Diario de León

¿La honradez como heterodoxia?

Segundo García García | Este omañés de Vegapujín, miembro de la conocida familia de los «Mairazos», combatió en Filipinas, recibió la Laureada de San Fernando y fue castigado por oponerse a la dictadura de Miguel Primo de Rivera

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MARTA PRIETO SARRO | texto
León

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No es la primera vez que tengo la constancia de escribir sobre algo que no me corresponde y es, desde luego, una sensación extraña la que se siente al usurpar de alguna manera el papel de otro. Me ocurrió hace ya varios años cuando me pidieron un artículo sobre el helenista omañés Lázaro Bardón y Gómez, heterodoxo donde los haya, cuya vida y obra habían glosado con apenas resquicios los profesores Olives Canals y Manuel Rabanal Álvarez. Y me ocurre de nuevo al intentar pergeñar estas páginas sobre Segundo García García, hombre bienamado por sus coterráneos contemporáneos, también omañeses, por pura casualidad. Aunque a veces, como escribió en cierta ocasión Alfonso Prieto Prieto para referirse a la hipotética existencia de una tradición oriental en las tierras de León, «cuando se adensan las casualidades, es menester comenzar a investigar las posibles causalidades». De forma que, si la muerte no le hubiese sorprendido tan tempranamente, sería Olegario García de la Fuente, catedrático de Filología Latina en la Universidad de Málaga y reconocido especialista en latín bíblico y cristiano en cuyo campo se le conoce por sus numerosos estudios, quien hoy estuviese escribiendo la historia de este curioso personaje. Aclararé, para que el lector no caiga en la trampa de buscar una conexión inexistente entre el latín bíblico y Segundo García, que Olegario García de la Fuente era sobrino de este último y su figura le resultó siempre tan apasionante, que a él dedicó sus esfuerzos investigadores en los últimos años de su vida. Por pura casualidad, tal vez, la vida del escritor y profesor se apagó el mismo año en que veía la luz su obra: El general laureado Segundo García (1874-1931): Vegapujín (Omaña, León) y la dictadura de Primo de Rivera . Dicho lo anterior, me excusará el lector que no cite constantemente la fuente de estas líneas: solamente hay una y ha quedado perfectamente clara. Vegapujín, 13 de mayo de 1874 Conviene empezar la historia por el principio. Y el principio se encuentra en la aldea omañesa de Vegapujín, un pueblo de los que conforman el denominado Valle Gordo, al que pertenecen, además del que nos ocupa, Fasgar, Posada de Omaña, Torrecillo, Barrio de la Puente, Marzán, Villaverde, Villar de Omaña y Cirujales. De este valle, que a finales del XIX pertenecía al Partido Judicial de Murias de Paredes, fueron también oriundos David Rubio Calzada y los hermanos Rubio Calzón (Luciano y Samuel), todos pertenecientes a la Orden de San Agustín y praeclari viri en los campos de la literatura, la filología semítica o la musicología. Segundo García García escogería un camino diferente y un tanto extraño para aquel tiempo: la milicia. Asistió a la escuela de primeras letras de su pueblo, costeada por el concejo, y, al finalizarla, su vida se ligó a la del medio familiar: la labranza y la ganadería. Hijo de Francisco Javier García y Francisca García, era el quinto de una familia de 14 hermanos a la que en el lugar conocían como los Mairazos , apelativo probablemente derivado del término mayorazgo, en que los tatarabuelos paternos habían vinculado sus bienes a finales del XVIII. También por parte paterna estaban emparentados con el mayorazgo de Barrio de la Puente, lo cual convertía a Segundo García en primo de Faustina Álvarez García, la madre de Alejandro Casona. La vida de Segundo García discurrió, sin duda, como la de cualquier joven de su época. Lo demuestra que nadie recuerde nada relevante o anecdótico sobre esos años. No habría de abandonar su pueblo hasta los 19 años, cuando entró como soldado en la caja de quintos de León: fue el 9 de diciembre de 1893. Tras un destino en La Coruña, fue destinado como voluntario a Filipinas. Embarca en noviembre de 1895 en el barco Isla de Panay y tras una travesía que dura un mes llega a Manila. A su familia le ha dejado bien claro que tal vez no vuelva, pero que si lo hace, volverá honrosamente. Filipinas y la Laureada de San Fernando Varios meses después de la llegada de Segundo García a Manila, España declara el estado de guerra en el archipiélago a raíz de la gravísima situación creada por el movimiento independentista y los katipunam , encabezados por Andrés Bonifacio y Emilio Aguinaldo, quien dirigirá la insurrección de Luzón de 1896. Precisamente en los últimos días de ese año se