La fotógrafa de la mafia
Le tocó trabajar en una época dura, cuando los sicarios de la Cosa Nostra iniciaron su particular guerra contra los poderes públicos. A esta batalla se sumó la de los Corleones. Y a ella, empleada en el periódico «L'Ora», le encargaron retratar
Ella misma define su vida como macabra, porque macabra era la rutina que la obligaba, en su condición de empleada del diario de Palermo L¿Ora, a cubrir cuatro o cinco homicidios diarios. Sucedió entre la década de los setenta y los noventa y publicó algunas de las imágenes que han identificado a Sicilia y a lo que supuso la mafia en Italia en el resto del mundo. A Letizia Battaglia, ahora con 71 años y que expone su obra en Culleredo, le tocó una época dura, entre 1978 y 1992, cuando los sicarios de la Cosa Nostra iniciaron su particular cruzada contra los cargos públicos que consideraban que interferían en sus asuntos. Cayeron jefes de policía, de los carabinieri, procuradores, políticos y hasta magistrados. Pero, en contra de lo que ellos creían, no estaban solos en la lucha pues, junto a esta extensa serie de asesinatos políticos, otro clan de la mafia, los Corleones, puso en marcha otra guerra para eliminar a sus rivales. El resultado fue el que toda la sociedad italiana temía: un baño de sangre que dejó cerca de mil muertos y desaparecidos. Con Palermo inmersa en una lucha que parecía no tener fin, Letizia Battaglia, que llegó a reunir en su archivo 600.000 horribles imágenes, comenzó a recibir amenazas para que dejara de hacer su trabajo. Las tretas de la mafia consiguieron el efecto contrario, que la fotógrafa se mantuviera firme en su particular combate a favor de la justicia, documentando con su Leica el horror de la mafia. Cuando consiguió retratar a los asesinos de los jueces Falcone y Borsellino, Letizia Battaglia dio por cerrada su actividad profesional, pero no su compromiso en la lucha contra la mafia. Ya metida en política desde 1985 como representante del pequeño partido de Los Verdes en el Ayuntamiento de Palermo, contribuyó después a la fundación de La Rete, un movimiento sin programa a largo plazo pero con un clarísimo sentimiento antimafioso. Hasta 1991 estuvo al frente del gobierno local en una experiencia que luego recibió el nombre de la primavera palermitana y hoy, algo retirada de la vida pública, utiliza sus libros y sus exposiciones para reflejar un horror que, según ella misma proclama, sigue vigente en Italia. Y, además, ante la pasividad de una sociedad y un Gobierno que, se queja, «están cansados y resignados ante la situación».