Un caminante universal
Marcelino Lobato, el infatigable concheiro leonés, ha sido el primer peregrino que ha cruzado Le Puy en la apertura de su Año Santo. Con Santiago, Roma y Jerusalén, este santuario francés es uno de los lugares sagrados del mundo
Marcelino Lobato, ese incansable perseguidor de sueños y metas, cogió un buen día -otra vez como tantas-, sus inconfundibles pertrechos de peregrino y acometió un nuevo reto, la conquista de otro horizonte más. Esta vez puso el ojo en el país galo y en una pariente próxima de nuestra venerada Compostela: Le Puy, lugar de veneración, adoración y peregrinaje para todo el Mediodía francés. Allí celebran durante varios meses de este 2005 su particular Año Santo: a su catedral acuden cientos de fieles europeos y otra vez vuelve a ponerse en marcha la enorme, colorista y devota cantidad de tradiciones propias de este milenario espacio religioso. Hasta allí se fue este peregrino leonés de Regueras, recriado en Logroño y de cuyas dos patrias -León y La Rioja- hace buena gala, sin tener ni idea de francés y sin conocer absolutamente a nadie de aquellas tierras. Eso sí, el hecho de encomendarse antes a su buen protector Santiago el Mayor (a cuya tumba galaica probablemente sea la persona que más veces y por más caminos distintos ha acudido) y de que la humanidad se le derrama por los ojos a este buen concheiro , le hizo no sólo sobrevivir y llegar a buen término, sino hacerse con la confianza de todos y convertirse en la primera persona que este año ha traspasado la puerta santa de Le Puy. Todos, desde el obispo y el alcalde hasta la multitud de fieles que abarrotaron el lugar, le saludaron y obsequiaron, y pese a no dominar el idioma, el entendimiento fue fácil, fluido y sentido. Una vez llevada a buen término la apertura de la Puerta Santa, se encaminó desde allí hasta la hermosa ciudad medieval de Vézelay, comprobando la escasez de albergues (y por tanto, de la cultura de acogida al peregrino que aquí ya se ha extendido por buena parte de los Caminos) que, según nos informa, existe por aquellas tierras. De hecho, tan sólo se encontró dos, aunque la amabilidad de conventos y otros establecimientos ayudó lo suyo. Incluso la policía del lugar ya lo conocía y lo invitaba a generosos cafés. A cada paso, peregrinos que habían hecho el Camino de Santiago o caminantes que habían visto su estampa en libros y guías, lo reconocían y saludaban. «Por lo menos, veinte personas», declara nuestro caminante. El peregrinar quedó completado con la visión de la curiosa Virgen del santuario, de un negrísimo azabache, producto de la tierra volcánica de la zona, y un inolvidable audición de la misa gregoriana cantada por franciscanos en el puro y sobrecogedor románico de Vézelay. Y después de tanto andar, a Lobato le faltó tiempo para ofrecer, el pasado viernes, una conferencia en Vega de Valcarce sobre El Camino de Santiago, ¿verdad o mentira? Lobato sabe o, por lo menos intuye, la respuesta verdadera.