Diario de León

ENTREVISTA

Juan Antonio Velasco: «Amo al Emperador y con su cierre me siento como un huérfano; no sé qué hacer»

Juan Antonio Velasco ha pintado con rabia su último cartel para el teatro que ahora cierra y al que ha entregado buena parte de su vida profesional

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MARCELINO CUEVAS
León

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Velasco está muy triste; su espigada silueta es como la figura melancólica de un Quijote derrotado por los molinos de viento. Juan Antonio Velasco, pintor berciano afincado en León desde hace medio siglo, ha pasado más de la mitad de su vida pintando grandes carteles tras la enorme pantalla plateada del teatro Emperador, y ahora acaban de decirle que deje de lado sus botes de colores, sus brochas y pinceles, que se olvide para siempre de las caras famosas de los actores del cine y del teatro y que se vaya, que aquí, en el Emperador, su último reducto, ya no pinta nada. Ha asegurado el alcalde que el viejo teatro se salvará, que el Ayuntamiento está dispuesto a comprarlo¿ pero a Velasco nada le consuela, siente que el cierre del lujoso coliseo que ha centrado una parte importante de la vida cultural leonesa durante más de medio siglo, se lleva con él una importante parte de su existencia. Se acabaron los enormes cartelones, se acabó el maquillar la fachada del Emperador cada semana, sólo queda ante sí una senda gris y silenciosa jalonada de fantasmas de celuloide. El artista, cabizbajo, dice que estos días han pasado por su cabeza muchas cosas: «Tengo una confusión total¿ después de 47 años pintando, manteniendo desde chaval esta profesión¿ cierran el teatro sin más explicaciones. Me he quedado como en un vacío total, sin saber por qué calle tirar. Porque yo al Emperador lo amo con todas mis fuerzas; han sido muchos años de trabajo, de esfuerzos, de experiencias y de sensaciones. Ahora, al encontrarme con algo que me parece irreal, me quedo pensando¿ y me parece que solamente puede ser el fruto de una ficción, de una trágica película. ¿Cómo es posible que un teatro de la categoría del Emperador, que pocas capitales de España pueden vanagloriarse de tener uno de semejantes características, se cierre? Y que nadie diga nada, que nadie haga nada, que no salga toda la ciudad al unísono a la calle a defender su pervivencia¿ me parece que sueño con los ojos abiertos, muy abiertos por la sorpresa». Mientras pintaba casi en la penumbra detrás de la pantalla, Velasco ha escuchado la banda sonora de muchas películas, «Y también -asegura- me las he imaginado. Pero yo pintando he sentido muchas sensaciones cinematográficas. Cuando estaba a solas pintando tras la pantalla, en esas horas mágicas en las que el teatro está vacío, me sentía maravillosamente bien, porque, aunque en soledad, vivía en un espacio en el que la noche anterior habían estado los personajes de un concierto, de un ballet, de una obra teatral o de una película¿ y compartía con sus sombras ese lugar. Porque si escuchabas con mucha atención, aún te encontrabas con los ecos de lo que había sucedido allí el día anterior. Nunca me sentí sólo, me encontraba rodeado de unas vibraciones, de unas emociones que me ayudaban a seguir pintando, experimentando, buscando siempre algo nuevo y sorprendente». Los carteles de Velasco en los últimos tiempos tenían «solamente» treinta metros cuadrados, pero en tiempos pasados les hacía de tamaños muy superiores. «La verdad es que puestos en la fachada parecen pequeños -asegura- pero para pintar treinta o cuarenta metros cuadrados hay que dar muchos brochazos y darlos muy bien, porque el cartel va a ser visto por muchas personas, por muchos críticos espontáneos que no te perdonan la menor falta». Toda la historia del cine en el último medio siglo ha pasado por las pinturas de Velasco. «Me gustaba pintar a los grandes de siempre, a Sophia Loren, Charlton Heston, Marlene Dietrich, Marlon Brando, James Dean¿ a los grandes mitos del cine, todos los actores de aquella época dorada guardan para mi connotaciones mágicas. Quizá por ello, después de pintarlos decenas de veces en los carteles del Emperador, les he pintado también en cuadros con los que he realizado varias exposiciones. Hoy en día hay más actores y actrices, no se repiten tanto las caras de los famosos, no hacen películas con la regularidad que las hacían antes». El cine ha perdido mucho de su misterio, por eso Velasco sigue anclado en las viejas películas, en los clásicos del séptimo arte. «Antes había películas- comenta- por ejemplo El rostro impenetrable, El Cid, Lawrence de Arabia, 55 días en Pekín, que no he podido olvidar. Pinté de ellas unos carteles descomunales y llenos de color que nunca llegarán a borrase de mi memoria». Velasco, que se siente uno más en la gran familia de las estrellas del cine y el teatro, cuando ve ya como inexorable el cierre del Emperador, se siente como un huérfano desorientado. «No sé lo que haré, es una enorme incógnita¿ esto es lo único que sé hacer, llevo desde los veinte años pintando carteles de cine, ha sido toda una vida. Y no solamente para el Emperador, también los he realizado para el Abella, el Condado, el Mari, el Azul¿ pero todos los locales han ido cerrando y con ellos se ha difuminado mi vida capítulo a capítulo. Yo no puedo pensar a estas alturas en inventarme otra profesión, sólo sé pintar carteles de cine y de teatro». Velasco, ante la fachada del teatro, mira con rabia su último cartel, «es un bodrio -dice- pero lo pinté sabiendo ya que sería el último y en un momento de enorme depresión, no quiero ni verlo. Espero que la gente lo olvide y me recuerde por los cientos que han servido para hacer un poco más famosos en esta ciudad de provincias a los triunfadores de la gran pantalla, por todo los que he pintado con enorme cariño y creo que también con gran profesionalidad. No sé, no puedo imaginar lo que haré a partir de este momento, es muy difícil poner la palabra fin en esta historia».

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