Diario de León

Diego Alatriste, el«bravo» que quiso haber nacido en el Curueño

El día 1 de septiembre, viernes, León tiene una cita muy especial: el estreno mundial de «Alatriste». La película de Agustín Díaz Yanes, contará con la presencia del director, el protagonista y dos de sus principales intér

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Miguel A. Nepomuceno
León

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El actor norteamericano que tanto empeño ha puesto para que León fuera sede de este evento, será a partir de ahora la imagen definitiva de Diego Alatriste y Tenorio. El emblemático teatro Emperador, símbolo también de la decadencia de toda una época, por el que han pasado más de sesenta años de la historia del cine y de la escena, parece solidarizarse en estas sus últimas sesiones, con la caída del Imperio Español del siglo XVII. Un siglo cuyos acontecimientos quedaron maravillosamente reflejados no sólo en las pinturas de Velázquez sino en la obra de los grandes escritores, Quevedo, Lope de Vega, Góngora y Cervantes. El reflejo de una España que comenzaba a resquebrajarse por la indolencia, la desidia y la ambición de su nefando gobierno, cuando la corte de Felipe IV era dominada por los corruptos actos del Conde Duque de Olivares, quien contaba con el apoyo de la Santa Inquisición. Es entonces cuando Alatriste, un soldado retirado, del Tercio Viejo de Flandes y el mercenario italiano Gualterio Malatesta, son contratados para asesinar a dos misteriosos hombres que deambulan de incógnito por Madrid, un trabajo que los convertirá en los peores enemigos. El trabajo de un gran director Agustín Díaz Yanes, Tano como familiarmente le llaman sus amigos, hace en Alatriste un auténtico ejercicio de disección de los personajes, apoyándose en su magnífico guión, y afronta su tercera película como guionista y director con un cambio radical respecto a sus trabajos anteriores: Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto , de 1995, su debut, un thriller oscuro que hacía concebir las esperanzas de que un gran realizador había nacido en el cine español. Y así fue. La película se llevó veinticinco premios, incluyendo el especial del jurado en el Festival de San Sebastián. Pero tuvo que pasar un lustro antes del estreno de su siguiente film, Sin noticias de Dios , una comedia compleja negra y un gran reparto estelar Penélope Cruz, Victoria Abril, Fanny Ardant y Gael García Bernal. Y de nuevo otro lustro de silencio antes de que volvieran a llamarle para hacer la que es ya, posiblemente la película de la década, El capitán Alatriste . Con un presupuesto de 24 millones de euros -la más cara de la historia del cine español- y un reparto estelar encabezado por Viggo Mortensen, el filme de Yanes es un fresco histórico que refleja fielmente la esencia de las novelas de Pérez-Reverte y retrata a la perfección toda una época que pasará a la historia por la ineptitud de sus gobernantes. Otra baza a favor del filme es el haber contado con el mejor equipo técnico y artístico del momento, además de estar apoyado por una soberbia banda sonora como la que Roque Baños insertó, que se adapta de manera prodigiosa a unas imágenes hechas para crear un ambiente de desolación donde los Tercios Viejos de Flandes, los temidos y tristemente abatidos soldados de élite, caen bajo un tema que conmueve por su lirismo desolador. Con sólo escucharlo, uno se ve inmerso en medio de la abrasadora llanura de Rocroi, cubierta de polvo, hierro y sangre. «Es muy difícil hacer este tipo de proyectos en España, dijo Agustín el pasado miércoles. Es como un salto al vacío, mi gran aventura personal y cinematográfica». Un reparto de campanillas aporta consistencia y calidad a la pelicula: Eduard Fernández, Elena Anaya, Ariadna Gil, Blanca Portillo, Javier Cámara, Juan Echanove, Enrico Lo Verso, Eduardo Noriega, Antonio Dechent y Unax Ugalde, además de Viggo Mortensen que llegó al papel gracias al guión del propio Díaz Yanes que le facilitó su amigo común Ray Loriga con quien ya había rodado en España La pistola de mi hermano . Para Viggo el film «no es sólo un buen cuento de aventuras y desventuras; es también el retrato de una época crucial de España, Europa y el mundo». Espectaculares