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La consagración de Monteserín

Su exposición de 1942 en la Diputación significó el reconocimiento popular de la obra de este gran pintor berciano. Su pintura vuelve a la actualidad en la exposición que preparan en Astorga la Fundación Vela Zanetti, el Instituto Leonés de Cul

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León

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MARCELINO CUEVAS | texto Se anuncia una nueva exposición en de Demetrio Monteserín, uno de los artistas míticos de la pintura leonesa. A partir de mañana se mostrarán en Astorga las obras del que fue un gran pintor y un espléndido maestro. En el recuerdo queda aquella otra muestra antológica que las entidades leonesas le dedicaron en los oscuros tiempos de la posguerra. El día 22 de diciembre de 1942, fiesta onomástica de Demetrio Monteserín, a las siete de la tarde, se abrieron las puertas de los salones de la Diputación adornados con reposteros, guirnaldas, plantas y flores, para inaugurar la magna exposición antológica del pintor, cien cuadros que resumían toda una vida dedicada al arte. Demetrio Monteserín, además de gran pintor, era un hombre entrañable y un espléndido profesor, sus alumnos le recuerdan con cariño. Cuenta Modesto Llamas Gil que el estudio de Monteserín estaba situado en una casa-chalet que aún existe, ubicada al lado de las escalerillas que desde Álvaro López Núñez ascienden al Barrio de San Esteban. «Allí asistíamos a sus clases, entre otros, Antonio Fernández Redondo, Pili Fernández Labrador, que ahora es Concejal de Cultura en el ayuntamiento de Salamanca, mi mujer, Petra Hernández, después irían Manuel Jular y otros muchos que con el tiempo pasarían a engrosar la nómina de pintores leoneses. Impartía las clases en pequeños grupos y siempre tenía tiempo para contarnos historias de sus viajes, sobre todo de su estancia en París. Además, su casa estaba llena de estupendos cuadros, cerámicas y otros muchos objetos que nos admiraban. Por ejemplo, tenía un par de zapatillas que él aseguraba que habían pertenecido a la famosa espía Mata-Hari. Sin duda él fue quién nos abrió el camino que nos llevaría a Madrid para estudiar Bellas Artes». Enlazando con los recuerdos de Modesto Llamas, su mujer, Petra Hernández, recuerda que, además del trabajo en el estudio, «sobre todo dibujos de estatuas, práctica que era muy necesaria para lograr el ingreso en Bellas Artes, también nos sacaba mucho a la calle, hacíamos paisaje urbano en lugares como el Barrio de San Lorenzo o el Vivero de Obras Públicas, que hoy es el Parque de Quevedo y que entonces eran unos magníficos jardines que visitaban los jefes de la entidad y sus familias y para los que Monteserín había conseguido un pase que nos permitía pintar allí». Los dos, Petra y Modesto, fueron testigos de de aquella exposición, la última realizada por el artista en la provincia de León, y cuyo impacto en la ciudad el cronista de la época relataba así: «Un mes permaneció abierta la exposición, y durante este interregno desfiló por ella todo León, y no fueron pocos los forasteros que también la visitaron atraídos por los artículos encomiásticos que publicó la prensa leonesa. Hubo escenas muy emotivas. Hemos visto rezar a varias personas ante el cuadro Santa Faz del más grande dolor, pues nadie ignoraba en qué circunstancias tan trágicas para el artista ejecutó esta pintura que tiene indulgencias concedidas por el ya citado Obispo. Muchísimos amigos de la infancia de Monteserín fueron a verle y felicitarle, recordando episodios de Demetrio en aquella época en que éste empezaba a balbucear sus aficiones artísticas. Una nota muy simpática la dieron muchos obreros al visitar la exposición, sobre todo los días de fiesta, que era imponente la muchedumbre que allí acudía. Igualmente hicieron los distintos Centros de Enseñanza de la capital, así como los asilados del Hospicio Provincial». Enorme expectación A la inauguración de la muestra acudieron todas las autoridades de la provincia y fue el alcalde de la ciudad, Francisco Roa de la Vega, el encargado de pronunciar el discurso inaugural. «Acontecimiento leonés es este -dijo- que tenemos la suerte de inaugurar el día de hoy, porque en León se celebra, porque está llamado a despertar las inquietudes espirituales de nuestros coterráneos, pues en gran parte de esas obras, acabadas y bellísimas, se recogen nuestros paisajes, nuestras costumbres, nuestras devociones, nuestros tipos, el alma leonesa, en una palabra, y porque, en fin de cuentas, el artista, que viene a hacer a su tierra la ofrenda de los laureles conquistados en varios países, tuvo cuna en ese poético, incomparable rincón berciano, en su amada Villafranca, en la que empapó de dulzura sus pinceles». El artista quedó encantado con el recibimiento que le hizo la capital del Viejo Reino y decidió cambiar su residencia provisional de Astorga para trasladarla a León. Pero si emocionante fue la presentación con el largo discurso del alcalde, mas impresionante, si cabe, fue la clausura de la muestra en la que el sabio parlamento del cronista de la villa e ilustre profesor, Mariano Domínguez Berruela, pronunció un discurso lleno de erudición que se extendió casi una hora y en el que habló así de la técnica del artista berciano: «Al entrar en esta brillante exposición y estudiar los cien cuadros que la integran, nos parece estar ante varias técnicas de varios pintores. En unos cuadros se ce la pincelada fina del clásico que cuenta las piedras, se detiene en el detalle, cuida esmeradamente los matices; en otros es el audacísimo maestro de arriesgada valentía, de pincel rápido y nervioso que capta en un momento una luz o una emoción, en otros es el que se complace en los primeros planos y nos deslumbra con un golpe de vista que nos impide pasar más adelante: en toros es el maestro que posee los secretos de la perspectiva aérea y aleja los fondos con arte supremo¿, menos un aguafuertista, hay en esta exposición toda la gama de la pintura española». Cerrando la relación de los actos que se celebraron en torno a la exposición, el cronista de la época hacía una solicitud emocionada: «Que los que rigen el Municipio y la Provincia de León, dando un ejemplo de selecta cultura, creen nuestra Pinacoteca y la Escuela Regional de Pintura, cuya dirección ofrezcamos a Demetrio Monteserín y que este nos pinte Nuestro Romancero, y lo que pueda, si es que logra unos cuantos años más de vida, de nuestra Iconografía Leonesa que tanta falta nos hace». Unos deseos que se perdieron en el olvido. Así fue la exposición de Demetrio Monteserín en 1942, ahora, a partir del día 15 de agosto, en Astorga, volverán a reunirse las obras del singular pintor en un encuentro propiciado por la Fundación vela Zanetti, el Instituto Leonés de Cultura y el Ayuntamiento astorgano, una oportunidad para recobrar la figura mítica de un artista bohemio y viajero de cuya obra Luís Alonso Luengo dijo: «Pintor mundano, retratista de los más refinados salones, pincel que, en dulce preciosismo, multiplicaba risas de Versalles¿ ¿quién no conocía la gama cortesana, el sentido elegante, de aquellas figuras de Monteserín? Las piedras, las flores y las fuentes, motivos de fondo¿ Días de modernismo: luminosa bohemia¿ Y, de repente, como en el reverso de un plano, el volcarse del cosmos, el fuerte temblor de lo natural, y ya en él, como un íntimo contraste acaso, su punto más fino, aquel en que la naturaleza parece dejar de serlo, para hacerse espíritu: luz». La muestra se inaugura mañana a las 20.00 horas en la Biblioteca Pública de Astorga y su horario es de lunes a sábado de 19.00 a 21.00 horas, domingos de 12.00 a 14.00.