total precisión al pianista y a la orquesta, trasformada ahora en otro piano al que José Gallego, el maestro acompañante, daba forma con su habitual soltura. Después de varios intentos, al final aquello funcionó como debía y Bruno, dirigiéndose al joven director, le dijo: «Maravilloso, esto suena maravilloso, gracias a los sutiles matices que Joaquín ha hecho. A él le debes que todo haya ido como la seda». A lo que Achúcarro, levantándose como un tiro, comenzó a rebuscar por sus bolsillos hasta que encontró un billete de 50 y le espeta: «¡Al fin! ¡Creía que nunca lo ibas a decir! ¡Toma estos cincuenta euros por la propaganda!». Una ciudad llena de música Desde el pasado día 4, la ciudad bulle en música desde primeras horas de la mañana. Los profesores de la orquesta de Bari, los alumnos y los docentes, además de varias personas acompañantes comentan, cambian impresiones, van y vienen a las diferentes sedes o acuden al Auditorio para interpretar o escuchar alguno de esos maravillosos conciertos que sus maestros les habían elegido pero que jamás habían soñado con tocar tan pronto con una gran orquesta. Mientras unos comentan las dificultades de ésta o aquélla parte del concierto de Brahms, el encargado de hacer latir el pulso de Rachmaninov se frota los dedos como si ya estuviera tocando la trepidante cadencia del dos. Nadie habla de otra cosa. Los profesores, estudian, observan y comentan las virtudes de los participantes mientras Margarita Morais, verdadero motor incansable de todo este complejo musical, no da abasto para atender a tanta demanda de preguntas, dudas o aclaraciones que algunas veces personas incultas y poco sensibles con la música y con lo que conlleva la organización de un evento como el presente se esfuerzan por enfatizar, pero que ella, con su habitual calma y con una sonrisa sincera, diluye y deja convertido en una mera anécdota los contratiempos que un evento como el presente originan de forma imprevista. Luego, calmosa, se dirige a un alumno para preguntarle qué tal le ha ido esa mañana con el Mozart que tenían entre dedos, o corre ligera hacia la entrada de la sala para dar la bienvenida a la delegación de la provincia de Bari que se ha desplazado ex profeso con su orquesta hasta León. «Algunos de los alumnos que destaquen en León -aseguraba ayer Margarita Morais-, se los llevará el maestro Renzi a Italia para continuar estudiando con él un tiempo y Aprea ha querido hacer un regalo especial al curso dando clases matinales a quienes lo deseen. Esto es sin duda un gran aliciente para todos los estudiantes y una razón más para volcarse con este evento». |||| Creada en 1968 gracias a la iniciativa de la Admistración Provincial de Bari y a los esfuerzos de Vitantonio Barbanente, la Orquesta de Bari fue confiada a la dirección de Gabriele Ferro, entonces joven profesor del conservatorio bariense dirigido por Nino Rota. En 1971 ha sido reconocida por el Ministero dello Spettacolo, como formación de interés nacional y como Institución Concertística Orquestal. En 1987 la orquesta realiza un importante ciclo de actividades dedicadas a la figura de Nino Rota, compositor de nuestro tiempo, afrontando en primer lugar conciertos y otras actividades complementarias (una exposición, un congreso y la publicación de un libro). Ha colaborado en diversos ciclos líricos en el Teatro Petruzzelli de Bari, participando en importantes festivales internacionales como Spoleto (1984), Bergen (1985) y Charleston (1985). Entre los más prestigiosos directores titulares que se han sucedido al frente de esta Institución, recordamos a Gabriele Ferro, Pietro Argento, Bruno Campanella, Michele Marvulli o Roberto de Simone. Entre los directores invitados, Bellugi, Berio, Brott, Casadesus, Duarte, Fistoulari, Friedmann, Giovaninetti, Gusella, Leibowitz, Maag, Mandeal, Martinotti, Neubold, Proost, Renzetti, Rossi, Urbini. Y en cuanto a solistas que han trabajado con la orquesta, Asciolla, Accardo, Bacalof, Barberian, Brunello, Camicia, Ciccolini, Cocarelli, Douglas, Fistoulari, Geringas, Gulli, Leibowitz, Lupo, Mang, Petracchi, Schellenberger, Tipo, Trío de Trieste, Young... En 1992, la orquesta realiza una gira por Croacia. En 1994 interpreta el Miserere de Tommaso Traetta en la Iglesia de Santa María dei Derelitti de Venecia. En 1995, y dentro del Proyecto Culture dei mari-Musica Duemila, la orquesta organiza el Festival Mousikè, intercambios con importantes orquestas y la participación en festivales internacionales. En 1996, en colaboración con el editor El Melograno de Roma, recibió el encargo de revisar e interpretar una partitura manuscrita original de 1780 del compositor Giacomo Insanguine, de quien es la edición crítica, en una nueva interpretación. Producciones destacadas Su producción discográfica realizada en 1996 comprende un cedé dedicado a Rachmaninov con la ejecución del Concierto nº 3 con la participación del prestigioso pianista Pasquale Iannone. En 1999 graba una composición inédita de Vito Paternoster, Il pane , que ofició también como director. El año siguiente, de Gioacchino Rossini, graba la Messa di Gloria . En diciembre de 2000, como primicia mundial, produce la Populorum Progressio de Roberto de Simone. La obra fue dirigida por Walter Proost con la colaboración del autor Michele Placido (voz recitante). 2001 fue un año de tournée por Italia y el extranjero. En 2002 es nombrado director artístico Marco Renzi, y a Walter Proost se le confía el encargo de director estable. En el mismo año han dirigido la orquesta maestros de fama internacional entre los que se encuentran Walter Proost, Marc Andrae, Oldrich Vlcek, Chikara Iwamura, José María Ulla, Carlo Franci o Margherita Graczjk. Entre los solistas mencionamos especialmente a Benedetto Lupo, Francesco D'Orazio, Kurt Franz Schmid, Pasquale Iannone o Emanuele Arciuli. Entre los estrenos absolutos se encuentran los Conciertos para flauta y orquesta de S. Mercadante y el Concierto para dos pianos y orquesta con efectos electrónicos de C. Franci. El 12 julio de 2002, la orquesta ha participado en el prestigioso Festival Internacional de Spoleto bajo la dirección del maestro Walter Proost. En 2003 dirigen la orquesta maestros como Boris Brott, Emin Guven Yaslicam, Fabio Mastrangelo, Arnold Bosman o Donato Renzetti. Ha interpretado también composiciones de ilustres autores contemporaneos. El 17 de mayo de 2003, en la Basílica de Santa María la Mayor, ha grabado en directo un cedé del concierto con música de la Polifonía Clásica Romana del XVI, composiciones de Valentino Miserachs y la Sinfonía Incompleta de F. Schubert. El 9 diciembre del mismo año, la orquesta da un concierto nuevamente delante del Santo Padre con motivo del 25° Aniversario del Pontificado de Juan Pablo II. En 2004, entre los directores invitados son dignos de mención especial Bruno Aprea, José Maria Sciutto y Louis Bacalov.