escenas de batallas con 10.000 extras y un centenar de localizaciones dan idea de la ambición de la última película de Díaz Yanes destinada a romper taquillas. Y León será la afortunada y única ciudad del planeta que a las nueve de la noche del día uno de septiembre, tendrá a los cuatro personajes más importantes de la película en el escenario del vetusto, emblemático y señorial teatro Emperador, porque Viggo Mortensen, el señor de sus amigos, una vez más ha cumplido su promesa de que León sea, además de la patria chica de Alatriste, la sede de la primera proyección mundial del filme. El señor de sus amigos ¡No preguntarme nada. He visto que las cosas cuando buscan su curso encuentran su vacío. Hay un dolor de huecos por el aire sin gente. Y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo! (Federico García Lorca, Poeta en Nueva York ). La última vez que nos vimos fue el pasado 3 de marzo en la cafetería del Auditorio Ciudad de León, donde Viggo Mortensen había acudido para asistir al inmenso recital que la soprano norteamericana Barbara Bonney ofreció a los numerosos aficionados a la lírica que hay en esta ciudad. Hacía algo de frío y la cafetería estaba ese día especialmente concurrida. En el descanso, como acostumbro, bajé a tomar un café y a charlar con los amigos. La media docena de mesas no dejaban opción a sentarse por lo que permanecí en la barra comentando con un buen aficionado local las excelencias de una de las voces más hermosas de la lírica actual. El trasiego de gente era considerable y a penas si podía desplazarme del lugar donde me encontraba. De pronto un amigo se me acerca y me comenta: ¿Aquel que está sentado en la mesa del fondo, no es Viggo?. Miro y no veo nada. Las cabezas me lo impiden. Me abro paso con dificultad sorteando a duras penas las sillas, las piernas y los bolsos de las señoras. Al lado de los grandes ventanales del fondo, ligeramente apartado del bullicio, veo ante una taza de café y ojeando una revista a un joven rubio, más despeinado de lo habitual que se recrea mirando las páginas de una conocida revista cultural de León. Al acercarme Viggo levanta la vista y me reconoce. Nos saludamos. «¿Es que Alatriste tiene el don de la ubicuidad?, te hacía en Norteamérica», le digo. «He venido en un viaje relámpago a Madrid para ultimar asuntos del montaje de sonido y en cuanto he tenido un poco de tiempo me he acercado a León a ver a mis amigos. ¿Cómo estáis todos?.» Su rostro reflejaba todavía la fatiga del largo viaje. Hablamos de los preparativos del estreno de Alatriste , de su breve estancia en Madrid para presentar, junto a Cronemberg, Una Historia de violencia y pasamos a lo que en ese momento nos había atrapado a ambos dejándonos boquiabiertos. «Es una voz prodigiosa», me dijo, refiriéndose a Barbara Bonney que nos estaba ofreciendo un recital de reclinatorio y que a él le gustaba de forma especial. «¿La habías escuchado antes?. Asentí y por unos instantes creí percibir un brillo de complicidad en su mirada. «Mañana me iré, pues tengo infinidad de compromisos, como sabes, pero no sin antes visitar a mis amigos». ¿Nos veremos entonces en León para el estreno de Alatriste como habíamos quedado en Uclés?, le inquirí. «Seguro. León será una de las ciudades donde se presentará la película». «¿No habrá problemas de última hora con la productora o los exhibidores?». Insistí. Sin responderme me miró fijamente como sólo Alatriste puede hacerlo cuando desea reafirmar una sentencia y levantándose, me estrecha la mano diciendo: «Hasta septiembre. Te enviaré mi último libro con imágenes de León». Y así fue. Subió a Valdeteja, saludó a los bravos , charló con su amigo Gabi y regresó raudo a León para estar unas horas con los entrañables argentinos, a los que le une la afición sin límites por su club el San Lorenzo de Almagro. Luego partió . Y pasó el tiempo sin noticias, hasta que un buen día de finales de abril llegó Linger . Lo abrí con impaciencia y vi un hermoso libro que no era como los demás. Era un libro hecho de sensaciones, de instantes robados a la vida, de recuerdos prestados y de presentes cercanos que ya son pasado. Entre numerosas fotografías de diferentes países, de pronto me encuentro con León, con un