Diario de León

El «losino» o la supervivencia de lo autóctono

Esta raza equina de Las Merindades estuvo a punto de desaparecer hace veinte años y aún sigue en peligro de extinción

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M. MARTÍN | texto
León

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El otoño ha entrado con fuerza en el Valle de Losa. La lluvia y el frío han teñido de colores ocres, amarillentos y anaranjados el paisaje de las Merindades, al Norte de la provincia de Burgos, donde habitan algunos de los ejemplares supervivientes de la raza del caballo losino, que en esta época se ocultan entre la espesura del monte, huyendo del clima adverso. Sin embargo, abandonan el abrigo del monte al sonido del motor del todo terreno de Eduardo Ruiz, uno de los criadores de esta raza, en concreto en el núcleo de cría de Quincoces de Yuso. «Son muy huidizos, pero también muy sociables», señala, al tiempo que toca el claxon y vocea a los caballos para incitarles a acercarse al camino, donde les esperan, como recompensa, varios puñados de sal gorda, de la que extraen minerales necesarios para su alimentación y que no encuentran en la naturaleza. Así, viven en un estado 'semisilvestre' durante todo el año, con la única excepción de los potros nacidos en el año. «Los potrillos pasan su primer invierno abajo, en el pueblo, porque en el monte podrían morirse de frío y acabar también con las madres si tuvieran que alimentarles», explica este criador equino y también veterinario. Otros peligros para los caballos son los lobos, cuyos ataques acabaron con varios ejemplares el invierno pasado, y el propio monte donde habitan, muy abrupto, rocoso y con multitud de grietas en las que los animales pueden tropezar y fracturarse algún hueso, provocando, en algunos casos, su sacrificio. Pese a todo esto, la raza losina está renaciendo de sus cenizas. De hecho, si actualmente hay cerca de medio millar de ejemplares distribuidos entre el Valle de Losa (180) y los Montes Obarenes, en las inmediaciones de Pancorbo (300), hace 20 años esta raza estaba prácticamente extinguida. Y es que en los años ochenta, con la implantación de la mecanización en las labores agrícolas, perdió su utilidad para el trabajo en el campo, con lo cual dejó de ser un caballo rentable y cayó en el abandono por parte de los ganaderos de la zona. Continuó así viviendo en su hábitat, pero de forma salvaje -condición originaria del losino- cruzándose con ejemplares de otras razas, por lo que peligraba la extinción de la pureza de una raza autóctona de Las Merindades, cuyo origen se pierde en el tiempo (se habla de 40.000 años atrás) y podría proceder, según diversas teorías, del tronco celta (del que arrancan otras especies del norte de España, como el asturcón y la jaca cantábrica) o bien del tronco castellano.

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