Chrysler 300C 3.0 CRD, ambiente retro con diesel «grande» PT Cruiser, inyección de potencia turbodiesel
Los americanos, ¿quién lo diría?, se apuntan a la moda diesel... de la mano de la Daimler-Benz. El Chrysler 300 C, heredero de aquellos ampulosos «haigas» de los cincuenta, sueño dorado europeo a mediados del XX, adopta ahora una de las mecánic
Cinco metros «de coche» y más de 1.900 kilos de romana , motorizados por un potente (218 CV) gasóleo V6, convierten el sueño americano (¿) en un producto tan de hoy... que casi se diría a la medida -hay que contar, eso también, con una «abundante» plaza de garaje- de un mercado que, como el europeo en general y español en particular, se muestra especialmente receptivo a este tipo de solución mecánica que, dicho sea de paso, nunca antes había tenido -ni tiene en el mercado matriz- sitio, ni predicamento alguno, en los catálogos USA. El tal sacrilegio se declina ahora en un coche de lo más apetecible en lo estético y no menos atractivo en lo dinámico: estética retro (la parrilla y los generosos aletines son una buena muestra), lujo interior y la posibilidad de superar los 700 kilómetros sin necesidad de visitar el surtidor, convierten a nuestro protagonista en un coche de lo más singular. Al menos, lo que no es poco, en una elección que se sale de lo corriente. Tanto en carrocería de cuatro puertas (39.950 euros) como familiar Touring (42.450 euros), a la innegable belleza estética del 300 C se añade la también innegable practicidad que proporciona el turbodiesel firmado por Mercedes (la casa matriz de Chrysler). A nadie se le oculta que, de un tiempo a esta parte, las mecánicas diesel han tomado carta de naturaleza en la mayoría de segmentos comerciales del actual panorama automovilístico a este lado del Atlántico, de forma que esta nueva aplicación mecánica le viene de maravilla al 300 C, se diría que ya la pedía a gritos: 8,0 segundos en aceleración de cero a cien, 230 por hora de punta y una cifra de consumo tan razonable como los 9 litros de media ponderada que se anuncian para nuestro protagonista. El caso es que, en estos primeros compases del XXI, Chrysler parece firmemente decidida a meter una cuña -no tan testimonial como a primera vista pudiera parecer- entre las más enjundiosas realizaciones de los más afamados europeístas (Audi, BMW, Volvo... incluso sus «hermanos» de Mercedes) con un coche bien atractivo que, fiel a su propia genética, no renuncia a una ampulosa parrilla cromada, tampoco a la propulsión trasera ni, por descontado, a un interiorismo en el que se respira «haiga» por los cuatro costados. Lo que tampoco implica renunciar -plegarse más bien- a ciertas «exigencias» del mercado europeo. Suspensiones que nada tienen de blandi blu , más bien al contrario, mecánica alemana... y precio de lo más competitivo. Eso sí, por aquello de no renunciar del todo a sus particulares herencias, el 300 C considera «inapreciables» ciertas carencias que hoy se han hecho inexcusables en los productos europeos, como es el caso del automatismo en el encendido de luces -los limpiaparabrisas sí lo tienen- o el arranque por botón -menuda «ordinariez»- o una ergonomía interior que tampoco se rompe vestidura alguna por contar con un voluminoso túnel central de transmisión. Y es que, a lo mejor, es este parte del encanto del modelo en cuestión. Bueno... tampoco está mal, puede renunciarse -o adaptarse- a ciertos parámetros de un mercado en particular, pero... tampoco a todos. La guinda viene dada por la adopción de un cambio automático de 5 marchas, que proporciona mucha más satisfacción que los también automáticos de 4 velocidades que actualmente se montan en las motorizaciones V6 de gasolina. El capítulo de equipamiento está tan bien cubierto como que el 300 C-CRD monta 8 airbag, ABS, ESP, climatizador automático, faros de xenón y sensores de aparcamiento, por