La «autopista» más rentable del mundo

Nació para acortar distancias. Tiene más de noventa años y ahora se prepara para su modernización. Es el canal de Panamá, la lengua de agua de 82 kilómetros de longitud que atraviesa el país desde el mar Caribe hasta el océano Pacífico y que comunica, desde 1914, las distintas orillas del mundo sin tener que rodear el continente americano. El pasado lunes el presidente panameño, Martín Torrijos, anunció la ampliación del sistema de esclusas del canal para aumentar el tráfico y permitir el paso de barcos más grandes, lo que multiplicará los ya cuantiosos beneficiosos de esta autopista acuática. Por el canal, uno de los enclaves estrátegicos del planeta, circula el 5% del comercio mundial y ahorra 7.000 kilómetros a los barcos que navegan entre Sudamérica y Europa y Norteamérica y, más importante, entre Asia y EE. UU. Con el gigantesco proyecto, China, India y los tigres del sudeste asiático tendrán más facilidades para manejar sus exportaciones. Pero al pasar por Panamá pagarán peajes más caros. El proceso, que tendrá que ser sometido a referéndum, contiene varios puntos calientes, sobre todo en lo relativo a la financiación. Torrijos aseguró que la obra se costeará con los peajes de los barcos sin incrementar la deuda del país. De hecho, se espera que las tarifas se doblen antes de veinte años, para «autofinanciar», en palabras del presidente, la obra. En el 2005 recaudó más de mil millones de dólares y presentó un beneficio neto de 400. Después de la ampliación las cifras se multiplicarán. Que Panamá nació y ha vivido gracias al canal es una obviedad que se entiende a la vista de los números. El tráfico y sus actividades derivadas en la autopista acuática representan más del 50% de su PIB, el 42% de las exportaciones y el 20% de empleo total. Uno de cada cinco panameños trabaja en o para el canal. Sin embargo, grupos de campesinos protestan por la degradación y las migraciones que provocará la ampliación de la cuenca.