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El sucesor de Gaudí vuelve a sorprender en Valencia

El español Santiago Calatrava renueva la arquitectura con un colosal edificio que se sitúa a la cabeza de los grandes recintos operísticos de todo el mundo y que vuelve a reflejar su maestría: el Palau de les Arts Reina Sofía levanta el telón

MANUEL BRUQUE

Publicado por
León

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Ayer sábado se inauguraba el Palau de les Arts Reina Sofía, creación del arquitecto valenciano Santiago Calatrava que se ubica en el complejo cultural de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. El coliseo ocupa un total de 40.000 metros cuadrados y está rodeado por un entorno verde de más de 87.000 metros cuadrados de ajardinamiento y láminas de agua de 11.600 m2 con paseos circundantes. La cubierta o pluma es el elemento más espectacular del edificio y presenta unas medidas de 237 metros de longitud y más de 70 de altura. Concebido como el mayor espacio operístico construido hasta la fecha, en el interior del recinto se han habilitado cuatro salas. La principal está concebida como el elemento catalizador del edificio y dispone de unas 1.700 plazas, distribuidas entre patio y cuatro niveles de palcos. Cuenta además con los sistemas más avanzados para la representación operística. Por ejemplo, el foso de la orquesta, el tercero más grandes del mundo, puede adoptar, mediante cuatro planos móviles, distintas configuraciones y alturas, con el fin de alcanzar la máxima calidad sonora en función de la ópera a representar o de la interpretación del director. Completan las instalaciones un aula magistral, con una capacidad de 400 personas y destinada a actuaciones en directo de pequeñas formaciones musicales; el Anfiteatro, que podrá albergar a más de 1.500 espectadores, y un Teatro de Cámara-Sala de Exposiciones, situado en el edificio dedicado a las artes aplicadas, adyacente al Palau, con capacidad para 400 personas y donde se ubicará la futura Academia de perfeccionamiento. Última tecnología Sin duda alguna, el espacio más grandioso es la sala principal. Concebido como recinto de ópera fundamentalmente, pero convertible en escenario para ballet y otras artes escénicas, es el elemento generador del edificio tanto en su aspecto formal como estructural. Con más de 1.700 plazas , distribuidas entre patio y cuatro niveles de palcos, dispone de los sistemas más avanzados para la representación operística: Las butacas están dotadas de pantallas de texto que permiten el seguimiento de la ópera en varios idiomas. Además, el foso de la orquesta puede adoptar, mediante cuatro planos móviles, distintas configuraciones y alturas, alcanzando la máxima calidad sonora en función de la ópera a representar o de la interpretación del director. El interior del patio de butacas se entiende como un único volumen donde se dispondrán todos los espectadores de tal modo que todos tengan una visión global de la sala. La sección longitudinal de ésta se genera a través de la línea de visuales del espectador hacia el escenario. Se disponen en cuatro alturas de los paramentos verticales, los palcos de la ópera tan característicos en este tipo de edificios. Con sus 180 metros cuadrados y capacidad para 120 músicos, el foso de la orquesta pasa a ser el tercero más grande del mundo, después de la Bastilla e igual que el Teatro Real de Madrid. Su filosofía arquitectónica Premio Príncipe de Asturias, Santiago Calatrava concibe cada proyecto como una obra viva relacionada entre cada una de las partes que lo componen, por lo que se ha llegado a comparar su obra con la de Frank Lloyd Wright o Antoni Gaudi. Adquieren una gran importancia en sus obras los esqueletos humanos a la hora de diseñar sus obras como elementos esteticos y contenedores de vida. Retoma del gótico la sinceridad estructural, diferenciando la estructura del cerramiento, así las fuerzas se transmiten de forma más natural, substituyendo las estructuras de vigas y pilares, más rígidas, por otras más eficaces inspiradas en la colocación del material y el encauzamiento de las fuerzas hasta el terreno, empleando como principales materiales de construccion el hormigon y el hierro. «Queríamos un arquitecto que nos llevara a lugares que ni siquiera pudiéramos imaginar», comenta Russell Bowman, director del Museo de arte de Milwaukee. Fue así como eligieron a Calatrava. El arquitecto valenciano se inspira en formas naturales en movimiento -olas que ondolan, árboles movidos por el viento, pétalos de flores abriéndose-. Es el caso del pabellón del museo citado anteriormente, que se abre como las alas de un cisne, o las columnas inclinadas de hormigón del enorme aeropuerto de Satolas, a las afueras de la ciudad francesa de Lyon. Éstas parecen estirarse como las piernas de una bailarina. No es extraño que haya recibido laudatios de toda índole. Parafraseando a Gaudí, puede decirse que en la obra de Calatrava se cumplen las condiciones para que un objeto sea altamente bello: «Es preciso que su forma no tenga nada de superfluo, sino las condiciones materiales que lo hacen útil, teniendo en cuenta el material y los usos a prestar. Cuando las formas son más perfectas, exigen menos ornamentación».

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