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La dura vida después del bikini Cuidado con los laxantes

El abuso en verano de productos adelgazantes como las pastillas y las dietas salvajes puede provocar serios perjuicios para la salud tras la temporada de estío

Publicado por
ELENA CORRAL | texto
León

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acerca el final del verano y comienza la operación posbikini ... ¿Qué se esconde detrás de los esfuerzos sobrehumanos por reducir la talla del traje de baño? ¿Cuáles son las consecuencias de ofrecer una apariencia de sana delgadez tras el destape estival? Aparentemente, dietas exprés como la de la alcachofa, pastillas adelgazantes, cremas reductoras, parches, diuréticos y laxantes. Una amplia y variada oferta de productos al alcance de consumidores ávidos de encontrar la fórmula que les permita perder peso en un breve espacio de tiempo, algo que los expertos califican de autoengaño. Fernando Cordido, especialista en endocrinología y nutrición del hospital coruñés Juan Canalejo, advierte que las severas y carentes dietas a corto plazo «no cumplen la premisa fundamental» y explica que esta clase de regímenes se caracterizan por la monotonía y por no incluir todos los nutrientes. «En general, provocan alteraciones nutricionales y a la largo plazo son imposibles de mantener». A la última moda Acerca de las cápsulas, cremas reductoras, parches y similares, el doctor Cordido sostiene que estos productos son un fraude. «No tienen niguna eficacia. No hay ningún estudio medianamente serio que lo demuestre y me parece grave que se vendan productos milagro, sin ninguna base científica, en farmacias». Por el contrario, la farmaceútica Pilar Cachafeiro, aunque deja claro que estos productos no son milagrosos, considera que siempre y cuando se acompañen de ejercicio físico y de una dieta equilibrada, sí funcionan. Advierte también que son productos de temporada, cíclicos, que se venden muchísimo antes y durante el verano y las navidades, pero que a partir de septiembre las ventas caen drásticamente. Para la farmacéutica Ariana Rodríguez, el origen del sobrepeso, que sufre en torno al 50% de la población y un 15% con problemas de obesidad, se encuentra en los hábitos culturales y concretamente en la insatisfacción. Opina que las personas «buscan la felicidad y apaciguan la carga del día a día mediante la comida». Según ella, es un problema social y bipolar porque la pretensión de «conciliar la vida laboral con la personal es un mito». Las prisas generan ansiedad y si a eso le añades que la oferta es amplísima tanto de productos precocinados como de tratamientos adelgazantes al final se comprenderá cuán difícil es escapar de la rueda. «Lo que en realidad nos debería preocupar no son los kilitos de más, eso es sólo una de las consecuencias, lo importante es averiguar de dónde viene el malestar, qué nos lleva a comer más de la cuenta, a no hacer ejercicio, es decir, a no cuidarnos como es debido». Apunta que el entorno es decisivo y que detrás de la polémica que suscita el culto al cuerpo puede esconderse un problema educacional, porque quién nos obliga a tomar como referente a la top de moda. «Al no conseguir que cada uno sea dueño de su propia vida, por qué no intentarlo con el cuerpo». El entorno y los genes El endocrino Fernando Cordido subraya que el problema del sobrepeso es debido tanto a factores socioculturales como al componente genético. «Fundamentalmente, la disminución del ejercicio físico, puesto que ahora practicamente sólo existen profesiones sedentarias, hasta la labor de los labradores se ha mecanizado». Con respecto a la alimentación, afirma que ahora mismo hay un exceso de alimentos ricos en grasas, que favorecen al sobrepeso. Y señala que, por supuesto, influyen los hábitos culturales, especialmente los del Norte: «Todo lo celebramos con comida, no hay día de verano o festejo en el que se reúne toda la familia en el que no esté presente toda un fiesta gastronómica». Este destacado especialista destaca que una dieta sana es sinónimo de una dieta variada, «que garantice un aporte de todos los diferentes nutrientes, pero vigilando siempre las cantidades». Ésa sería, pues, la única «fórmula mágica», si se pueden emplear esas palabras, para no jugar con nuestra salud; alimentos variados, con pocas grasas, sin dejar de lado la práctica de deporte continuado de una forma moderada: la clave, como en tantas otras cosas, está en no abusar. El consumo de laxantes ha aumentado significativamente entre adolescentes. Circunstancia que el doctor Cordido tacha de disparate porque «se pierde peso rápidamente, pero sólo de líquido, cuando lo que hay que tratar es de perder, lenta y progresivamente, tejido adiposo». Pese a que los trastornos alimenticios graves sólo afectan a una minoría, ésta va en aumento. Y no pocas veces tienen resultados irreversibles, cuando no nefastos, tanto por la obsesión como por el abuso, para salud. La farmacéutica Ariana Rodríguez señala dos tendencias, la de quienes rinden estricta adoración al cuerpo flaco a través de «crueles regímenes»: anorexia nerviosa. Y los bulímicos, que tras ingerir grandes cantidades de comida se deshacen de los remordimientos de conciencia vomitando. En ocasiones, hasta las mamás animan a sus hijas a guardar la línea porque consideran que unos kilos de más pueden determinar el futuro de sus queridas niñas. El torbellino de la vida moderna con sus prisas, estrés, afán consumista, delirios de perfección y dominio absoluto, no es que no ayuden, que también, sino que además sus efectos se dirigen directamente al cuerpo. Pero la voz del cuerpo sano habla un lenguaje bien distinto: paseos, ejercicio al aire libre, dietas variadas, horas de sueño sagradas, nada de estimulantes y para los que se lo tomen muy en serio reír y bailar al menos dos veces al día. No existe mejor terapia para el vigor de un cuerpo sano, en una mente sana. Y esto, ya lo dijeron los romanos.

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