Diario de León

Tres exposiciones sobre nosotros mismos

El Musac abre tres muestras que permanecerán durante los tres próximos meses y que, después de «Emergencias» nos reconcilian con la vida

JESÚS

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León

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El Musac inaugura la nueva temporada con tres exposiciones que nada tienen que ver con la que abrió el proyecto del Museo del presente. Son tres: Vibraciones, de Dora García, una investigación de las influencias del sonido, Sujeto, una muestra del retrato contemporáneo, y The Last Word (La última palabra), de la iraní Shrin Neshat. Tres muestras de arte contemporáneo que tienen bastante que ver entre sí aunque a priori parezca lo contrario. Las tres basan su expresión artística en la búsqueda de la emoción humana. Vibraciones supone un viaje hacia la comunicación, comunicación entre el ser y su entorno, única manera de encontrar la propia identidad. Es el viejo paradigma de que sólo se comienza a existir verdaderamente cuando rebasa la frontera del yo. Lo mismo ocurre con Sujeto. Lo importante de esta muestra no son tanto los nombres que firman las imágenes que nos observan sino de qué manera nosotros somos capaces de encontrarnos en esas miradas. Es, por lo tanto, una búsqueda de la propia identidad en el otro. Se trata del axioma según el cual existimos porque estamos en el mundo, porque transcendemos de manera constante. Ese espejo, portada del libro sobre la muestra, es por tanto mucho más que una anécdota, y Sujeto es una exposición que protagonizará todo el que se acerque al Musac. Resta The Last Word, la obra más que brillante de la iraní Shrin Neshat. Un conjunto de imágenes y vídeos sacuden al espectador desde el primer momento en el que accede a la sala. Violencia y belleza se dan la mano de manera magistral en los primeros retazos que se permite ver al público. La brutalidad del mundo islámico imperante hoy en día se mezcla de esta manera con la poesía, con el esplendor del misticismo milenario persa para crear, en el que asiste a la escena desde el otro lado del cuadro, una sensación de temor, ternura y respeto reverencial hacia las mujeres que, pese a la iraccional crueldad bajo la que tienen que vivir, son capaces de mantener su dignidad. El recorrido nos lanza como un torbellino hacia el lugar en el que se desarrollan las escenas. Hombres y mujeres separados por tan sólo un muro pero expulsados por una pared de siglos, por el silencio que, sin embargo, retumba con el ulular frenético de la fiesta en que se desenvuelve la creación. Violencia, fuerza, determinación, valentía, belleza, incomprensión... Shrin Neshat esculpe muchos más adjetivos y nos los ofrece sin avisar, como hace la vida, y como sucede cuando al final llega la muerte, como esa civilización persa que lucha por sobrevivir a Jomeini. La fuerza de The Last word nos lleva a saborear de nuevo los versos del poeta: «Sepultadme, amigos míos, en un hermoso jardín, donde huyendo del calor estival, se den cita las viejas amistades; bajo las verdes ramas que asomen por el muro, y que dejarán caer sus flores sobre mi tumba».

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