Cristóbal Colón, navegante meseteño
El almirante genovés recorrió gran parte de la actual comunidad desde 1486 hasta su muerte en el año 1506, siguiendo a la Corte en busca de apoyo para su proyecto
En 1477, un joven navegante italiano arriba en las costas de Portugal, con un proyecto bajo el brazo: la creencia firme en que a través del Atlántico se puede alcanzar Asia y de ese modo abrir una nueva ruta de comercio que proporcionaría grandes riquezas al Reino que impulsara la aventura. Permaneció en tierras lusas doce años, sin lograr convencer al monarca Juan II de que financiara su expedición, de forma que, en busca de nuevas vías de apoyo, acudió a los Reyes Católicos. En 1485 entró en el actual territorio español por la provincia de Huelva y un año más tarde, siguiendo los pasos de la Corte, pisó las actuales tierras de Castilla y León. Según el estudio realizado por el historiador vallisoletano Javier Burrieza y en base al cual se han organizado los actos conmemorativos del V Centenario de la muerte de Colón, es posible que el primer encuentro significativo que celebrara el almirante en la región sucediera en el monasterio de Nuestra Señora de Prado de Valladolid, con fray Hernando de Talavera, presidente de la Junta de expertos que debía determinar la viabilidad del proyecto colombino. La citada Junta, formada por «sabios, letrados y marineros», según narran las crónicas, se reunió en Salamanca en 1486, después de que Colón fuera recibido en audiencia por los Reyes Católicos por primera vez en Alcalá de Henares. En la capital charra permaneció el almirante desde ese otoño hasta la primavera de 1487. Así lo asegura el escritor Manuel Fernández Álvarez, que en estos momentos está ultimando una biografía sobre el descubridor, que verá la luz en unos meses. Rechazos y apoyos «Es indudable que Colón estuvo en Salamanca ese invierno, ya que él seguía a la Corte, que le concedía una pequeña asignación intermitente, y tenía el máximo interés de exponer ante los monarcas su proyecto de viaje atravesando el mar tenebroso, algo que hasta entonces no se había hecho». De este modo, «puesto que sabemos que la Corte estuvo aquí en esa fecha, no hay duda de que Colón también». Fernández Álvarez apunta además a una «tradición oral» que arranca de un periodo «relativamente cercano a los hechos» y se refiere a la creencia de que Colón se alojó durante su periplo salmantino en el Convento de San Esteban, de la Orden de los Dominicos, donde se dice además que pudo explicar su teoría en una de sus salas. Precisamente de aquí pudo arrancar la amistad que el descubridor estrechó con el fraile dominico salmantino Diego de Deza, que llegó a ser obispo de Zamora, Salamanca, Palencia y Jaén, además de arzobispo de Sevilla y Toledo, inquisidor general y tutor del Príncipe don Juan, y que fue uno de los principales valedores del proyecto transoceánico. Otros importantes encuentros que mantuvo Colón en Salamanca se produjeron, a juicio del escritor, con el astrólogo judío Abraham Zacuto e incluso con el gramático Elio Antonio de Nebrija, ya que ambos vivían en aquella época en la ciudad del Tormes. Sin embargo, el marino italiano se marchó de esta capital con la primera y rotunda negativa a su proyecto, acordada por la Junta de expertos y que se ratificó en Córdoba en una nueva reunión celebrada en 1487. La estancia de Colón en la capital charra, durante la cual pudo alojarse también en la Hacienda Zorita, se recuerda en un sencillo obelisco, hoy prácticamente abandonado, junto a este establecimiento, en el paraje denominado Valcuevo. Sobre este monolito se puede leer la inscripción: A Cristóbal Colón. En memoria de las conferencias habidas en este sitio de Valcuevo para el descubrimiento del Nuevo Mundo . Fue el primer monumento civil dedicado al navegante. Un histórico tratado Después del periodo que pasó en Salamanca -cuya relevancia en la historia del almirante llevó al cineasta Ridley Scott a escogerla como uno de los escenarios para el rodaje de 1492. La conquista del paraíso , en 1992-, Cristóbal Colón abandonó las tierras de Castilla y de León, a las que no regresó hasta finalizado su segundo viaje. Antes de esto, continuó su ruta tras la estela de la Corte, con la seguridad de contar con la confianza de la Reina Isabel en su proyecto, aunque la financiación de su expedición tuvo que retrasarse unos años, en concreto hasta la rendición de Granada por parte de los musulmanes, que se produjo el 2 de enero de 1492. Tras el fin de la guerra, el sueño de Colón cobraba forma y partía con tres carabelas en busca del Nuevo Mundo. Cuando la primera isla descubierta apareció ante los ojos de los marineros que atravesaron el Atlántico, en la Corona de Castilla urgió la necesidad de revisar el tratado de Alcaçovas-Toledo, firmado en 1479, ya que este acuerdo repartía los derechos de conquista con una línea vertical situada en el Paralelo de las Canarias, según la cual los territorios hallados al norte serían para Portugal y los del sur para la Corona castellana. Los Reyes Católicos rechazaron los acuerdos de 1479 tras el descubrimiento, puesto que en virtud de éstos las tierras recién conquistadas correspondían a los portugueses. Así, se inició una nueva pugna entre ambos países que se materializó el 7 de junio de 1494 en Tordesillas (Valladolid). En la firma de este histórico Tratado no participó Colón, puesto que se hallaba inmerso en su segunda expedición, ni tampoco los monarcas de ambos reinos que delegaron sus poderes en tres procuradores por cada nación. La rúbrica se produjo en las actuales Casas del Tratado, uno de los edificios nobles con los que contaba Tordesillas en el siglo XV y convertido ahora en un museo que pretende reflejar los aspectos históricos, sociales, geográficos y políticos de la época. Según explica la encargada de dicho museo, Arancha Herrero, este centro, inaugurado en 1994 con motivo del V Centenario del Tratado, recibió el pasado año a 39.000 visitantes. En su interior se conservan las maquetas de las tres carabelas utilizadas por Colón en su primer viaje, así como mapas cartográficos, facsímiles de documentos tan importantes como el testamento de Isabel I, y también una muestra de los nuevos productos y adornos indígenas traídos a España desde el Nuevo Mundo. Reclamos de privilegios Al regreso de su segundo viaje, el almirante acudió a Burgos, donde se encontraba la Corte en 1497 y allí permaneció «ocho meses de estancia con negociación separada con los monarcas», explica Javier Burrieza. Según este historiador, Colón asistió a la boda de los Príncipes de Asturias, don Juan y Margarita de Austria, que se celebró el 2 de abril de 1497 en la Catedral burgalesa. Asimismo, fue recibido por los Reyes Católicos, ante quienes se arrodilló, vestido con el hábito de franciscano que había adoptado en señal de penitencia y, tras hacerles un relato de su viaje logró que confirmaran todos los privilegios concedidos al descubridor cinco años antes, en las Capitulaciones de Santa Fe, entre ellos, los títulos de almirante mayor de la mar océana, virrey y gobernador general de todas las tierras que conquistara.