Sus domicilios, hoy
Abandonados por voluntad o a la fuerza, en ocasiones destruidos violentamente, otras simplemente cegados y cubiertos por la naturaleza, los castros, hogares de los antiguos ástures, perdieron su función original y pasaron a engordar el mundo de la creencia popular, la tradición y la leyenda. En todo León hay vestigios de castros en cada altura, colina o elevación, conocidos gracias a la arqueología o la toponimia. Y no es raro que los mitos locales tengan a los castros como centro y punto de partida: lugares en los que están enterrados fabulosos tesoros, o donde sucedieron extraños sucesos, o, aún más explicitamente, «donde vivía antes la gente», como dicen algunos paisanos. Por eso, tampoco es raro que estos lugares reciban nombres como el Villarín , los Villares o Villarines . Hoy, los aficionados a la historia pueden visitar algunos castros excavados que permiten conocer cómo era la vida de nuestros antepasados, pero, lamentablemente, son mayoría los no investigados. También sería deseable que, dada la riqueza castreña de León, se crease un parque arqueológico y divulgativo en torno a alguno de ellos. Uno de los mejores es el de Chano, en el valle de Fornela, y también pueden verse El Castrelín de San Juan de Paluezas, el de Borrenes, ambos en el Bierzo, y la Corona de Corporales, en Cabrera, contando también con las ruinas de la ciudad astur-romana de Lancia, muy cerca de la capital leonesa. En Asturias está el gran castro de Coaña, en la zona occidental, que cuenta también con una zona museística, y, ya en el caso de los galaicos, el de Santa Tecla en la población pontevedresa de La Guardia.