León diferente al que mi retina está acostumbrada a mirar. Era el León de Viggo Mortensen. Aquel que había visto o creído ver en los territorios urbanos de una ciudad inmersa en el frenesí del día a día, que mira de soslayo a su glorioso pasado pero que es incapaz de abandonar el peso de un presente que la asfixia. Versos en imágenes Es cierto que la fotografía, junto con el cine, es una de las manifestaciones artísticas más claramente identificadoras de la cultura de nuestro siglo que se han convertido en instrumentos fundamentales de nuestra memoria colectiva y en fuente importante de nuestra historia. Y aunque la fotografía ha cambiado la percepción del mundo del hombre moderno haciéndolo más sensible a las situaciones sociales, políticas y culturales, sin embargo la de Mortensen, trata de ir más allá de lo que significan unas hermosas instantáneas tomadas en un viaje de recreo. En Linger Mortensen refleja el eco silencioso de las miradas del hombre ante su soledad, esa que es más densa cuanto más acompañado estás. Pero Linger no podía ser un libro más entre los miles que diariamente aparecen en los escaparates de la librerías porque en sus entrañas lleva a dos poetas. Uno el de la palabra ardiente, el del verso «escueto», el otro el de la imagen fugaz, el del instante efímero, el del hombre comprometido con el tiempo que le ha tocado vivir, con lo que intuye y sugiere a su alrededor cada rostro, cada gesto, cada cielo que no es otro que el mismo que iluminó su hipersensible retina cuando buscó la paz en las límpidas montañas nevadas del Curueño en su primera visita o en las tranquilas calles de un León cada vez menos poblado de niños y más de viejos. Nada escapa a ese ojo inquieto. León cae atrapado en esa incesante búsqueda de la instantánea que nunca parece llegar. Es entonces cuando la ciudad se muestra desgarradoramente abierta ante sus pupilas y los versos asaltan de forma incontestable para subrayar que una vez más la fotografía se pone al servicio del poeta para así, juntos, descubrir ese León que Viggo vivió una Semana Santa del año 2005 y ponerlo perdido de versos en imágenes. Lo cierto es que cuando lo cerré me abrasaba entre las manos. Linger es un libro de múltiples rellanos, de largo recorrido, de profundos sentimientos. Un libro para la meditación... Los «cuervos» del San Lorenzo Las mañanas son frías en León a últimos de febrero y una fina niebla procedente del Bernesga envuelve a hombres edificios y coches abrillantando sus contornos lo que hace que esa sea una hora mágica para patear la urbe. Viggo atrapa su cámara y se lanza a recorrer los callejones, las plazas, los parques, las grandes avenidas, los suburbios de ese León que aún dormita entre el humo de las chimeneas y los tubos de escape de los coches. Cualquier excusa es buena para observar a alguien y estudiar sus rasgos, sus ademanes, su mirada. Es el momento de atraparlo con la cámara. Lo importante es congelar ese gesto, esa actitud que lo hace singular. El resto es trabajo de laboratorio. Todas las mañanas, mientras permaneció en sus últimas visitas a León, se acercaba hasta El Rincón del Cid , el último bastión de los cuervos del San Lorenzo de Alamgro en España, para saludar a sus queridos amigos los argentinos, Ana Maria, su marido Gustavo Adolfo y sus hijos Ezequiel y Gonzalo. Desde el primer día que se les presentó de improviso en su bar comentan «nos pareció un tipo estupendo, buen corazón y excelente persona. Quiere mucho al club, y por él lo da todo. Sabías, dice Adolfo, que cada domingo regala 16 entradas para que la gente vaya a los partidos del San Lorenzo? El problema económico que tiene el país es grave y él se solidariza haciendo este gran aporte. En León somos diez los hinchas del San Lorenzo, pero teniéndole a él aquí es como si fuéramos mil». Recién concluido el rodaje de Alatriste y como nos había prometido, regresó a León a dar personalmente las gracias a aquellos curiosos argentinos de los que le habíamos hecho llegar, entre otros muchos obsequios, una estupenda fotografía de la hinchada del San Lorenzo. Con esa imagen en la retina debió entrar aquella lluviosa noche de finales de junio, en el recogido bar. Con su habitual discreción les saludó y enseguida