Diario de León

Un teórico para la revolución pendiente

Diego Abad de Santillán | Basó su apasionante e intensa actividad política, intelectual y moral, en dos puntales: libertad y responsabilidad individual. Figura clave no sólo del anarquismo, sino de toda la historia del pensamiento

DEL LIBRO «UN LEONÉS UNIVERSAL»

DEL LIBRO «UN LEONÉS UNIVERSAL»

Publicado por
ÁNGEL ALONSO ÁLVAREZ | texto
León

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Santillán es un ejemplo sobresaliente de conquistador leonés. Una tierra, la nuestra, que después de construir la Catedral decidió que lo interesante ya no era construir sino conquistar, conquistar la Extremadura, las Américas, la Utopía y el Cielo. Una tierra que se ha especializado en mandar a sus hijos fuera, a conquistar, no importa qué, pero a conquistar, tuvo con Diego Abad de Santillán un notable éxito. Diego, un leonés universal que brilló con luz propia allí por donde pasó, Madrid, Argentina, Alemania, Cataluña. Ciertamente, aunque estamos a tiempo, aún no hemos recogido el enorme botín de este ilustre conquistador. Y lo estamos porque su legado es duradero. Fabricó su proyecto vital con materiales nobles: libertad, trabajo, austeridad, honradez, compromiso. Lo que se puede aprender de Diego, tanto de los aciertos como de los fracasos, es mucho. Su vida fue tan intensa y en una época tan compleja que no conviene acercarse a él ni con prejuicios ni con simplificaciones. Se impone la serenidad, el respeto y el rigor. Es hora de que se hable de Santillán, sin rencor, sin complejos, y desde León. Y hora de que sus paisanos se sientan orgullosos de su enorme figura. Él siempre se sintió orgulloso de sus orígenes, como puede comprobarse leyendo alguno de los párrafos de sus Memorias : «Mis primeros recuerdos son de una aldea perdida en las montañas de la provincia de León. Su nombre: Reyero. Allí nací en el último lustro del siglo XIX¿ para emigrar a Argentina, a los ocho años fue preciso deshacerse de las vacas y las vendimos en una feria que distaba unas tres leguas del pueblo. Aquél fue un momento muy triste. Quizá la primera gran tristeza sufrida. Porque aquellos animales estaban integrados en nuestras vidas. Más de una lágrima me costó separarme de ellas (...)». En el Instituto de León «Había cumplido los dieciséis años cuando volví a la aldea natal que había abandonado a los ocho¿ Las dudas, las vacilaciones, las inquietudes que pudieron salir por unos momentos a flote en el curso del viaje de regreso; todas las inquietudes y temores en torno al acierto o al desacierto de aquella aventura, se desvanecieron al encontrarme nuevamente en la aldea natal. No sabía explicarme por qué, pero experimenté algo como una sensación de que lo hecho era lo que correspondía hacer, pues tenía por delante horizontes, caminos para llegar a metas que no habría alcanzado en América (...). Ingresé en el Instituto de León para cursar los estudios secundarios, con miras a seguir luego una carrera universitaria (¿). Naturalmente no podía resignarme a cursar año por año los planes de estudio. Reduje la permanencia en el Instituto a dos años y medio, lo que para otros, estudiantes normales, era de seis (...). Leía mucho, de todo; no me contentaba con los libros de texto en vigor; devoraba todo lo que me proporcionaba generosamente el director de la Biblioteca provincial (...). Fueron aquellos años vividos en la gran aldea histórica, que era la capital de mi provincia, los que moldearon espontáneamente mi modo de ser y ahondaron el terreno en el que habrían de asentar un día convicciones que persistieron, con pocas o ninguna variante, a lo largo de toda mi vida, sin influencias personales decisivas ni de sector (...). Desde el exilio en Montevideo crucé una vez más el Atlántico y desembarqué en Vigo (...). En el tren pasé (camino de Madrid) a media noche por León y no pude ocultar la emoción experimentada. Bajé al andén unos minutos y miré hacia la ciudad en tinieblas. Era un extraño ya, sólo a distancia de 18 años. En ese tiempo había corrido mucha agua bajo los puentes y yo había corrido por diversos lugares del mundo. ¡Con qué placer habría vuelto a recorrer sus calles, a contemplar