La energía nuclear a debate En contra A favor
Ante el imparable crecimiento del precio del crudo, los efectos del cambio climático, que ya se hacen sentir en el planeta, y la entrada en vigor del Protocolo de Kioto, que obliga a reducir las emisiones contaminantes, buena parte de los países, incluidos los de la UE, han reabierto el debate sobre el futuro de la energía nuclear. Alemania, Francia y Reino Unido siguen adelante con su programa nuclear; Francia y Finlandia van a construir nuevas centrales; Holanda ha ampliado la vida útil de la que tiene en funcionamiento, y Bélgica y España son los únicos que parecen haberse decantado por no construir más. En el planeta hay en funcionamiento 440 reactores que generan el 16% de la energía que se consume, y se construyen otros 26 en nueve países (Argentina, Corea, China, India, Irán, Japón, Rusia, Rumania y Ucrania). Turquía, por su parte, ha anunciado que planea destinar más de 10.000 millones de euros en la construcción de cinco centrales antes del año 2020. Es posible que la crisis energética se acelere y habrá que tomar partido por una de estas dos posturas contrapuestas. Si la humanidad quiere mantener el actual ritmo de crecimiento económico y reducir las emisiones atmosféricas, está claro que habrá que aumentar el número de centrales nucleares. Ahora bien, si se pretende que prevalezca la posición del medio ambiente sin caer en los riesgos de la energía nuclear, tendremos que renunciar al bienestar asociado a un consumo cada vez mayor de energía y poner en marcha sistemas menos dependientes del transporte. Existe una posición intermedia, que defiende fomentar el ahorro, sustituir los combustibles fósiles por energías limpias y utilizar la energía nuclear sólo como energía de transición, limitada al objetivo de proteger el medio ambiente. Casi nadie duda de que las energías renovables son el futuro. La pregunta que hay que plantearse es si serán suficientes como para mantener el incremento de la demanda y sustituir a los combustibles fósiles. Según algunos expertos, con el nivel de implantación que tienen actualmente y el ritmo de crecimiento del consumo, no va a ser posible salvo que se apueste de una vez por todas por ellas y que se desarrolle un férreo programa de ahorro y eficiencia energética. Sin embargo, cada vez son más los que afirman que las renovables son parte de la solución, pero no la solución, lo que lleva nuevamente a que si se quieren mantener los actuales niveles de consumo las nucleares pueden ser imprescindibles, aún desarrollando al máximo las energías limpias. Según un acuerdo internacional, la energía nuclear se considera doméstica porque el uranio se almacena fácilmente, ocupa poco espacio y su precio es estable. Además, se puede calificar como «limpia», ya que no emite gases de efecto invernadero. Una central nuclear puede funcionar más de 8.000 horas al año mientras que la eólica lo hace una media de 2.500. Y no se debe olvidar que mientras un kilovatio/hora de origen eólico o fotovoltaico cuesta unos 70 céntimos, el nuclear apenas supera el céntimo. En cuanto a los residuos que tardan miles de años en perder su actividad, los científicos siguen investigando sobre su transmutación, para reducir su vida radiactiva, y su reprocesamiento para ser utilizados en nuevos reactores llamados de cuarta generación. Con respecto a los accidentes como el de Chernobil, es impensable que se produzcan en las centrales actuales porque entonces existieron irregularidades como que el diseño carecía de recinto de contención o que no existiese un organismo regulador independiente que garantizase su seguridad. Por último, y por lo que se refiere a España, que importa más del 75% de los productos energéticos que consume, si dispusiésemos de más centrales nucleares reduciríamos nuestra dependencia exterior. El actual modelo energético, basado en la quema de petróleo, carbón y gas natural y en el uso de la energía nuclear es insostenible y el impacto sobre el medio ambiente ya es perceptible. La única solución pasa por abandonar el uso de combustibles fósiles, con el fin de reducir los gases causantes del efecto