Su patria es el bosque
Finlandia es el ejemplo perfecto de país que ha convertido su medio natural en riqueza económica, lugar de ocio y seña de identidad
«Es mediodía. Ha amanecido nevando y por eso la temperatura, que en días anteriores descendió hasta los 29 grados bajo cero, es hoy sólo de unos -5 grados. Estamos a mediados de marzo, pero a pesar de que los días son ya considerablemente más largos, el invierno es aún el dueño del paisaje finlandés. En el interior del bosque reina una calma sólo perturbada por el tamborileo de un pájaro carpintero, probablemente un pito negro, y los cantos de carboneros y herrerillos. Camino sobre una capa de nieve que oculta la alfombra verde de musgo y bayas silvestres que duermen bajo ella. Aquí y allá asoman algunas ramas verdes de arándano rojo. Cuando regrese el buen tiempo de la primavera, madurarán sus deliciosos frutos rojos. Se trata de una clase de arándano similar a las que podemos encontrar en muchas zonas montañosas de León, como en Cabrera o Laciana, pero éste no pierde sus hojas. Multitud de huellas quedan marcadas en la nieve, y me entretengo intentando averiguar, guía en mano, a qué animalillo pertenecerán. De pronto veo unas grandes que llaman mi atención: dos grandes marcas paralelas alargadas, de unos 8 centímetros. Sólo pueden ser de alce. Con toda seguridad, uno ha pasado por aquí hace poco tiempo. Y me emociona saber que quizás esté cerca, observándome. Hay unos 80.000 alces en Finlandia cuando acaba el invierno. Son los «vecinos» más grandes y más increíbles de los finlandeses. Con casi dos metros y medio de altura y una gran cornamenta, son un verdadero peligro para los conductores. Cientos de señales advierten sobre su presencia en muchas carretereras, y son uno de los motivos más famosos de los recuerdos para los turistas. Continuo mi paseo. Un arrendajo funesto, pariente cercano de nuestras pegas, se posa en una rama cercana y emite su característico graznido. A lo lejos se oye ahora también el canto de una rapaz nocturna, probablemente un mochuelo enano, verdadero «duendecillo» del tamaño de un pardal, un mini-búho de ojos amarillos con el aspecto de un viejo sabio con forma de pompón enfadado. Sigue nevando, pero en el interior del bosque sólo unos pocos copos son capaces de llegar al suelo. Me siento protegido entre su tenue penumbra, pero el tiempo pasa deprisa y debo volver a casa. Mientras regreso, recuerdo que unos 1.000 osos finlandeses campan a sus anchas por bosques como éstos, y que unas 100.000 parejas de urogallos aún no han encontrado otro lugar mejor que el bosque para vivir. Y me siento afortunado por haber compartido, siquiera por unas horas, hogar con todos ellos». Finlandia es un país relativamente extenso con un población muy dispersa de apenas 5 millones de habitantes, por lo que se puede decir que los finlandeses viven, literalmente, entre sus bosques. Segun la FAO, a cada finlandés le corresponden algo menos de cuatro hectáreas de bosque, lo que supone diez veces mas que al resto de los europeos. En cierta ocasión la reina de Inglaterra visitó Finlandia, y Urho Kekkonen, el presidente de la república por aquella época, la llevó al Parque Nacional de Nuuksio, a un paso de la capital, para mostrarle la riqueza forestal del país. Cuentan que la reina, incómoda en ese medio que no era el suyo, sugirió regresar pronto a la ciudad. No estaba cómoda en el bosque. Pero los finlandeses sí lo están, y son felices rodeados de bosques. Los aman, y los respetan. Frecuentemente acuden a ellos para pasar sus ratos de ocio, como confirman reiteradas encuestas. Aquí crecen más de una veintena de especies de árboles autóctonos, entre las que sobresalen por su abundancia el pino silvestre (47%), el abeto rojo (34%) y el abedul (15%). Umeros, temblones y arces campestres son otras de las especies comunes en los bosques de la mitad sur. Pero todos pertenecen al tipo boreal de coniferas o taiga, que como un gran «anillo verde», abraza las latitudes mas septentrionales del Globo, donde los inviernos son fríos y húmedos, con nieve abundante, y los veranos cortos y suaves, con lluvias frecuentes todo el año. Pero, «¿cuántos bosques hay en Finlandia?», preguntó una vez un periodista al ministro de Exteriores finlandés. Y éste le respondio: «Uno. Uno solo, pero inmenso». Segun la FAO, en 2002 el país tenía un 74,9 % de su superficie cubierta por bosques. Y con toda su madera se podría construir una muralla de 10 metros de ancha y 5 metros de alta que diese la vuelta al mundo. Y esta gran «selva» de 21 millones de hectáreas (NFP 2002) supone su mayor riqueza, ya que de él salen anualmente unos 70 millones de metros cúbicos de madera, que una vez procesados se exportan o se utilizan como material prima de los aserraderos y fábricas papeleras. (por cierto, Finlandia recicló el 70% del papel que consumió en 2004, España el 50%). Los subproductos de la industria forestal sirven como combustible, siendo uno de los componentes de la llamada «energía limpia» o biomasa. Pero entonces, ¿no llegará un momento en el que se corten todos los arboles? Pues un estudio del FFRI (Instituto de Investigación Forestal de Finlandia) llegó a la conclusion de que sus bosques contienen en la actualidad un 30% más de madera que a mediados del siglo pasado. Es decir, que gracias a las nuevas técnicas y a los sistemas de planificación forestal, éstos producen más madera que la que se extrae anualmente. Las cortas suelen hacerse sobre parcelas no muy grandes, utilizando maquinaria computerizada que selecciona los árboles más grandes dejando que continúen creciendo los más pequeños. Si se talan todos de una vez, el responsable (ya sea particular o multinacional) está obligado a reforestar la zona en el plazo de dos años. Desarrollo sostenible El Programa Nacional Forestal, fruto de la nueva conciencia creada a raíz de las cumbres de Rio (1992) y de Helsinki (1993), fue aprobado por el nuevo gobierno entrante en 1999. Y basándose en los programas forestales regionales y en los consejos de expertos y científicos e iniciativas aportadas por los ciudadanos en foros públicos, reconoce la importancia económica y ecológica de los bosques, así como su dimensión social y cultural, apostando por una utilización sostenible de los mismos. Esto es muy importante, sobre todo en un país donde casi las tres cuartas partes de los bosques pertenecen a casi medio millón de particulares no empresarios. Solo un 25% es de titularidad publica. Las grandes empresas madereras poseen el 10% restante. Metsähallitus, el Servicio Nacional de Parques, y la Asociación Forestal Finlandesa, que representa a las organizaciones relacionadas con el sector, se ocupan de la gestión de los bosques estatales y comerciales, coordinando también las iniciativas de educación ambiental y orientación a los pequeños propietarios. En 2002 había en Finlandia 8.340 kilómetros cuadrados de bosques estrictamente protegidos. Algunos de ellos son los Vanhat metsät , denominación que reciben los bosques viejos, no explotados comercialmente desde hace al menos un siglo. Son lo más parecido a los bosques de los cuentos de nuestra infancia, habitados por gnomos ( tonttu en fines), trasgos y duendes. Piceas y pinos de mas de 30 metros de altura, con sus ramas y troncos cubiertas de líquenes y musgos, se yerguen hacia los azules cielos de estas latitudes. Grandes árboles secos ya, reposan en el suelo, alimentando y cobijando a otras especies vivas. Paseando por entre estos colosos verdes uno se siente afortunado, y aliviado al comprobar que existe un país donde sus habitantes no sólo viven de los bosques, sino también en ellos.