sus joyas arquitectónicas e históricas, los restos de las murallas romanas, las obras de los artistas de la piedra, del hierro, de la madera, que dejaron tantas maravillas de su espíritu creador en la Catedral, en San Isidoro, en tantos otros restos del pasado lejano!». Y para que no quedara ninguna duda del amor a su tierra, encargó a su hijo que esparciera sus cenizas por los campos de su pueblo, de Reyero. Al cumplirse el centenario de su nacimiento se le hizo un homenaje en Reyero, agosto de 1997. Su pueblo estuvo a la altura de las circunstancias. De ese homenaje quedaron el libro Diego Abad de Santillán, semblanza de un leonés universal, escrito por Carlos Díaz; una placa en la casa donde vivió; un retrato en la antigua escuela y el nombre a la principal calle del pueblo. En el prólogo de ese libro, otro leonés ilustre, Miguel Cordero del Campillo, dice de él: «Abad de Santillán es también un tipo frecuente en nuestros valles, donde abundan las gentes honestamente apegadas a sus creencias y fieles a sus dictados. Aunque su rumbo se aparta de sus raíces católicas, no deja de ser un hombre de fe, trasladada hacia la Humanidad en abstracto y centrada en el hombre concreto, el prójimo que sufre en una sociedad perfectible, dominada por inercias y egoísmos. Y como hombre fiel, no se limita a contemplar, lamentar y describir el paisaje social, sino que se compromete y actúa para cambiar todo cuanto considera obstáculo para la perfección de la Humanidad y, convencido de que son las estructuras caducas, que perviven por encima de la época en que nacieron y para la que pudieron ser convenientes, abraza la generosa idea del anarquismo, a la que sirve con pasión y actividad absorbente». Santillán, mito revolucionario Analizar a Santillán en unas pocas páginas es tarea imposible. Sobre él se han escrito y se seguirán escribiendo tesis doctorales. Por lo tanto, sólo se pretende dar unas pinceladas acerca de algunos aspectos de su intensa vida y compleja personalidad. A los 18 años marcha a Madrid, lleno de ilusiones, de nobleza, con ganas de encontrar caminos que colmaran sus necesidades intelectuales. Es activo, decidido, trabajador impenitente y libre de ataduras. Pronto da con sus huesos en la cárcel. Allí conoce a un grupo de anarquistas cuya actitud ante la vida le deslumbra. Nace así una de las figuras del anarquismo más relevantes de la historia. Cuando se aproxima la hora de incorporarse al servicio militar se vuelve a Argentina para eludirlo. A partir de ese momento, y hasta 1934, viaja por varios países, si bien reside en Argentina y Alemania. A este país llega como corresponsal del diario La Protesta de Argentina. Estudia la carrera de medicina y conoce a Elisa Kater, la que sería su mujer toda la vida. Con ella tuvo un hijo, Diego. En 1934 vuelve a España y se afinca en Barcelona. Rápidamente se convierte en uno de los principales dirigentes de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) y le encargan la dirección de Tierra y Libertad , el diario anarquista más prestigioso de España. Su actividad es frenética. La cárcel se convierte en su segundo hogar. En 1936 se implica de lleno en la Guerra Civil y termina como consejero de Economía de la Generalitat de Cataluña. Se encarga personalmente de negociar la compra de armas a Rusia. Se queja de la poca colaboración de las autoridades soviéticas. Comprobó directamente que la República había sido abandonada por las potencias europeas. Al finalizar la guerra vuelve a Argentina. A partir de ese momento se dedica básicamente a la actividad intelectual. En 1976, con 79 años, no se resiste y vuelve a su amada España en busca de la libertad perdida. Pero esta España ni le conoce ni le reconoce. Y él ya no tenía aquel ímpetu arrollador que le permitía hacerse un hueco en cualquier sitio a donde llegase. Aguanta dos años y unos meses en Madrid. Vuelve triste a su segunda patria. Sólo la proximidad de la muerte le impulsa a cruzar el Atlántico por última vez. Sus últimos meses los pasa en Barcelona, donde muere en octubre de 1983. Su inquietud intelectual y dinamismo le llevaron a participar con intensidad en la vida social y política de España, Argentina y