Diario de León

Un krausista que inició la revolución de la mujer

Fernando de Castro | Leonés, krausista y heterodoxo, este institucionista abanderó la lucha para promocionar socialmente a la mujer

Publicado por
RAMÓN NATAL | texto
León

Creado:

Actualizado:

Hace pocos meses el Instituto Leonés de Cultura publicaba un libro titulado: Fernando de Castro. Católico liberal, krausista y heterodoxo . Su autor, Máximo Carracedo Sancha. El prologuista Juan Mª. Laboa reconoce que la iglesia de entonces no supo comprender adecuadamente a personalidades heterodoxas. «Es la historia de Sanz del Río, Azcárate, Tomás Tapia, Lázaro Bardón y tantos otros cristianos, con una sensibilidad religiosa fuerte, pero, a veces, mucho más duchos en filosofía que en religión». Fernando de Castro nació en Sahagún en 1814 y a los quince años se inicia en la vida religiosa: «el primer acto de propia individualidad de que dí señal fue que destinándome a entrar en religión, preferí la Orden Franciscana a la Benedictina, por ser más pobre y austera y conformarse más con las estrecheces y sufrimientos del Pueblo al que me inclinaba por instinto. ...Dentro del Instituto Franciscano elegí la reforma de los Descalzos, vulgo Gilitos, habiendo profesado en San Diego de Valladolid». Después de su profesión fue destinado al convento de san Antonio de Ávila, dedicado al estudio de la Filosofía en la provincia franciscana de san Pablo. Tras realizar los estudios de Filosofía, se trasladó al convento de san Gabriel de Segovia para completar los estudios de Teología. Compaginaba sus estudios con el trabajo de «hospedero y enfermero», dado su deseo de ayudar a los semejantes. Tanto el Conde de Toreno como el ministro Mendizábal decidieron la reduccción de conventos y, finalmente, la «exclaustración general». Fernando de Castro fue exclaustrado en 1836. Según Máximo Carracedo, «la situación del exclaustrado no era fácil. La ley civil no los reconocía como verdaderos religiosos, pero el exclaustado no dejaba de sentirse íntimamente y ante la Iglesia como religioso, aunque la realidad no le permitía vivir en comunidad. El Gobierno de Isabel II posteriormente permitió que los exclaustrados pasaran a la jurisdicción de los obispos». El auténtico impulsor de la reforma descalza fue san Pedro de Alcántara, confesor de Santa Teresa de Jesús, y que no era de Alcántara sino de un pueblo cercano a la ciudad de León. Probablemente los leoneses influyeron en los leoneses. Desde su cargo en la Biblioteca Pública trabajó para recuperar valiosos documentos y cuadros totalmente abandonados en los conventos. Fernando de Castro dejó los hábitos franciscanos pero no las virtudes franciscanas. Según nos dice en su Memoria Testamentaria: «Del claustro pasé al Seminario Conciliar de san Froilán de León, donde fuí catedrático y vice-rector». También ejerció de primer bibliotecario interino de la Biblioteca Pública de León, Secretario y vocal de la Sociedad Económica de Amigos del País. En 1845 se trasladó a Madrid en donde fue Profesor de la Universidad, Catedrático y Rector. Tuvo el cargo de Capellán de honor de la Reina Isabel II. Senador por León, murió en 1874 «sintiéndose fuera de la Iglesia Católica». Fernando de Castro participó en Madrid, junto con sus amigos krausistas o institucionalistas, en diversas actividades reivindicativas. Según Manuel de Azcárate: «la persecución la inició en 1865 el Gobierno del general Narváez, en concreto, Manuel de Orovio, ministro de Fomento, responsable de la enseñanza, que expulsó de sus cátedras a Julián del Río, Fernando de Castro y Nicolás Salmerón». Pablo de Azcárate amplía esta información, afirmando que la situación provocó una reacción en cadena. La protesta de Fernando de Castro y sus colegas se reprodujo y cobró grandes dimensiones. El Gobierno trató de pararla, encerrando a a Giner de los Ríos en el Castillo de Santa Catalina (Cádiz), a Salmerón en Lugo y a Gumersindo de Azcárate en Cáceres. Tras la revolución gloriosa de 1868, Fernando de Castro y sus compañeros de protesta, fueron repuestos en sus cátedras. Fernando llegó a Rector de la Universidad y aprovechó su puesto para impulsar la pedagogía diferencial, la enseñanza primaria y secundaria a fin de que las mujeres recibieran similar educación a los hombres. Considera que la igualdad entre hombre y mujer ya está en la Biblia, es una