Carreras en el fin del mundo
Tras pasar toda una noche en el tren llego a Rovaniemi. Allí cojo un autobús, que en seis horas más de viaje me deja por fin en mi destino: Inari, para asistir a la 54 edición de las carreras de renos de Laponia
Una plácida calma se respira en esta agreste aldea de los confines de Finlandia, alejada de todo pero con las comodidades cotidianas: un pequeño supermercado, la típica fonda que es a la vez lugar de reunión habitual de los lugareños, un colegio y una tienda de recuerdos. El paisaje aquí es muy diferente al del resto de Finlandia. En el horizonte se dibujan numerosas colinas oscuras sobre el ya familiar para mí, y sagrado para sus gentes, lago Inarijärvi. El tiempo está nublado, y por eso las temperaturas son bastante suaves para estar a 400 kilómetros al norte del Círculo Polar. Me acerco hasta los alrededores del recinto a orillas del lago donde se esta celebrando el evento que me trae hasta aquí, y allí me encuentro con Magga Britta, la chica que lo organiza. Me cuenta que hay 135 inscripciones en esta edición, y que los corredores vienen de toda Escandinavia, por supuesto, también de Finlandia. El domingo es el día mas concurrido, con unos mil espectadores que disfrutamos de una jornada soleada viendo las diferentes pruebas del campeonato. Paralelamente, la tradicional feria de ganado se celebra en Inari en medio de un ambiente festivo muy animado, donde los Sami, ataviados con sus curiosos gorros de piel, tienen oportunidad de intercambiar materiales y reses. Mientras, los que venimos de paso degustamos el plato típico de carne de reno, puré de patata y mermelada de arándanos silvestres. Toda una delicia para el paladar. Laponia esta situada en el extremo norte del continente europeo. Se extiende por unos 100.000 kilómetros cuadrados ininterrumpidos de taiga, tundra y lagos en su parte finlandesa, sin apenas carreteras que la atraviesen. La parte mas occidental forma el llamado «brazo de Finlandia», donde se encuentran las mayores montañas del país, hogar de los lemmings, escribanos lapones, glotones y zorros árticos. Pero tambien hay lugar para los bosques de coníferas, que cubren extensas áreas de su superficie. Es ésta una tierra extraordinaria en muchos aspectos. En ella es posible ver las llamadas auroras boreales, misterioso fenómeno óptico imposible de describir con palabras, que ocurre sobre todo en las noches de otoño y finales de invierno iluminando el cielo con destellos rojizos y verdes que parecen tener vida propia. O el «sol de medianoche», que no se oculta durante mas de un mes en verano. Otro dato que la hace única es que actualmente viven en la Laponia finlandesa más renos que personas: unos 200.000 y 190.000 respectivamente. Por eso, en algunos municipios como en Savukoski sólo hay un habitante por cada cinco kilómetros de bosques y turberas (0.2 hab/km2) Y éstos son precisamente dos de sus recursos económicos mas importantes: la cría de renos, que practica el 40% de la población, y la explotación racional de las masas forestales, que son en su mayoría de propiedad estatal (actualmente en tela de juicio ya que hasta aquí ha llegado la especulación que afecta a los bosques maduros, de vital importancia para Laponia). El otro gran pilar es el turismo. Rovaniemi, lejos de ser la esencia de Laponia, es solo su capital administrativa, y la puerta de acceso a la comarca. No obstante, ser la ciudad mas importante, y uno de los mayores núcleos de poblacion del planeta en estas latitudes, con casi 70.000 habitantes si incluimos las pequeñas aldeas de alrededor, le otorga ciertos atractivos. Como el campus universitario, el interesante museo Artikum o el Santa Park y Napapiiri, lugar por donde cruza la línea imaginaria del Círculo Polar Ártico, que es visitado por miles de personas cada invierno, cuando Papa Noel baja de su residencia oficial en Korvatunturi, para recibir a los turistas. Pero los Sami, los verdaderos habitantes de Laponia, ultima etnia indígena de la vieja Europa junto con los Inuit de Groenlandia, viven más arriba, a orillas del gran lago Inari, uno de los más grandes de Finlandia, que permanence helado de octubre a junio, en los municipios de Inari, Utsjoki y Enontekio. Llegaron aquí hace unos 4.000 años, siguiendo a las grandes manadas de caribúes salvajes, que procedentes del Este colonizaron estos territorios cuando comenzaron a retirarse los hielos de la ultima era glaciar. En su origen eran un pueblo nómada dedicado a la caza de grandes mamiferos. Poseían una rica tradición oral y para ellos cualquier elemento de la naturaleza tenía su significado. Sucesivas influencias En el siglo XVI llegaría hasta aquí el cristianismo para convertir a estas tribus que adoraban a las estrellas y a Tapio, dios de los bosques. Más adelante, a comienzos del pasado siglo, llegaron tambien numerosos aventureros atraídos por la fiebre del oro, formado a partir de las vetas de carbonato de cuarzo de la roca madre, que llevado a la superficie por la acción de los glaciares, fue depositado en forma de pepitas en los lechos arenosos de algunos rios como el Ivalojoki. Con el paso del tiempo, los habitantes comenzaron a criar el caribú, resultando la actual raza de reno «doméstico» que es la principal fuente de ingresos de este pueblo. Construían corrales comunes en los claros de los bosques de las tierras bajas, y ayudados por una raza especial de perros pastores, guiaban hacia ellos a los renos para pasar allí el largo invierno. A su alrededor tenían también arcaicas viviendas para ellos mismos, equivalentes a las «brañas» de nuestra lengua leonesa. Aún se conservan algunos de estos tesoros arquitectónicos populares, como el corral de la colina de Salivaara, restaurado en los años 80 como parte del legado cultural sami, que consta de 20 cabañas y un gran corral principal con 26 corrales periféricos donde cada familia guardaba su rebano. Hoy, las cosas han cambiado y con la aparición de las motos de nieve ya no es necesario pasar largos meses en el bosque. Aunque los renos siguen vagando libremente gran parte del año, alimentandose del llamado liquen del reno, Cladonia Rangifer , que crece sobre los troncos de los pinos adultos de Laponia. Quizás por eso su carne, curada con humo como nuestra cecina, es rica en selenio, que previene las enfermedades vasculares y el cancer. Y se vende a unos 40 euros el kilo Ahora los Sami ya no van en trineo, y casi todos tienen un teléfono móvil en el bolsillo de sus pesados abrigos de piel de reno o foca, pero cuando les miras a la cara, curtida y tostada por el sol y el frío de estas tierras, puedes ver reflejada en sus pequeños ojos una cierta expresión que a mí se me antoja de nostalgia, al ver cómo los tiempos modernos no podrán guardar muchos más años las tradiciones de sus antepasados. Y es que hay cosas que son iguales en cualquier parte de la Tierra, sea en Omaña o en un remoto rincon de Finlandia. Pero es el precio que tenemos que pagar por el «progreso». Desde 1989, una enmienda constitucional reconoce los derechos del Pueblo Sami, y encarga al gobierno finlandés velar por los intereses y escuchar las necesidades de los habitantes de uno de los ultimos rincones más salvajes y bellos de Europa.