producirá la ejecución del médico y escritor José Rizal, líder independentista detenido en Barcelona cuando iba camino de Cuba para ejercer su profesión y devuelto a Filipinas. Segundo García no llegará a saber nunca que, nuevamente por una casualidad, algo le liga a Rizal. Éste ha sido alumno en Salamanca del helenista Lázaro Bardón y Gómez, natural de Inicio: un pueblo, como el suyo, perteneciente a la comarca de Omaña. La condena a muerte de Rizal, curiosamente no partidario de la insurrección armada, acelerará claramente el levantamiento de la islas. En 1897, Segundo García es ascendido a sargento y enviado a la provincia de Cavite donde se ha hecho fuerte Emilio Aguinaldo. Durante esa campaña fue cuando, tal como recoge Olegario García de la Fuente, «Segundo conoció personalmente a Miguel Primo de Rivera, el futuro dictador, que actuaba entonces como ayudante del capitán general». En diciembre se le nombra jefe de escolta del comandante general Ricardo Monet y se le envía a Luzón. Allí participa, durante 1898, en operaciones militares que tienen lugar en Tenaytayán, Mangatarín y Palilí, Guagua, Barasoain y Malolos y Bacolor. En junio de ese año, tras la destrucción por parte del ejército norteamericano de la escuadra española en Manila, Aguinaldo declara la independencia de Filipinas. El fin del dominio español en las islas se aproxima. Es entonces cuando Segundo García tendrá una destacada actuación en la guerra. Monet, que se ha mantenido en su puesto en Luzón, recibe la orden de retirarse a Manila. En el convoy organizado, compuesto por unas 1.250 personas, viajan muchos civiles: mujeres, niños, frailes, heridos. Cuando en el trayecto son atacados, Segundo García se expone con los cuatro hombres de su escolta y su acción permitirá a la caravana embarcarse en Santa Catalina y llegar a Manila. Su heroica intervención, realizada con apenas 24 años y en la que pierde un compañero además de resultar él mismo gravemente herido, merecerá ser galardonada con la Laureada de San Fernando. Y a partir de entonces se acuñará en el argot militar la expresión el mensaje García para referirse a dar solución a un asunto, tal como anota Olegario García, casi imposible «con el mínimo de medios, el máximo de eficacia y la menor pérdida de vidas humanas». Manila capitula el 14 de agosto de 1988 y las tropas van abandonando las islas. Segundo se embarca en el Ciudad de Cádiz en abril de 1899: es ya teniente. De nuevo en la Península Los años siguientes a su regreso a España son para Segundo de intenso trabajo. Entre 1900 y 1912 suplirá una carencia de estudios que le debe resultar dolorosa: obtendrá el Título de Bachiller (1908) en el Instituto General y Técnico de San Isidro de Madrid y se licenciará en Derecho por la Universidad Central (1912). Y comenzará su trabajo para luchar por la mejora de las condiciones de sus paisanos omañeses. El primer y significativo gesto le llevará a ser uno de los fundadores de la Colonia de Murias de Paredes, sociedad constituida en Madrid en febrero de 1912 de la que existe una excepcional crónica en el opúsculo Colonia de Murias de Paredes publicado en 1919 por uno de sus promotores, Daniel Álvarez Álvarez, que resume las ideas que la alentaron y los logros que se consiguieron en ese periodo. Por él sabemos que la idea de crear una sociedad surgió en Madrid en el transcurso de una reunión en la que estaban presentes Antonio Fernández, comerciante de Murias de Paredes; el párroco de San Miguel de Laciana, Eduardo García, y los residentes en Madrid Evaristo Fernández y Segundo García García quien sería, sin duda, uno de sus más fieles alentadores. El manifiesto en el que la Colonia plasma en ese mismo año sus intenciones afirma su carácter regionalista, su voluntad de luchar y acabar con el caciquismo como único medio para lograr la modernización y progreso económico del país y su ausencia de ideología política. Sin embargo, con la perspectiva histórica que hoy nos proporciona el paso de los años, hay que señalar que la Colonia de Murias de Paredes no dejaba de ser una sociedad de marcado carácter liberal. Sus críticas, como no podía ser de otra manera, se volcaban de manera inmisericorde con Eduardo Dato, al que reprochaban la desidia mostrada con respecto al distrito de Murias recordando cómo ni siquiera lo había visitado en los últimos 16 años en que obtuvo su acta por él. Desde el primer momento la Colonia concurrió, aunque no siempre y con desigual éxito, a las elecciones a diputados a Cortes, a diputados provinciales e incluso a las municipales: la lucha contra el entramado caciquil se reveló probablemente más arduo de lo que probablemente la sociedad había pensado y las prácticas que en ella se producían