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De SKF a VOLVO, 90 años de rodadura

El nombre de VOLVO (con mayúsculas) apareció grabado por primera vez en junio de hace noventa años en un rodamiento de bolas. A mediados de los años veinte (1925) Assar Grabrielsson y Gustaf Larson deciden construir automóviles. Dos años despué

Publicado por
JAVIER FERNÁNDEZ | texto
León

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La denominación (VOLVO), oficialmente registrada un 22 de junio de 1915, se diría nacida de la pura semántica: «volvere» es el infinitivo del verbo latino «rodar». La conjugación de la primera persona del singular del verbo «volvere» es «volvo», es decir, «yo ruedo». Eso, por no hablar de otras acepciones bastante menos prosaicas como, por ejemplo, el término «revólver», aplicado a las pistolas de tambor giratorio. No es, por fortuna, el caso... seguiremos prefiriendo la más lúdica, y atractiva, conjugación «automovilística» en el devenir de Volvo. Así, el nombre resultaba tan ingenioso como sencillo, a la vez que poseía una evidente conexión simbólica con las operaciones de la primitiva compañía dedicada a la fabricación de rodamientos. Además, no tenía ni «r» ni «s»; era de fácil pronunciación en casi todo el mundo y, por ende, existía un riesgo mínimo de errores ortográficos en su escritura. Dado que, por entonces, SKF se había convertido ya en una gran empresa dedicada a la exportación y, por tanto, plenamente consciente de la importancia que tenía la elección de un nombre adecuado para la marca automovilística. Una curiosidad. El fabricante de estadounidense de cámaras cinematográficas y fotográficas Eastman, inventor del rollo de película, siguió el mismo razonamiento y acabo por elegir también para sus productos una sencilla denominación de marca, sin «r» ni «s». Con la idea disponer de la máxima libertad comercial en el uso de la nueva marca, SKF aprovechó para diversificar su gama de productos. Así, a la fabricación «matriz» de los rodamientos de bolas, se unirían los rodamientos de rodillos, transmisiones, material ferroviario y de transporte, maquinaria en general, piezas y accesorios para todos estos productos y... automóviles Volvo, cuya marca se plasmaba también en quemadores de gasógeno, remolques para tiendas de campaña y hasta sillas de oficina. El paréntesis bélico... Poco después de la creación de Volvo, y como otras tantas veces en la historia automotriz europea durante las también convulsas décadas de los treinta y cuarenta, la Gran Guerra, primera mundial, daría al traste con los planes de la incipiente compañía. Los potenciales usuarios de los rodamientos dejarían de ser los automóviles a favor de los vehículos pesados y demás material bélico. Así que, tras cinco años de existencia, no todos a pleno rendimiento, Aktiebolaget Volvo cesaría sus actividades en 1920. ASK había decidido comercializar, en el futuro, todos sus productos bajo una única exclusiva denominación... la suya propia. AB Volvo «dormiría sus sueños» en el fondo del cajón de cualquier escritorio, permaneciendo así hasta agosto de 1926, cuando el Consejo de administración de SKF, tras una larga campaña de persuasión, accedió a financiar el arranque de sus actividades como fabricante de automóviles. Esa era la idea que desde acariciaba, desde hacía años, un tenaz licenciado en economía por la Escuela de Altos Estudios Económicos de Estocolmo, Assar Gabrielsson, a la sazón empleado de SKF y amigo del ingeniero Gustaf Larson que había mantenido, tras sus largas estancias en Inglaterra, una estrecha relación con William Morris; incluso se ha barajado la posibilidad de que Larson hubiese podido colaborar con Morris en la realización de uno de los primeros automóviles de la compañía inglesa. Lo único auténticamente cierto es que el ingeniero Larson, junto con el economista Gabrielson, sería el impulsor de los automóviles suecos de Volvo... con la financiación de SKF. Y otra curiosidad. La denominación jurídica de la compañía sería también la elegida para bautizar a los coches que estaban a punto de construirse y cuyos iniciales prototipos recibían el nombre de GL y Larson, en honor al ingeniero impulsor de proyecto. En marcha... Cuando, en el verano de 1924, Gustaf Larson y Assar Gabrielson se encontraban para hablar de la fabricación de automóviles en Suecia, se fundían en aquella conversación ideas provenientes de dos campos bien distintos: Gabrielsson, el economista y hombre de negocios, que veía en la empresa un interesantes posibilidades comerciales y el técnico Larson, que sentía el desafío de la concepción y fabricación de un automóvil adaptado a las condiciones suecas. Una vez -«más o menos»- solventados los primeros escollos económicos, adoptarían como imagen el antiguo símbolo químico del hierro: un círculo con una flecha apuntando en diagonal, arriba y hacia la derecha. Lo que constituye uno de los ideogramas más comunes en la cultura occidental y que, inicialmente, representaba al planeta Marte en el Imperio Romano. Dado que también simbolizaba al dios romano de la guerra y al sexo masculino, se establecería desde el primer momento una evidente relación entre el símbolo de Martey el metal con el que por entonces se fabricaban la mayoría de las armas, el hierro. El ideograma en cuestión se ha mantenido durante mucho tiempo como símbolo de la industria siderúrgica en general de la que, bien se sabe, Suecia ha venido siendo uno de sus bastiones. El uso del distintivo del hierro en el vehículo evocaría este simbolismo y acabaría por crear asociaciones con la prestigiosa tradición siderúrgica sueca: el acero y la fuerza. El nuevo automóvil también llevaba escrito el nombre de Volvo con un tipo de letras específico. El logotipo se complementó con una franja que recorría el radiador en diagonal -de izquierda a derecha- ya desde el primer automóvil, en abril de 1927. Esta franja, que fue inicialmente una necesidad puramente técnica al objeto de mantener el distintivo cromado en su sitio, terminaría gradualmente por convertirse, a más de elemento decorativo, en toda una «firma de la casa». Todavía aparece atravesando la parrilla frontal de todos los vehículos Volvo, mientras en el centro del volante continúa representándose el símbolo del hierro. Al día de hoy, Volvo orbita en el óvalo de Ford. Una operación que se llevó a cabo a finales de la pasada década de los noventa (1999) cuando AB Volvo vendió Volvo Car Corporation a Ford Motor Company. Una operación que también tuvo sus matices: el nombre de la marca lo utilizarían en el futuro tanto Volvo Cars como el resto de las compañías del Grupo Volvo. Así, la denominación de la marca pasó a ser propiedad de Volvo Trademark Holding AB, entidad en la que participan Volvo y Ford a partes iguales y cuyo comité directivo decide cómo, y en qué contexto, debe utilizarse dicha denominación. Actualmente, el equipo directivo del consorcio está formado por el Presidente y máximo responsable de AB Volvo, Leif Johansson y por su homólogo en Ford Motor Company, Bill Ford Jr. En fin, la historia sigue rodando... casi 14 millones de automóviles se han producido en estos noventa años; también millones de autobuses, camiones, motores para el sector industrial, aeronáutico y marítimo, equipos de construcción y maquinaria en general. Todavía hoy ruedan por el mundo alrededor de ocho millones de automóviles de esa producción generalizada. Así que, visto lo visto, y lo queda por venir, difícilmente podía imaginar Evald Delmar, el ingeniero de patentes que firmó los documentos de solicitud en representación de SKF un 22 de junio de 1915, que estaba a punto de desempeñar un papel tan importante en la creación de lo que, con el tiempo, se convertiría en una industria de ámbito internacional y de tan reputada trayectoria.

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