Alemania; tres países que en aquellos momentos vivían transformaciones sociales y políticas intensas. La Guerra Civil española significa un punto de inflexión en su vida. Se implicó tanto en ella, tuvo tantas responsabilidades, que sus ilusiones quedaron enredadas entre la duda y la frustración. Se refugia en el trabajo intelectual. El mismo lo dice «Para olvidar algunos beben, yo trabajo.» Este «caballero andante» como le denominan algunos, jugó un papel relevante y lo hizo a lo grande. En principio fue un perdedor, perdió la guerra, no consiguió su ansiada revolución y finalmente padeció la incomprensión de sus compañeros anarquistas; pero, aunque la Historia la escriben los vencedores, la vida es el resultado de una interactuación muy compleja de las acciones de todos los seres humanos, algunas de las cuales tienen fortísimos efectos retardados. Luego sería un error ignorar que la España de hoy es también el resultado de las acciones de los vencidos: Santillán, entre 1934 y 1939, se comprometió en cuerpo y alma con su lucha para conseguir que los españoles tuvieran, de acuerdo con su criterio, una vida mejor; pero, dada su amplitud de miras, decir «españoles» es decir todos los hombres. Lo anteriormente dicho explica que nos referimos a alguien con una extraordinaria capacidad intelectual que puso sin restricciones al servicio de los demás. Este alarde de generosidad y desprendimiento es indicativo de la responsabilidad de este leonés. Sería prolijo detenerme en su capacidad, formación y aportación intelectuales. Esta faceta está reconocida internacionalmente. Un detalle anecdótico: tan deslumbrados estaban los coetáneos de su pueblo que acuñaron, durante décadas, dos famosos dichos: Baudilio sabe más que Dios, y sabes más que Baudilio. Conviene aclarar que su nombre de pila era Sinesio Baudilio García Fernández; lo que ha permanecido ha sido el seudónimo, consecuencia de la clandestinidad. Nuevamente debemos indicar que dar cuenta de su producción intelectual excede las dimensiones de este trabajo. Escribió unos sesenta libros; tres son enciclopedias con miles de páginas. La mayoría los escribió en español, si bien, dado su dominio de varios idiomas, también escribió y publicó en otros. El abanico de temas que aborda es amplio; no obstante destacan los relativos al movimiento anarquista, tanto en su vertiente de aportación teórica como en el análisis de hechos y teorías de otros. Le siguen en importancia los trabajos de carácter histórico. En su etapa de madurez, además, dedicó muchas energías a la cultura e historia de Argentina, un país que sí le reconoció en vida su labor. Le otorgaron varios homenajes, alguno de ellos multitudinario. Gran parte de su obra está traducida a los idiomas más importantes; amén de los numerosos estudios que se han realizado sobre ella. Por otra parte, sus contribuciones en publicaciones periódicas son innumerables. Promovió un número significativo de revistas, siendo director de varias de ellas. Para los que deseen acercarse a su obra sugiero tres títulos: Por qué perdimos la guerra, Estrategia y táctica y Memorias . Libertad y responsabilidad cívicas En el pensamiento social y político de Diego Abad de Santillán hay dos conceptos clave: libertad y responsabilidad individual. Sobre este binomio quería construir la convivencia de los seres humanos. Ninguno de los dos conceptos podía estar supeditado a otro. Todo debía depender de la interacción entre ambos. El modelo no funcionó. Y la pregunta es obligada: ¿El modelo es malo per se?, ¿puede haber otras condiciones u otros ámbitos donde funcione? Me atrevo a sugerir que puede haberlos. Pero antes de entrar a analizarlos, una reflexión sobre el modelo. Quizás el fallo radicara en que los dos principios básicos sobre los que se sustentaba estaban descompensados. En su interacción uno dominó al otro y en vez de equilibrio dinámico se produjo un desajuste progresivo que condujo a la desestabilización del sistema. El punto débil, a mi juicio, es la responsabilidad individual. De forma generalizada es todavía una fuerza endeble. Es posible que en un futuro adquiera entidad suficiente como para interactuar eficazmente con la libertad y