alcanzaban límites escandalosos. Una carta del general Segundo García a su pariente Joaquín Álvarez de Canales de 13 de febrero de 1922 muestra a las claras la situación de las últimas elecciones municipales: « En Murias también hubo una lucha formidable, hasta el extremo de que, según me dicen, pagaron los votos hasta 50 duros, y el que menos a 20 duros ». El 13 de septiembre de 1923 se produjo el pronunciamiento de Miguel Primo de Rivera. Desde el primer momento, Segundo García se alineó con los militares constitucionalistas. Reconocido amante de la libertad y opositor a toda dictadura, Ricardo de la Cierva no duda en calificarle «el principal agitador militar de la época» y «uno de los enemigos más peligrosos de Primo de Rivera». Pero, así como se conoce extensamente el papel que jugaron contra la dictadura personajes de la talla intelectual de Miguel de Unamuno, Blasco Ibáñez, Gregorio Marañón u Ortega y Gasset, pocos son quienes tienen constancia de la importancia del desempeñado por el entonces coronel Segundo García. Él encabezó el primero de varios intentos -alguno de ellos abortado antes de producirse- contra la dictadura: una conjuración dentro del propio ejército, en el que estaba fuertemente arraigada la conciencia constitucional, y que tuvo lugar el 24 de junio de 1926, razón por la cual pasaría a la historia con el nombre de la Sanjuanada . La preparación del golpe se había iniciado más de un año antes, cuando Segundo García, tal como relata Fernández Almagro, «a pretexto de constituir juntas que recaudasen fondos con destino a las familias de los muertos de África, reunió en el Café Nacional de Madrid a 277 oficiales el 6 de enero de 1925». De hecho, cuando se produce la Sanjuanada , Segundo García se encuentra en prisión atenuada tras haber sido condenado por sedición por un conato de insurrección que se produce en noviembre de 1925. Fracasada, en fin, la sublevación, cuyo manifiesto había sido redactado por Melquíades Álvarez y suscrito entre otros por numerosos militares, miembros de la CNT y del Partido Radical con Alejandro Lerroux a la cabeza, ocurre algo insólito: en el juicio, celebrado el 1 de abril de 1927, se ignora vergonzosa y claramente a los militares de superior graduación, entre los que se encuentran varios generales, siendo condenado Segundo García a la mayor pena, 8 años de prisión mayor que cumplirá en la cárcel de Montjuich, separación del servicio, suspensión de cargos y derecho de sufragio. Una Real Orden del Gobierno de 2 de julio del año anterior le había castigado ya al pago de una multa de 30.000 pesetas. Sus paisanos, sin embargo, no le olvidaron. En enero de 1928 los vecinos de Vegapujín y Fasgar solicitaron, aunque sin éxito, su indulto. Un año después, en julio de 1929, hizo lo propio la Sociedad de Montañeses de León residentes en la República Argentina. Primo de Rivera, o bien le consideraba un elemento peligroso en extremo por ese carácter «de militar liberal y constitucionalista» que le reconoce sin ambages Tuñón de Lara, o bien existía ente ambos alguna suerte de enfrentamiento que pudiera -apenas es hipótesis- remontarse a la época de ambos de las islas Filipinas. El régimen dictatorial, que vive sus últimos momentos, apenas si llega a concederle la conmutación de la pena de cárcel por el destierro. La orden se firma el 18 de diciembre de 1929. El 28 de enero de 1930 Miguel primo de Rivera presenta su renuncia. La rehabilitación La primera reunión del nuevo gobierno ( 5 de febrero de 1930) decreta una amnistía que rehabilitará a Segundo García a quien muy poco después se reconocerá el derecho a reintegrarse en la escala activa y a ser indemnizado con los emolumentos no percibidos desde su detención. Es entonces cuando de forma clara y definitiva se produce el salto de Segundo García a la política. Las cartas por él escritas en 1930 contienen abundantes referencias a cuestiones electorales y, pese a lo sufrido poco ha, se muestra -dice Olegario García- «sereno, tranquilo y seguro de sí mismo¿ mirando siempre hacia el futuro». El 19 de junio de 1931 recibe la comunicación de su ascenso a general de brigada. Se encuentra terriblemente ocupado defendiendo su candidatura para las elecciones generales a Cortes Constituyentes que han de celebrarse el día 28 de ese mismo mes. Es candidato republicano independiente y tiene grandes motivos y no menos esperanzas. No pudo ser: la misma víspera de las elecciones moría en la ciudad de León. Sólo se llevó consigo aquello que él recordaba grabado en una piedra sillar que existía en la casa familiar y que resume, sin duda, toda su vida: « Cogerás quando espirares lo que en la vida sembrares» .

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