Diario de León

LANCASTER: 1930 LANCASTER: 2006

Los amish vistos de cerca

Una periodista que durante seis meses vivió en Namish, a veinte kilómetros de Filadelfia, nos cuenta cómo es esta peculiar comunidad y cómo viven estas personas que parecen ancladas en el pasado, a los que en Esp

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NANI ARENAS | texto 1397124194 Hacen las mejores tartas que he comido nunca. Me refiero a los amish.
León

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Su peculiar manera de entender la vida se hizo popular gracias a la película Único testigo (Peter Weir, 1985) en la que un policía convive con una familia amish para defender a un niño, testigo casual de un asesinato. ¿Quién no piensa en Harrison Ford y Kelly McGillis bailando en el granero cuando oye la palabra amish? Al igual que en la película, este reportaje tiene también la palabra asesinato en su trama. Pero, lamentablemente, esta vez no es ficción. Y los protagonistas no son testigos, sino víctimas. Esta semana, los amish, pueblo pacifista y poco amigo de todo tipo de popularidad, ha vuelto a salir de su cascarón debido a una trágica noticia. Un camionero de nombre Charles Carl Roberts entró el pasado lunes armado en una escuela amish situada en un área rural de la ciudad de Nickel Mines, en el condado de Lancaster (Pensilvania, EE.UU.). El atacante mató a tres niñas, hirió gravemente a siete y a continuación se suicidó. El asesino era ajeno a la comunidad, pero, según informan diversos diarios norteamericanos, conocía bien el entorno de las víctimas, porque solía llevar la leche producida por los campesinos de esa comunidad religiosa a varias plantas procesadoras. Las estrictas normas dictadas por el Consejo de los Obispos tampoco prohíben a los granjeros el éxito económico. Y la moderna sociedad les ha beneficiado. Hay dos claves: la moda de los alimentos ecológicos y de la alimentación natural, que arrasa desde hace ya unos años en cierto sector de la población estadounidense, y el turismo. Los amish saben cuán atractivos son para los turistas. Y no son ajenos a los beneficios económicos que estos les pueden reportar. Por eso ya no sorprende que en la carretera que cruza las zonas donde habitan los amish haya tiendas de alimentación de productos amish, restaurantes amish, talleres donde adquirir edredones o juguetes de madera hechos a mano por los amish¿ El boom del turismo y de la alimentación sana no son simples modas. Hace ya muchos años que en las zonas comerciales de casi todas las localidades importantes de Pensilvania se ven almacenes dirigidos y gestionados por amish donde  se venden todo tipo de productos y alimentos. Gracias a ello he podido degustar sus tartas. Y sueño con volver a probarlas un año de estos. Un día sosegado Los amish son madrugadores como la luz. Llegan a sus tiendas puntuales, a primera hora de la mañana, siempre a bordo de su carro tirado con caballos, medio de transporte y emblema que los identifica vayan donde vayan. No entablan grandes relaciones con sus clientes, pero son extremadamente educados, y amables a la vez que tímidos y distantes. A los habitantes de Pensilvania ya no les choca ver los carros de caballos aparcados al lado de los coches. Ni la imagen de sus tenderos favoritos. Ellos, de negro riguroso, con largas barbas y melena que sobresale bajo el sombrero de paja. Y ellas, impecables con sus cofias y mandiles blancos. A nadie de la zona le choca tampoco oírles hablar en su idioma, un dialecto cuyo sonido recuerda al alemán bautizado como el Pennsylvania dutch . Ni llama la atención que a última hora de la tarde se retiren rumbo a sus granjas. En los últimos años tampoco sorprende ya que algunos establecimientos acepten tarjetas de crédito como forma de pago. O la presencia de cabinas de teléfono públicas estratégicamente situadas cerca de las granjas. Nadie se escandaliza por ver a un niño amish escapándose en busca de algún amigo que le permita ver, a escondidas, un ratito la televisión. Ni al saber que hay un amish hospitalizado recibiendo tratamientos médicos modernos. Y seguro que ellos mismos son los autores de las ¡12.300.000 páginas! que aparecen cuando se teclea en Google la palabra «amish». Los cambios tecnológicos les han obligado a tomar a aceptar ciertas conveniencias modernas. También el Gobierno les está poniendo las cosas difíciles con las nuevas leyes. Por ejemplo, ha habido ya varias campañas contra ellos acusándolos de explotación infantil por obligar a los hijos a trabajar desde pequeños.

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