Diario de León

«El Madrid del 11-M es un espejo en el que mirarse con admiración»

Juan Pedro Aparicio | Este artesano de historias leonés se vio, por circunstancias de la vida, tejiendo la más real desde Londres. Nombrado en febrero director del Instituto Cervantes de aquella ciudad, se convirtió en testigo de un nuevo cole

DANIEL

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GIMENA GLEZ. ASENSIO |texto El paso por periplos que le enrolaron en el Derecho o el Comercio Exterior, pronto se decantó por la creación literaria inquieta y de difícil encasillamiento. Su producción vira desde la novela o libros de viaje hasta artículos periodísticos. En una ocasión dijo que «la litaratura es información, un conocimiento distinto, más destilado». Esta sensibilidad nos llevó a preguntarle y que nos contara, desde su posición, lo posible sobre la realidad en el Reino Unido tras los ataques. La sociedad británica ha tenido que digerir, en apenas un mes, el paso de la euforia por la concesión de la organización de los Juegos Olímpicos del 2012, al terror e incertidumbre de vivir dos atentados terroristas, una frenética actividad policial por distintas ciudades de Inglaterra o el anuncio del abandono de la lucha armada del IRA. -En un artículo publicado el 18 de julio en la revista «Tiempo», poco después del primer atentado, usted afirmaba que los ciudadanos ingleses se habían caracterizado por la templanza y la discreción pero han pasado más de cuatro semanas desde el 7-J y el 23-J, ¿cómo es la ciudad de Londres hoy? -El artículo de Tiempo lo escribí, casi como si respondiera a una entrevista, el mismo día de los atentados. Por eso las impresiones eran muy inmediatas y descriptivas. Hablaba de lo que en ese momento estaba viviendo. Hoy Londres es una ciudad algo más alerta y desconfiada pero sin que su vida llegue a quedar alterada en lo básico. Hay menos turistas, hay menos viajeros en el metro. Pero sólo nos damos cuenta de ello porque lo relacionamos con lo que ha pasado. -Desde los medios de comunicación británicos, se ha insistido mucho en la flema británica, pero hasta qué punto un ciudadano puede seguir manteniendo la normalidad en estas circunstancias?. ¿Qué rasgos les diferencia de los españoles en circunstancias similares? -Lo de la flema, en otro artículo que escribí posteriormente para un periódico de Madrid, lo consideré una especie de manual tácito de instrucciones que los británicos han interiorizado para reaccionar de una manera determinada ante precisamente casos como éste. En la televisión se emiten con frecuencia documentales sobre su comportamiento en la segunda guerra mundial, sobre sus muchas victorias aquí y allá. Es cierto que sin mucha fanfarria, porque hasta en eso quieren ser moderados. Pero hay un modo de ser británico que han aceptado como patrón. Lo han elaborado ellos mismos. Les gusta y procuran seguirlo al pié de la letra. Por eso hay también en ellos un punto de soberbia, como si dijeran ¿os dais cuenta de lo bien que nosotros lo hacemos? -Se ha hablado mucho de una reacción xenófoba hacia la comunidad musulmana. En Gran Bretaña viven 1,6 millones de musulmanes. ¿Se percibe masivo ese sentimiento o se reduce a sectores muy determinados?. ¿El ciudadano de a pie se siente amenazado o inseguro por la comunidad inmigrante?. Viceversa, ya se han producido varios altercados de islamofobia. -En Londres es muy difícil percibir estas cosas, por su tamaño colosal y por su cosmopolitismo. A veces en el metro o en el autobús son más los extranjeros que los propios londinenses, más la gente de color que los occidentales. La ciudad es tolerante y más bien fría y es difícil que en ella se produzcan escenas de rechazo a ninguna comunidad. Sería como si se produjera un rechazo a sí misma. Otra cosa es en provincias, aunque no conozco detalles de esos casos. En los barrios céntricos de Londres se siguen viendo burkas en abundancia, sobre