Cuando las motos son machistas
Una pequeña parte de la publicidad asociada a la industria del motor presenta a las mujeres como simples figuras decorativas, lo que acaba de provocar denuncias por sexismo
Una de las últimas denuncias salidas de las oficinas del Instituto de la Mujer, dependiente del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, está dirigida a que la marca de motos Aprilia retire de la circulación un anuncio de una moto de la gama Arrecife en la que se pueden ver las manos de un hombre midiendo las nalgas de una mujer con una cinta métrica. Debajo de la explícita imagen aparecía el eslogan Gama Arrecife: Ahora varias tallas menos , en alusión a una bajada de precios aplicada por el fabricante. Asociaciones como la Federación de Consumidores en Acción (Facua) se han sumado a la misma denuncia, que también han emprendido en el pasado contra otras marcas de la industria del motor. Facua advirtió que el anuncio tenía un contenido claramente sexista, y que incurría en un supuesto de publicidad ilícita prohibido en el artículo 3 de la Ley General de Publicidad. El citado artículo prohíbe en su primer apartado a todo anuncio «que atente contra la dignidad de la persona o vulnere los valores o derechos reconocidos en la Constitución, especialmente en lo que se refiere a la infancia, la juventud y la mujer». Pero si la discriminación de las mujeres en el ámbito del motor comenzó en los automóviles (baste recordar el gran número de dichos y tópicos falsos sobre la supuesta impericia de las féminas al volante), el progresivo aumento de la independencia económica de las mujeres y su consiguiente posicionamiento como un cliente potencial han cambiado antiguas costumbres publicitarias que situaban al hombre como centro de todas las atenciones y utilizaban a la mujer como simple acompañante o, en muchos casos, como un reclamo de corte erótico destinado a que el género masculino heterosexual dirigiese sus miradas hacia el anuncio en cuestión. Hombres y motos El estudio especializado en el tema y realizado por el antropólogo José María Espada señala el mundo de las motos como uno de los reductos del motor en los que la mujer se ha incorporado más tardíamente. Así, en una de las partes de su estudio Hombres, motos y riesgo: androcentrismo y sexismo en el mundo de las motos dice «las mujeres ¿propietarias o paquetes, parejas de los moteros? La realidad es que las mujeres siempre han estado presentes en el mundo de las motos como acompañantes, casi como un complemento necesario de la moto, como otro objeto de consumo ostentoso añadido a la moto». Obviamente, la regla tiene excepciones y existen muchas mujeres que compiten en diferentes pruebas motociclistas al más alto nivel, y otras que tienen las dos ruedas como objeto central de su ocio. Sin embargo, los datos históricos de países con una importante cultura del motor como Estados Unidos indican que en los años sesenta sólo el 1% de los propietarios de motos eran femeninos, dato que se elevó al 8% durante la década de los noventa, y que aumenta en consonancia con el incremento de la renta económica femenina. Misoginia Los análisis llevados a cabo por Espada sobre publicaciones especializadas en motos revelan el «altísimo grado de objetualización sexual que se hace de las mujeres, y de actitudes más que misóginas y despreciativas con las féminas». La generalización de las motos como elemento de transporte a mediados del siglo pasado ya empezó con críticas, como han recordado las exposiciones y estudios que se están realizando sobre los cincuenta años de la Vespa. Por ejemplo, los pantalones -la prenda más cómoda para ir en moto- eran considerados «una prenda inmoral para la mujer» en la España franquista de los cincuenta, lo que extendía las críticas a las atrevidas mujeres que montaban sobre dos ruedas durante aquella época. Aunque esas actitudes están felizmente superadas, la publicidad sirve como recordatorio del grado de machismo que todavía existe en algunos sectores de la sociedad.