invernadero, cerrar todas las plantas atómicas, y optar de forma decidida por las energías renovables. La energía nuclear, excluida en el año 2001 de los mecanismos del Protocolo de Kioto durante la Cumbre del Convenio Marco sobre Cambio Climático celebrada en Bonn, es peligrosa para la salud de las personas y para el medio ambiente (recordemos los accidentes de Chernobil, Harrisburg o Vandellós-I). Además, en el último Eurobarómetro se indica que sólo un 12% de los ciudadanos europeos se decantan por la energía nuclear como alternativa al cambio climático, porcentaje que en el caso de España se reduce al 4%. Sin embargo, los residuos siguen siendo el principal problema de la energía nuclear. En España se generan anualmente unas 160 toneladas de residuos de alta actividad y en los cerca de 40 años de nuestra historia nuclear las piscinas conservan más de 6.500 toneladas. Además, necesitan varias decenas de miles de años para que pierdan su radiactividad y la industria atómica ha sido incapaz de encontrar una solución para evitarlo, lo que supone un claro ejemplo de insostenibilidad. La capacidad de almacenamiento de las centrales está a punto de saturarse y, además, dentro de cuatro años regresarán a España los 700 metros cúbicos de residuos que fueron enviados a Francia en 1989. Tras haber desechado el Gobierno la construcción de un Almacén Geológico Profundo, se busca con urgencia un Almacén Temporal Centralizado que albergará los residuos de todas las centrales durante los próximos cien años. Con una inversión que superará los 600 millones de euros deberá albergar, además de las 6.500 toneladas antes citadas, 2.000 bidones, 120 contenedores con residuos tecnológicos, 80 vidrios de alta actividad y los desechos del desmantelamiento de las centrales, empezando por la de Zorita, desconectada de la red a finales de abril. Como el actual modelo de crecimiento es insostenible, es necesario impulsar el ahorro y la eficiencia energética. España es un país rico en energías renovables y, según el informe «Renovables 2050», presentado hace unos meses por Greenpeace y elaborado por el Instituto de Investigaciones Tecnológicas de la Universidad Pontificia de Comillas, en el año 2050 las energías renovables podrían abastecer 56 veces toda la demanda de electricidad de la península Ibérica. El mayor recurso energético de nuestro país es el sol y con la tecnología actual (termoeléctrica, fotovoltaica y chimenea solar) se podría generar electricidad equivalente a 45 veces la demanda eléctrica peninsular. Es lamentable que en un país con nuestra insolación tenga una potencia instalada 20 veces menor a la de Alemania. A pesar de todo, la industria nuclear lucha por mantener y prorrogar la vida de las centrales, con el pretexto de que no producen CO2, y hacen creer a la opinión pública que las energías renovables no son rentables y que habrá que esperar décadas hasta que se implanten de forma efectiva. Desechar la energía nuclear y clausurar todas las centrales es un problema de voluntad política. No existen problemas técnicos, energéticos o económicos que lo impidan. En no pocos países, los gobiernos se comprometieron a ello, empezando por las más peligrosas, así como a impulsar las energías verdes. Lo que tienen que hacer ahora es cumplir esa promesa. Con el precio del petróleo cada vez más alto y la necesidad de cumplir con el Protocolo de Kioto, en los últimos meses se ha reabierto en medio mundo la necesidad de seguir con las centrales nucleares y, en muchos países, defendiendo la construcción de otras nuevas. Quienes se posicionan a favor afirman que para mantener el actual ritmo de crecimiento económico y reducir tanto la dependencia energética del exterior como las emisiones contaminantes, habrá que aumentar el número de centrales nucleares. Los que están en contra recuerdan que desechar la energía nuclear y clausurar todas las centrales es un problema de voluntad política porque no existen problemas técnicos, energéticos o económicos que lo impidan. Recuerdan, además, que algunos gobiernos se comprometieron a ello, empezando por las más peligrosas, así como a impulsar las energías verdes.