todo en Harrods, esos lujosísimos almacenes, y cercanías. -La ONU y, más recientemente, Tony Blair, han manifestado su apoyo a la propuesta de Rodríguez Zapatero de crear una «Alianza de Civilizaciones». El Instituto Cervantes, alrededor del mundo, puede ser y es un gran actor en este plano, con una importante política de difusión cultural y lingüística. Son próximas las aperturas de nuevos centros en Praga, Sofía, Pekín, Shangai, siete en Brasil y Estados Unidos. ¿El conocimiento de otras culturas y religiones puede favorecer un rechazo, desde dentro de las propias comunidades, de las escisiones radicales y extremistas? -Claro que sí. Ya se sabe que la ignorancia se cura leyendo. Parece obvio que labores como la del Instituto Cervantes y estos otros Institutos similares, a todos los cuales se les ha concedido recientemente el premio Príncipe de Asturias, son importantísimas para el buen entendimiento entre los pueblos. -Es inevitable obviar las reacciones políticas a nivel internacional como la que mencionábamos antes con el proyecto de la «Alianza de Civilizaciones». Sin embargo, también a nivel nacional se han manifestado algunos cambios: Tony Blair, en sondeos realizados antes de los ataques terroristas, había perdido índice de popularidad en favor de Gordon, ministro de Finanzas. Pero el primer ministro ha recuperado, según las últimas encuestas, el reconocimiento de la ciudadanía. ¿Cómo es la aceptación del gobierno durante y después de los ataques? -Debe usted comprender que mi trabajo en Londres no tiene nada que ver con la política, sino con la cultura. Imagino que usted, por su profesión, debe de estar más informada que yo sobre los detalles de esas encuestas que, si le digo la verdad, no llaman demasiado mi atención. Como residente medianamente curioso sí puedo decirle que la figura de Tony Blair aparentemente no ha salido perjudicada tras los graves sucesos. Al menos de momento. -Blair era el anfitrión de la reunión del G-8 en Escocia (con ambiciosos objetivos) cuando tuvieron lugar los atentados del 7 de julio, regresaba de celebrar la victoria de la candidatura olímpica londinense, ocupa la presidencia rotatoria de la Unión Europea, tiene que hacer frente a dificultades diplomáticas con Brasil después de que Scotlan Yard disparara al joven que huyó de los controles policiales, el IRA anuncia el abandono de las armas. ¿Todo esto ha reforzado nuevamente su imagen?. ¿Cuáles han sido, en su opinión, los mayores aciertos y, por el contrario, los errores de su administración en este último mes? -No crea que no quiero contestar a su pregunta, pero es que no he pensado en esos asuntos. Comprenda usted que no estoy en Londres para escudriñar lo que hace el gobierno británico y tampoco parecería muy prudente que desde mi posición emitiera opiniones de ese tipo. Sí me ha llamado la atención, por ejemplo, el poco eco mediático que tuvieron las elecciones generales del mes de mayo, sobre todo si lo comparamos con el que se da en España a cualquier elección. Era difícil saber que estabamos en campaña electoral y ni siquiera el día de la votación se distinguía de cualquier otro. Eso sí que me resulto verdaderamente sorprendente. -Desde el exterior, no sólo los medios habían acusado cierta opacidad y escasez de información. Familiares de las víctimas exigían una mayor accesibilidad a las fuentes de información oficiales. En Madrid, el mismo día y casi en tiempo real se emitían imágenes de lo que estaba sucediendo en las estaciones de Atocha, el Pozo del Tío Raimundo y Santa Engracia. En cambio, en los atentados de Londres, como en los de Nueva York, se ha seguido una política muy concreta. ¿Hasta qué punto ha podido participar Bush en el papel de Blair durante los primeros momentos de desconcierto y tras los ataques? ¿Puede percibirse la estrecha relación norteamericana con Gran Bretaña en el tratamiento de los atentados?. ¿Y en el tratamiento