En el campo de batalla destacaban en el uso del arco
Margarita Torres hace hincapié en el hecho de que no habría resultado fácil para una mujer guerrear en la Edad Media. La historiadora destaca que, si se mira desde la óptica del caballero, tenían que entrenarse desde pequeños, puesto que tanto la armadura como la espada pesaban tanto -sólo la armadura podía llegar a alcanzar los 35 kilos- que requerían de un sobreesfuerzo muscular importante. De hecho, a la edad de siete u ocho años, los niños de la clase noble eran enviados para servir de pajes en la casa de un gran señor. Las mujeres les enseñaban los conocimientos sociales básicos y empezaban un entrenamiento elemental del uso de las armas y la equitación. Alrededor de los 14 años los jóvenes se convertían en escuderos, es decir, en aprendices de caballero. Cada escudero se asignaba a un caballero, que debía continuar la educación del joven. Los escuderos eran compañeros habituales y sirvientes de los caballeros. Además del entrenamiento marcial, los escuderos se fortalecían mediante juegos, aprendían a leer y, generalmente, también a escribir. No obstante, Torres Sevilla explica que las mujeres solían ser muy certeras con el uso del arco, debido al hecho de que entre sus actividades de ocio se encontraba la caza. Asimismo, pone de relieve el hecho de que las féminas sabían manejar la espada, puesto que en aquella época se trataba de un problema de vida o muerte. «Cuando los hombres partían a la guerra, había más de una ocasión en la que las plazas eran defendidas por las mujeres», especifica. «Además, hay que tener en cuenta que las mujeres eran un botín de guerra muy sabroso. Si eran nobles, por ejemplo, se las podía secuestrar con con fines matrimoniales», desvela.