Dos artistas leoneses a la caza de sueños «Paper icons» (Los retratos de Leticia Gavilanes)
Leticia Gavilanes y Miguel León forman una pareja creativa que persigue el éxito
MARCELINO CUEVAS | texto Una advertencia oportuna, porque Leticia Gavilanes y Miguel Ángel León han dejado, precisamente colgado de su espalda, el mensaje importante de sus obras artísticas y también un Manifiesto contra la imposición institucional en las artes , con el que pretenden colaborar a la recuperación de la belleza y el acceso voluntario a los sueños, el deseo y el azar. Forman una pareja original: son un equipo de trabajo artístico y un centro de iniciativas contraculturales, son los modernos guardianes de las vanguardias eternas. Viven ahí al lado, y acaban de realizar una exposición en el pub Ékole en la que se expresan como agudos dadaístas, colocando sus mensajes en espejos para que el espectador se convierta en parte integrante de la muestra. «Hemos hecho la exposición del Ékole -dicen- para disfrutar nosotros mismos de lo que hacemos. También para sacar al público, desde los baúles donde guardamos nuestras creaciones, lo que llevamos mucho tiempo guardando. Es una exposición de café, presidida por una interpretación de la Mujer de la perla de Vermeer, y en la que hay mucho trasfondo, mucho que leer y mucho que rumiar por parte de los espectadores». Los artistas acaban de regresar de las orillas del Sena. Intentaron hacer las américas en las bohemias calles de la capital parisina, pero pudieron comprobar de primera mano, y no sin cierta tristeza, que tampoco allí atan los gatos con longaniza. «Éste es -aseguran- nuestro primer contacto artístico con la ciudad de León después de un viaje más o menos infructuoso a París, donde hemos intentado mover nuestra obra, ya que aquí todos los canales posibles parecen estar permanentemente cerrados. El Ékole nos ha dado la oportunidad de presentar nuestros cuadros» «Estas obras de tipo dadaísta que vemos en Ékole las hemos hecho juntos. Queremos que quede claro que ambos apostamos por el collage, por la recuperación del papel, porque vuelva a aparecer magnificado. Cualquier resto de artesanía en un cuadro es algo que ahora se desprecia, todo tiene que ser perfectamente industrial, pero nosotros apostamos por los objetos artesanos, por las páginas de las viejas revistas, para que en nuestros cuadros se manifieste con claridad la impronta humana». El diálogo es fluido porque los dos, Leticia y Miguel Ángel, están llenos de ideas, están deseando presentar sus cuadros, comentar sus vivencias, hacer públicas sus elucubraciones¿ son dos potencias creativas en plena ebullición que se encuentran una y otra vez con un altísimo muro ante el que se estrellan. «En León hay muchas dificultades para los artistas. Existe un circuito de galerías intermedio que está copado por exposiciones de carácter comercial. Hay otro de alto arte, integrado por entidades oficiales, en el que solamente tienen cabida los elegidos . Y, finalmente, un tercero, el de los pubs, bares y cafeterías, que no están en la élite, pero donde los que no hemos llegado, ni estamos con lo comercial, podemos decir ¡estoy vivo! Y un artista, cuando está vivo ¿qué hace? Pinta, disfruta, se apasiona con su trabajo e intenta mostrárselo a los demás». Los artistas, entre comentario y comentario, vuelven a su manifiesto: «Contra el miedo, la inspiración audaz; contra la norma, la emoción¿». Un creador renacentista Miguel Ángel León nació en Madrid, pero su ascendencia es berciana. Su carrera artística es larga y sinuosa, habiendo trabajado en el diseño publicitario y en varias revistas de carácter literario y artístico. «Yo -explica- vengo del surrealismo, y he pasado por el dadá porque esa era la forma de acompasar mis ilusiones de adolescente con la realidad. Una realidad que en mi tiempo fue dinamitera, era una forma de rebeldía que intentaba integrar al individuo en la humanidad. El surrealismo fue la consecuencia lógica de esta situación, porque acabas buscando distanciarte de lo evidente. Estamos viendo que la humanidad no percibe la realidad en su más extensa dimensión. No tenemos un discurso concreto para hablar de sueños, azar, vida¿. Está todo demasiado separado, por eso el surrealismo es una forma moral de acometer estas situaciones vitales». El Bierzo imprime carácter, es una tierra poblada de seres llenos de ideas, pletóricos de ingenio. «El Bierzo es un sitio de brutos maravillosos, somos gente que ve la vida de una forma mucho más directa, como, por otro parte, suele suceder en todos los entornos rurales, tan desatendidos culturalmente por parte de las instituciones. Yo haría exposiciones en los pequeños pueblos¿ ruedas de carro mezcladas con otras cosas mucho más