informativo?. -Es evidente que en los atentados de Madrid y en los de Londres hubo alguna coincidencia y muchas discrepancias, pero de todas esas preguntas que usted me hace no soy capaz de contestar a ninguna, pues el hecho de vivir en Londres no me sitúa en una relación de privilegio ante los gabinetes de los responsables políticos que usted menciona. Lo que yo percibo es lo que percibe el ciudadano común que lee los periódicos. Es obvio, por otra parte, que entre los Estados Unidos y la Gran Bretaña hay una relación muy estrecha. Pero poco aficionados al énfasis de las grandes palabras, británicos y americanos se consideran simplemente primos, aunque, vaya, son primos muy carnales. -Parece casi inevitable no establecer un paralelismo de los ataques a la capital británica con los perpetrados en Madrid el 11 de marzo. Desde la perspectiva que le proporciona su cargo en el exterior, ¿qué diferencias o puntos en común cree que pueden establecerse entre ambos? -La reacción de la ciudadanía fue ejemplar en ambos casos. Más expresivos los españoles, más reservados los británicos. En el caso de los segundos, sin embargo, es lícito pensar que lo estaban esperando y que de algún modo ya habían preparado su reacción, que, entre otras cosas, trataba de no traicionar a eso que se llama la flema. El ataque, sin embargo, pilló a los madrileños por sorpresa., y, precisamente por eso, fue tan ejemplar su comportamiento y el de los servicios de ayuda a las víctimas. Yo creo que el Madrid de aquel día es un espejo en el que mirarse con admiración. -Siempre que se trata la reforma de la normativa antiterrorista aparece la dicotomía entre la seguridad y las libertades ciudadanas, ¿en qué punto fijaría el equilibrio? -Contestar a esta pregunta exigiría más de un tratado de ciencia jurídica y política. Cada país sabrá encontrar su propio equilibrio según sus tradiciones y la índole del ataque. Y, desde luego, cuidar muy mucho que aquel que nos ataca no vaya a engordar como consecuencia de nuestra reacción. -Uno de los diarios más importantes del Reino Unido, «The Times», denunciaba dos días después de los atentados frustrados la enorme facilidad para encontrar cientos de libros y vídeos con propaganda incendiaria contra la sociedad occidental y llamamientos a la Guerra Santa en las librerías islámicas británicas. ¿Se ha confundido la permisividad con una falsa integración? -No conozco tan al detalle la vida inglesa reciente como para manifestarme sobre este particular. Ya he dicho que en su flema he podido percibir un punto de soberbia. Acaso aquí, en este otro asunto que me plantea, también hayan pensado que ellos eran capaces de integrar aquello que les era tan refractario y hostil. De hecho, es cierto que ya han empezado a cuestionarse muy seriamente algunas de estas posturas. -Parece que es igual de fundamental controlar las redes de financiación como las de difusión descontrolada de propaganda radical. -Usted lo ha dicho. Pero le recuerdo que sólo soy el Director del Instituto Cervantes de Londres, una institución que tiene por objetivo la difusión de la lengua y la cultura españolas. -En cuanto a la publicación del polémico informe realizado por el Instituto de Estudios Internacionales, en él se describía cómo se descendió el nivel de alerta y no se señalaba ninguna organización terrorista capaz de atentar contra el Reino Unido. ¿Se acusó en algún momento un exceso de confianza e imprevisión por parte de las autoridades y fuerzas de seguridad británicas? ­-Ya me gustaría ser capaz de contestar a eso. Solo puedo hablarle de mis impresiones como hombre de la calle, que acude cada día a su trabajo en el centro de Londres. En ese sentido tengo que decirle que yo no descartaba la posibilidad de una ataque semejante. Claro que quizá estaba todavía impresionado por el recuerdo de los sucesos de Atocha en Madrid.

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