generar sistemas sociales y políticos brillantes. Negar esta posibilidad sería tanto como negar la capacidad evolutiva del ser humano. El hecho de que a nivel general la responsabilidad individual sea débil no impide que en determinados colectivos o en determinadas actividades constituya una fuerza multiplicadora con capacidades crecientes para interactuar con la libertad. Hay un fenómeno actual de gran impacto que pudiera, a mi juicio, beneficiarse de las reflexiones teóricas de nuestro protagonista. Me refiero a Internet. Internet tiene en su estructura muchos elementos comunes con el anarquismo. No hay estructura piramidal, todo está muy distribuido, todos pueden emitir, todos pueden recibir. Parece que se cumple el gran objetivo de Santillán cuando decía: «la cabeza en todas partes, el centro en ninguna», una vieja aspiración anarquista. El control al estilo clásico, en Internet, es muy complicado, por no decir imposible. Internet está cambiando las reglas de juego. El capitalismo, una vez más, intenta controlarlo. Los tres axiomas del capitalismo: libertad, creatividad y ambición, responden a una estructura jerarquizada aunque en continuo cambio y en la que el uso de los tres factores combinados proporcionan una posición en la jerarquía. Uno de sus atractivos es que existe libertad para posicionarse mejor en la jerarquía mediante el ejercicio combinado de creatividad y ambición, pero el sistema no sabe funcionar sin estructuras fuertemente jerarquizadas. Por eso fracasa, hasta el momento, en el control de Internet. Al no poder controlarlo, la inversión se retiró bruscamente de Internet y la burbuja de las denominadas «tecnológicas» explotó con estruendo. Se generó un cierto desprecio más propio del rencor que de la razón. Nos ha quedado una nave, nave gigantesca, sin rumbo aparente, pero que no deja de crecer. Parece obvio que tendremos que aprender a gestionar esta nueva situación. No estábamos preparados para esto. Sabemos mucho de jerarquías, de estructuras de mando, de disciplinas férreas. Pero sabemos poco sobre cómo gestionar tanta libertad, tanta autonomía. Pues bien, pocos seres humanos habrán reflexionado tanto y con tan buena cabeza sobre la gestión de la libertad como mi paisano Baudilio, perdón, quiero decir Diego Abad de Santillán. Internet es una red universal de comunicaciones que fue creada para distribuir fácilmente información y que pronto comenzará a distribuir conocimiento. En sólo diez años ha conseguido destruir el viejo aforismo que decía «la información es poder». Hay tanta información que no tenemos tiempo para procesarla. El exceso de información no sirve, se convierte en basura. Lo que sirve es el conocimiento. El conocimiento es información útil para resolver un problema concreto. Ya se está trabajando para convertir la información en conocimiento de forma automática, la Web Semántica. La técnica consiste en desarrollar lenguajes formalizados que puedan ser procesados tanto por los seres humanos como por los ordenadores. Será una magnífica ocasión para crear un lenguaje universal que facilite la comunicación entre los seres humanos. Una vez que el proceso madure, Internet comenzará a distribuir conocimiento. El trabajo tedioso, procesamiento de la información, lo harán los computadores. Este hecho contribuirá como pocos a generar igualdad. Una igualdad no impuesta. Pero Internet ofrece otras características idóneas para experimentar las ideas libertarias. Una de ellas es la transparencia. En Internet generar transparencia es fácil. La transparencia puede utilizarse como una herramienta eficiente para medir los niveles de responsabilidad individual. Si unimos esto con la posibilidad de crear comunidades virtuales, no importa en qué parte del mundo estén sus miembros, ya sólo queda imaginación y ganas de implicarse en proyectos de futuro. Y teniendo en cuenta que éste es un libro de leoneses sobre leoneses, quiero dirigirme a ese grupo de leoneses muy numeroso y activo, que hacen de la libertad en Internet y el software libre su bandera: ¡Aprovechad la sabiduría de Baudilio! Perdón de nuevo, quiero decir de Diego Abad de Santillán.

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