comenzaron a hablar de los triunfos de sus querido equipo. Sabemos por ellos que varias horas después se despidió no sin antes regalarles su propia camiseta del San Lorenzo Club de Fútbol. ¡Dile a Viggo que somos de León! El Escorial. Una tórrida mañana del mes de junio del 2005. Plató del rodaje de Alatriste . Félix García, el secretario de la sociedad canina y adiestrador de perros mastines, se dispone a entrar con Caimán , Tita y Leal , tres mastines leoneses y sus dos careas, Manchi y Gus , a rodar algunas escenas de figuración en las que se requieren estos animales. Alguien en la puerta que no los conoce pone pegas para que traspasen la valla. Félix insiste en que están dentro de la figuración, pero caso omiso. Entonces Rafael Casado, especialista canino se pone delante de la cara del incrédulo y muy serio le espeta: «Busca a Viggo y dile que somos de León». Desaparece y tras unos minutos de espera, sale de detrás de una caravana, con el sombrero puesto y la espada en el cinto, es Alatriste. Se acerca a Félix y Rafa y sonriente les saluda. «Somos de León y pertenecemos al equipo de figuración, dice un poco cohibido Félix, pero no nos dejan pasar. Viggo le invita a seguirle mientras acaricia a uno de los «careas». Una vez dentro Alatriste les pregunta que de qué parte de León son y se interesa por los enormes mastines. Rafa y Félix le explican el origen milenario de esta raza canina autóctona de León y le cuentan un poco la problemática existente para tratar de conseguir su denominación de origen para esta raza a los que se le presta muy poca ayuda y reconocimiento desde las instituciones. Viggo escucha atentamente y cuando acaban de explicarle las características de estos fieles y poderosos animales, les pregunta: «¿Son del Curueño?». «De cerca», dice Félix. Viggo sonríe. Después se reúnen alrededor del actor con uno de los «careas» delante y se fotografían, ante la mirada molesta del ayudante de dirección que no entiende nada. Se unen a ellos Paco Femenina, director de fotografía y el niño Nacho Pérez que hace el papel de Iñigo de Balboa joven. Viggo va a cambiarse y trueca el traje de Alatriste por la camiseta negra de León y unos pantalones vaqueros. Toma a Tita , una hembra de mastín atigrada y se coloca delante de su caravana donde cuelga la bandera de León. A su lado Félix posa con Leal el macho dorado. Se une a ellos Rafael Casado, el especialista canino y juntos vuelven a fotografiarse con los enormes mastines. «Estaba contento», dice Félix. Yo le presenté entonces un libro que estoy escribiendo en el que recojo todo lo que concierne al mastín leonés y me lo firmó. Puso solamente: «Suerte». Le regalé una gorra de la sociedad canina, se despidió y se fue. Al poco rato le veo salir de la caravana hacia el coche que le estaba esperando con la gorra puesta. Nos dice adiós con la mano desde lejos y se alejó en el automóvil. «Me gustaría saludarle el viernes y llevarle a los mastines», concluye Félix. Perros actores Es habitual en las películas de época utilizar perros adiestrados como figuración y no es la primera vez que Félix y Rafael acuden con sus mastines a trabajar en películas como la recién concluida Goya o esta de Alatriste . La fama de sus perros es conocida y ellos se siente satisfechos de que algunos de sus canes aparezcan en películas famosas como la de Yanes. «Han hecho varias tomas de ellos, bien solos o en parejas, apunta el adiestrador, pero luego la mayoría no aparecen en el montaje final. Sin embargo hay una en la que se ve a Alatrsite y Quevedo caminando por una calleja, y a su lado pasa un carro con un mendigo tirado por el mastín Caimán , y detrás se puede ver a la perra Manchi . Esa escena me han dicho que si sale. Pero no lo sabré hasta el viernes», añade. De cualquier modo es una satisfacción poder estar en muchos de estos filmes y presentar y divulgar esta raza autóctona de perros que no es muy conocida en otras latitudes», concluye. Sea como fuere lo cierto es que a los actores les encantaba acariciarlos, posar y trabajar con ellos, pues a lo insólito de su presencia se une la docilidad tan encantadora que encierran tras ese fiero aspecto y ese imponente tamaño. 1397124194

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