Rompiendo el muro del autismo
En el corazón de la Ruta Xacobea un grupo de niños con síndrome autista se enfrenta al difícil pero gratificante reto de vivir unos días como peregrinos
ualquier persona a la que se le hiciera un test de personalidad y se le nombrase la palabra «comunicación» para que aportase una contraria podría responder de forma automática con el vocablo «autismo». Son, en efecto, antónimos. Por eso uno podría preguntarse qué hace un grupo de niños autistas en el corazón del Camino de Santiago, la más importante ruta de comunicación de la historia de Europa. Atendiendo a las explicaciones de Gabriela Dagmar, responsable del campamento de verano que estos especiales compostelanos disfrutan en Portomarín, son muchas cosas las que los pequeños pueden hacer. Y la más importante, como cualquier ciudadano en agosto, divertirse. La iniciativa parte de la asociación Falemos, formada por padres y tutores de personas afectadas de autismo, la mayoría de Santiago, que se han movido hasta conseguir que el Xacobeo patrocinase el campamento y el Concello de Portomarín colaborase con tan ambiciosa iniciativa. Movilizar a una quincena de niños autistas -se reparten en dos grupos con ocho días de estancia cada uno en el albergue Benigno Quiroga de la localidad lucense- es una tarea compleja. El síndrome autista se caracteriza por la ausencia de comunicación y por la diversidad de sus síntomas. Algunos no hablan, otros tienen conductas agresivas, la medicación y la alimentación son diferentes en cada caso y en general, precisan de una atención personalizada. Lo que a algunos relaja a otros les provocan estados de nerviosismo. Por eso unas semanas antes de emprender la aventura los niños vivieron ya un fin de semana de respiro en Padrón, para conocer a sus monitoras y familiarizarse con esta nueva experiencia. Una semana de respiro Son tres los objetivos fundamentales que se persiguen. El primero, que los niños disfruten de una semana de vacaciones fuera de la rutina familiar y escolar a la que están acostumbrados. Al mismo tiempo se pretende que sus padres y cuidadores puedan descansar unos días de la agotadora tarea de educar, cuidar y cubrir las necesidades de los miembros más especiales de sus familias. Pero hay un tercer ingrediente no menos importante, aunque vaya dirigido al resto de la población. Desterrar clichés erróneos fomentados a veces por el cine y que la sociedad entienda que también ellos son personas y que como cualquier ciudadano pueden realizar el Camino de Santiago y emprender a través de él otras formas de comunicación. Por eso entre las actividades programadas figura realizar un tramo del Camino Francés y compartir esta experiencia, a su manera, con los demás variopintos peregrinos que inundan en agosto el pueblo de Portomarín. «Queremos desterrar la idea de compasión -indica la psicopedagoga Gabriela Dagmar-. Se suele partir de lo que ellos no pueden hacer, y hay que partir de lo que sí pueden hacer para superar su retraso de desarrollo». Para ello se les ha programado una semana cargada de actividades en la que, además de cubrir un tramo de la ruta, jugarán a la oca, recorrerán el embalse donde descansa el anegado antiguo pueblo de Portomarín, saldrán a tomar un refresco , verán películas y escucharán música o se bañarán en la piscina.