verdad evangélica: «démosle una compañera semejante a él». Fernando de Castro y Concepción Arenal pioneros en la lucha por los derechos de la mujer. Yvonne Turin considera que Fernando de Castro defendía la promoción de la mujer como un pilar imprescindible para la modernización de España: las naciones europeas más avanzadas ya han dado ejemplos en este sentido. En 1870 Fernando de Castro fundó la «Asociación para la Enseñanza de la Mujer» para «contribuir al fomento de la educación e instrucción de la mujer en todas las esferas y condiciones de la vida social». En la linea de las doctrinas progresistas de Fernando de Castro, en 1878 esta Asociación creó la Escuela Superior de Comercio para señoras y en 1883 la Escuela de Correosa y Telégrafos. Un año después fundaron la Escuela Primaria Superior, la Escuela Elemental y la Escuela Preparatoria para el ingreso en la Escuela Normal Central de Maestras. Algunos años más tarde, Ortega y Gasset también apostó por las posibilidades de la mujer en la investigación y la ciencia, por eso contrató como profesora de su departamento la la excelente escritora María Zambrano. Ortega «profetizó» que las mujeres salvarían la cultura. AAzorín asegura que entre los intelectuales krausistas merece especial mención don Fernando de Castro. Azorín subrayó desde el primer momento la valía de Fernando de Castro: « he dicho repetidas veces que la historia del movimiento intelectual castellano moderno no se ha escrito todavía. ...Cuando se estudie el desenvolvimiento intelectual del siglo XIX habrá que conceder un gran espacio al grupo que podríamos llamar krausistas; es decir, a un núcleo de pensadores y de publicistas que, alrededor de Sanz del Río, de Giner y de Fernando de Castro, crean como una atmósfera espiritual, que a su vez, halló repercusión en el periodismo y aún en los debaters parlamentarios». Azorín asegura que entre todos estos intelectuales «merece especial mención don Fernando de Castro». Díaz de Cerio cree que Fernando de Castro se adelantó un siglo al Concilio Vaticano II. Ya en 1866 Fernando de Castro pidió un Concilio para tratar los graves problemas de la iglesia y de la religión en el mundo actual. Él mismo y alguno de sus compañeros padecieron esta falta de «puesta al día» de la iglesia. El papel de la religión debería centrarse, según sus deseos, en conseguir la justicia de los Gobiernos, la paz de los Estados, el ser un elemento de orden y un germen de la verdadera libertad. La religión higiénica La Iglesia debe ser el buen samaritano y actuar como obraron san Vicente de Paúl, san Francisco de Asís, san Juan de Dios y Santo Toribio de Mogrovejo, arzobispo de Lima, oriundo de Mayorga. Predicó la independencia y la concordia de los poderes civiles y religiosos, de la Iglesia y del Estado. Abellán está convencido de que Fernando de Castro bajó la filosofía a la calle: «Hay que unir el telégrafo y la bendición Urbi et Orbe, la ciencia y la religión. Una religión válida para todos los estados sociales». Esta es la historia de un hombre rural, preocupado por la religión, por la política, por la ciencia y por el prójimo. Alcanzó grandes cotas de poder en la urbe: Académico de la Historia, Rector de la Universidad, Senador, Capellán de la Reina. No comprendía las diferentes oportunidades para hombres y mujeres. La educación desigual producía un verdadero divorcio entre hombres y mujeres. La desigualdad convierte a ambos en dos extranjeros que cogen el mismo tren y que viajan a la misma ciduad pero que no pueden comunicarse durante el viaje porque tienen distinta educación, diferente cultura y distinto lenguaje. Amigo de sus amigos, intervino como orador en el entierro civil de Sanz del Río (1869), manifestando su plena heretodoxia católica. No le abandonaron sus colegas y amigos. En las honras fúnebres de Fernando de Castro intervinieron Nicolás Salmerón y Giner de los Ríos: Salmerón leyendo un texto de la «Memoria Testamentaria» y Giner comentando las «Bienaventuranzas» y «Mandamientos» de Sanz del Río. En la «Historia de la Literatura Leonesa», Francisco Martínez García, reconoce que fue grande la actividad humanitaria, política e intelectual de Fernando de Castro. Reconoce Martínez que: «el hecho de que haya sido ignorado, injusta e indebidamente, es un aliciente para cederle aquí el puesto de honor que le corresponde».

tracking