citar sólo algunas de las aplicaciones más significativas y acordes con la categoría del modelo. Eso, por no hablar del asiento del conductor regulable eléctricamente hasta en ocho posiciones, el volante multifunción también regulable eléctricamente, el climatizador, las llantas de 18 pulgadas -que le proporcionan un impresionante aspecto-, los faros de xenón, etc. En suma, que en un envoltorio de rompedor estilo, el turbodiesel V6 heredado del Mercedes E320 CDi, le viene de perillas al yankee , tanto por progresividad como por consumos, sobre todo teniendo en cuenta la envergadura del 300 C, con lo que Chrysler puede estar orgulloso de presentarse en el competido campo de los modernos turbodiesel con un producto bien digno y con evidentes argumentos para hacerse un hueco en el corazón de los españoles que sigan añorando, y gustando, de un genuino haiga como aquellos con los que soñaron sus padres y algún que otro de sus abuelos. De nuevo entre nosotros... ¡atrévase!. El Personal Transporte de Chrysler adquiere una nueva dimensión con la llegada de la motorización turbodiesel de origen Mercedes (rampa común, turbo de geometría variable e intercambiador térmico) que el fabricante de la estrella plateada monta en el 220 CDI de la Clase C y que, a nadie se le oculta, le vendrá de perillas al PT. Tampoco se le oculta a nadie que el éxito del PT se basa en su particular diseño, así que los responsables de Chrysler han aprovechado, junto con la nueva implantación mecánica, para maquillar un poco más los trazos del Cruiser. Nada que «desvirtúe» la línea -¡sólo faltaba!- aunque sí refrescándola con unos leves retoques. Junto al «logo alado» de mayores dimensiones incorporado a la parrilla frontal cromada, se adoptan unos redondos antiniebla y unos faros que reafirman la formas de lágrima. Mientas en la zaga se recurre a un discreto alerón rematando la parte superior de la luneta y pintado en el mismo color de la carrocería. En el interior se acusan más los cambios. Se ha optimizado la instrumentación (relojes más grandes y legibles), nueva consola central y también volante de nueva factura; se modifican las salidas de aireación y se sustituye el «descafeinado» reloj digital por uno analógico, mucho más bonito y acorde con la general filosofía retro del PT. También se han cambiado las tapicerías y los acabados de interiorismo, a la vez que se añade un reposabrazos deslizante, con toma de corriente para cargar el teléfono portátil. Incluso se han revisado al alza algunos conceptos de confortabilidad (radio en posición más alta) y seguridad, como es el caso del airbag de rodilla para el conductor y los airbag frontales, que son ahora de doble etapa de inflado. Volviendo a la nueva implantación mecánica, el tetracilíndrico de 150 caballos (un 25% más de potencia que su antecesor) con, lo mejor, un par de 30,6 metros/kilo entre 1.600 y 3.000 vueltas, juega sus mejores bazas en un mayor refinamiento dinámico -ligera reducción de consumo- y en conseguir parar el cronómetro en 10,8 segundos (1,3 segundos menos) cuando se trata de acelerar de cero a cien; la punta se sitúa en 183 por hora y el consumo medio en 6,7 litros. Incluso se ha reducido el nivel de rumorosidad, lo que siempre es de agradecer en un gasóleo. La clave de estas bondades está en la adopción del turbo de geometría variable, aunque también, quizá sobre todo, en el «intercooler» de mayor tamaño y en el sistema de rampa común de última generación. Así que, con todos estos mimbres y el componente de enamoramiento que cada cual quiera aportar, que tampoco será pequeño, el Personal -personalísimo- Transporte de Crucero , propuesto ahora por Chrysler, seguirá teniendo un hueco en el corazón de los incondicionales... y de quienes puedan serlo a partir de ahora. Por cierto, para la versión descapotable, habrá que esperar hasta principios del próximo año 2006.