sofisticadas. Una rueda de carro puede ser un estupendo testimonio contemporáneo, pero se prefieren otros emblemas que salen de las ciudades. Los urbanitas piensan que en la ciudad todo comienza y termina, creen que las lechugas salen de las neveras, no tienen una relación directa con la tierra y eso es algo que me revienta. Venimos del campo y al campo vamos¿ el Campo Santo también está ahí, no lo olvidemos». Miguel Ángel León tiene muy claros los conceptos. «Yo pinto de una forma analítica, cualquier cosa que no resista el análisis del pintor no vale. La razón está para tamizar todo lo que nos llega a través de la intuición o por la herencia de otros que han pensado anteriormente. Yo no soy proclive a enamorarme de lo que han pensado antes que yo, como decía Descartes, No quiero saber si ha habido otro hombre antes que yo. Mis referencias a otros pintores son amorosas, están entroncadas en una actividad respecto a la observación, no es una deuda pagada de forma pasiva, es muy activa». La princesa del collage Leticia Gavilanes tiene la tierna mirada de los mansos, pero en cuanto abre la boca se demuestra que también bulle en su interior un alocado torbellino que pugna por aflorar al exterior. «Yo -asegura- tengo una idea muy clara, cualquier nuevo artista, cualquier nuevo pintor, no puede negar la evidencia de las influencias anteriores, del legado de los genios anteriores a él. Tiene que pasar ineludiblemente por una etapa de aprendizaje, de asimilación de las formas clásicas. Yo, ahora mismo, estoy en esa etapa, estudiando y recreando a Vermeer, Picasso, Dalí, Rafael¿ no niego, ni nunca voy a negar, la influencia de épocas pasadas, porque es algo básico en el aprendizaje del artista». Leticia descompone a sus maestros en unas obras en las que impera un original cubismo, y en las que el collage es elemento indispensable. También manifiesta una importante inclinación por la estética del cuerpo femenino: «Sí, en cuanto a la forma estoy completamente enamorada del cuerpo femenino. De momento no he encontrado ninguna satisfacción en pintar hombres, en las formas masculinas. Creo que la belleza está encerrada en la mujer. Solamente he pintado mujeres hasta hora». Los dos, Leticia y Miguel Ángel, tienen fuertes personalidades que, aunque encauzadas en un mismo sentido, es difícil que no choquen. «Funcionamos a través del respeto mutuo, ignorando bastante al ego y reflexionando sobre nuestras formas de enfrentar la vida y, también, aprendiendo el uno del otro, sobre todo, sin tomarnos en serio las discusiones», comenta Leticia, mientras que Miguel Ángel remarca: «Nuestras personalidades se cruzan sobre todo a nivel de matices, llegamos a intuir lo que piensa el otro. Estamos siempre alimentándonos con la idea de que podemos llegar más lejos». Son pintores, son escultores, son creadores de agudos collages, son humoristas, son poetas¿ «También en poesía estamos elaborando nuestro Vía Crucis», son pareja y grupo, y eternos inconformistas. Leticia Gavilanes y Miguel Ángel León no se desesperan porque nadie les haga caso, ni porque la mayoría no entienda sus obras, están seguros de que su trabajo es importante y de que un día caerá ese muro ante el que están cansados de estrellarse una y otra vez. Y antes de despedirse insisten en que están «en contra de los iconos del consumo, la democratización de la imagen, los medios digitales, la servil despersonalización y las contestaciones fotográficas» y contra estos males proponen en su manifiesto «la evocación del misterio, el pensamiento analógico, la personalidad irradiativa o las bellezas olvidadas». Durante mi última estancia en París percibí, potenciado, el valor que tiene para el conjunto de la sociedad la imagen icónica creada, como estímulo, a través de la publicidad. El retrato analítico, percibido por el ojo humano antes que por el objetivo de la cámara y luego transformado en papel, es para mí la forma perfecta de conservar la belleza en presencia y no sólo en alusión». «Por su valor permanente he definido estas presencias como iconos de papel, sustancia misma de su existencia dentro de nuestra rutina (prensa, cartelismo, escaparatismo¿). Los sujetos retratados son personajes de relevancia social y cultural que, debido a su ámbito de trabajo, están asociados a una imagen pública elaborada, con presencia habitual en los medios de comunicación. Esta imagen es la que todos, consciente o inconscientemente, deseamos que prevalezca como expresión de nuestro sueño de inmortalidad. Mi intención con este proyecto es involucrarme, desde la plástica, en el ámbito publicitario como creadora de mitos contemporáneos, contribuyendo tanto a la renovación del collage como de la pintura, mediante la asociación de sus cualidades».