Diario de León

La revolución del MP3 cumple diez años

Han acelerado la jubilación del discman, fueron el regalo estrella las pasadas navidades y van camino de convertirse en un bum tecnológico similar al de los móviles. La fiebre por los reproductores MP3 se aviva, ¿quién no quiere llevar su disco

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CÉSAR RODRÍGUEZ | texto
León

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España vive la fiebre de los reproductores MP3. En un bum tecnológico sólo comparable al de los teléfonos móviles, a lo largo del año se venderán dos millones de estos aparatos de audio portátil en todo el país. Han jubilado definitivamente al discman. Y es que permiten llevar hasta una discoteca entera en el bolsillo, no necesitan discos y su calidad de sonido roza la de los cedés corrientes. Si a estas prestaciones se suman una casi continua reducción de los precios, el aumento de la oferta con nuevos modelos y distintas marcas, mejoras y funcionalidades como la radio, la pantalla o incluso el almacenaje y el visionado de fotos digitales, la fiebre tiene fácil explicación. Gracias a la informática, 9.000 canciones (la capacidad de almacenamiento de un iPod con 20 gigas de memoria) caben en un aparato no más grande que una calculadora. Mucho antes de que existieran los reproductores, cuando el walkman de casete reinaba en la música portátil, los investigadores del Instituto Fraunhofer, en Alemania, registraban la primera patente de un formato de audio digital comprimido que permitía reducir mucho el tamaño de los archivos sin apenas perder calidad. Las pruebas eran concluyentes: en un cedé, en lugar de diez canciones, cabían cien o más. El invento de los matemáticos alemanes sólo tenía un defecto, hacía falta un ordenador para poder reproducir las canciones comprimidas. Y a finales de los ochenta había muy pocos fuera del ámbito académico. Siguieron trabajando en él. Ocho años y muchas patentes mediaron hasta que el 14 de julio de 1995 uno de los investigadores, Karl Heinz Brandenburg, usó por primera vez la extensión .mp3. En 1995 el panorama había cambiado. Aunque los archivos creados en el Fraunhofer seguían sin poder ser reproducidos en otro dispositivo diferente a un ordenador, los pecés y los Mac ya habían trascendido los límites de la Universidad y las grandes corporaciones. Con la popularización de los ordenadores, Internet, creada durante la guerra fría con fines militares, se convirtió en una Red abierta a millones de usuarios de todo el mundo. Con su extensión llegó el triunfo del MP3. Gracias a sus capacidades de compresión, que hicieron posible el intercambio de ficheros musicales por la Red, el MP3 se hizo, contra los deseos de la industria discográfica, muy popular. A pesar de que las compañías llegasen a identificar el formato con la piratería -sobre todo durante los procesos judiciales contra Napster o AudioGalaxy- , y de la aparición de otros formatos de audio comprimido más evolucionados, cada día en Internet se descargan y comparten millones de canciones en este formato. La mayoría de las veces, sin pagar un céntimo y haciendo caso omiso de cualquier copyright, a través de las redes de intercambio de archivos P2P (Peer to Peer, redes entre ordenadores particulares). Más allá de la informática Hoy, el MP3 es el principal formato estándar de música comprimida. Y su reinado va mucho más allá de la informática. No en vano hace seis años que dio el salto a otro tipo de soportes distintos al ordenador. Y no sin polémica. Bajo la marca Rio, en 1998 salió a la venta el primer reproductor portátil MP3. Pero la Asociación de la Industria Discográfica estadounidense (RIAA, en sus siglas en inglés), que veía el adelanto tecnológico como una nueva vía para la piratería, demandó a la compañía fabricante del reproductor, Diamond Multimedia. La industria pretendía ponerle puertas al campo y, aunque las ventas de los productos Rio fueron bloqueadas hasta que los tribunales desestimaron la acción legal de las discográficas, no pudo frenar el nacimiento de un nuevo mercado. Llegaron a las tiendas cientos de aparatos similares. Y con ellos una revolución en la forma de escuchar música: ya no hacían falta los discos, el discman tenía los días contados. Aunque Diamond fue la compañía pionera, quien popularizó y logró hacer negocio con los reproductores MP3 fue Apple con su iPod. La compañía que creó el Macintosh domina el 75% del mercado estadounidense con una gama completa de reproductores fiables, potentes y elegantes. Apple ha sabido abrir un mercado donde la mayor parte de la industria sólo ha planteado batallas judiciales contra la piratería. La tienda digital de la compañía, la popular iTunes, ha vendido 500 millones de canciones a través de la Red. Descarga de canciones Su ejemplo ha sido imitado. Hoy, según la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI), en el mundo hay más de 300 tiendas donde descargar música legalmente. Los datos parecen reforzar esa apuesta; en el primer semestre del año, la venta de música por la Red se ha triplicado. En España, más allá de que la descarga de música de la Red se haga respetando o no el copyright de las canciones, la expansión de los reproductores MP3 parece imparable. Según un informe de la consultora GfK, las unidades vendidas de marzo del 2004 a mayo del 2005 suponen un 10% del total europeo. España ocupa el cuarto lugar, tras el Reino Unido, Alemania y Francia, y muy por delante de Italia. No está nada mal para un país que tradicionalmente ocupa los últimos puestos en el ránking comunitario que mide la implantación de la Sociedad de la Información. Según el citado estudio, los españoles prefieren los modelos más pequeños y baratos, que en vez de disco duro utilizan memoria flash. Dentro de esta gama, los aparatos cuatro en uno son los más adquiridos. Además de reproducir música en MP3, permiten escuchar la radio, grabar sonido, y almacenar datos como si se tratara de un llavero USB. En cuanto al tamaño de la memoria, el estándar en un año se ha multiplicado por cuatro: de 256 megas (cuatro horas de música) a un giga, y por el mismo precio.

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