Diario de León

Zamora abre una ventana a La Cabrera

El Museo Etnográfico de Castilla y León acoge una exposición de Pilar Ortega y Severino Carbajo que es toda una lección de la arquitectura popular de la comarca

MUSEO ETNOGRÁFICO DE CASTILLA Y LEÓN

MUSEO ETNOGRÁFICO DE CASTILLA Y LEÓN

Publicado por
ANA GAITERO | texto
León

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El Museo Etnográfico de Castilla y León, en Zamora, ha abierto una ventana con vistas a La Cabrera, comarca tradicionalmente marginada y que, debido a la emigración de sus gentes, conserva una de las arquitectura populares «más auténtica y viva». Pilar Ortega y Severino Carbajo son testigos privilegiados de la pérdida que, día a día, sufren estas joyas populares y también de las bellezas que perviven pese a la desidia. La pareja de pintores, vecinos de Truchillas desde los 70, presentan hasta el 26 de noviembre una exposición de 37 dibujos a lápiz de grafito y 14 lienzos, una auténtica lección de arquitectura popular que, según el arquitecto García Grinda, «explican mejor que sesudos textos cómo es esta arquitectura». Pilar Ortega (Álava) hizo en 1991 su primera exposición de dibujos cabreireses. Su lápiz y una buena dosis de observación acercan los detalles de esta arquitectura como un «zoom» y fragmenta las piezas de la casa -chimeneas, hornos, corredores, bocallaves, trancas, coladeiras...- con precisión etnográfica, sólo comparable a los dibujos de campo de Julio Caro Baroja. «Hay quien es capaz de distinguir a través de sus dibujos el tipo de madera de puertas y tablones», reconoce la artista. Por su parte, Severino Carbajo (Madrid) descubre con sus óleos que lejos de la idea de una comarca oscura y gris, «La Cabrera tiene luz, calor y verano, es alegre». En esta su segunda incursión en la arquitectura de la tierra de sus antepasados, Carbajo se ha desprendido del «envoltorio del paisaje» para meterse de lleno con las formas y los materiales de la arquitectura popular. «Han triunfado el empeño de Concha Casado y también de Pilar en que retratara la arquitectura», reconoce el autor. Y está satisfecho. Villar del Monte, uno de los mejores conjuntos de La Cabrera Alta, es su principal escenario de trabajo. Entre los pajares, con su cubierta de paja centeno, destaca uno en el que se la fábrica de piedra evita las esquinas creando un muro redondeado. Es una solución que los antiguos pobladores encontraron cuando se enfrentaban a la escasez de piedras grandes y utilizaban cantos rodados de río. «Eran inteligentísimos y no medían el tiempo como ahora», tercia Pilar Ortega. La luminosidad del pintor se adentra también en las calles de Santa Eulalia de Cabrera y Robledo de Losada y se hace más espectacular en el tríptico que ha preparado sobre dos casas con horno en Villar del Monte. Su visión panorámica parece completar la perspectiva fragmentaria que mima Pilar Ortega. El realismo de sus dibujos es tan extremo que las bocallaves parecen esperar a que penetre la llave por su sencilla chapa recortada; por la coladeira no corre el agua de la fregadera de la casa y las chimeneas troncopiramidales revestidas de losas no evacúan los humos del llar . Las puertas entabladas están cerradas, como testigos mudos del desierto humano en que se han convertido gran parte de los pueblos. «Hay un sentimiento de soledad y vacío dentro de las cosas, algo que se vive aquí», apunta la artista. En cambio, el «mar» de berzas que se interpone entre su concepto de la arquitectura «pura y dura» en un rincón de Robledo de Losada, es un canto a la vida que todavía permanece en La Cabrera. Es un dibujo poco corriente entre los más de medio millón que ha realizado en estos últimos quince años sobre la arquitectura de la comarca suroccidental de León. Y lo que más le emociona es que sus dibujos emocionen. La pintora rinde un homenaje a los artesanos que, sin título ni nombre siquiera, dejaron estampado su sentido de la utilidad y la estética en trabajos tan preciosistas como las tablas talladas, más bien parecen bordadas, en una casa de Trabazos que tristemente ha desaparecido y que a ella le han cautivado de tal manera que la despieza trozo a trozo. Pero, ante todo, la exposición «es un homenaje a Concha Casado, a quien le debemos muchísimo por lo mucho que nos ha alentado y nos ha enseñado a mirar y a querer», reconocen. Ella ha encontrado la arquitectura más seductora de la comarca en Forna, un pueblo de La Cabrera Baja que destaca por el color oscuro de la piedra, en contraste con el luminoso y casi rojizo de Villar del Monte. Una casa con horno y cubierta de pizarra labrada, por una de cuyas ventanas asoma la coladeira, o desagüe de la pila o fregadera, es uno de sus rincones favoritos, además del molino. Y él reivindica el valor del conjunto y, en particular, de un pueblo que hasta ahora permanece olvidado en La Cabrera Baja, Saceda. Después de las intervenciones ejemplares que se han hecho en Villar del Monte y Forna y Ambasguas, también quiere llamar la atención sobre el pueblo que se mira todo él sobre el río Cabrera y ofrece una composición espectacular de tejados de pizarra labrada y fábricas de piedra. La esperanza está puesta ahora en el atractivo que La Cabrera emana hacia al exterior. Si en Villar del Monte se restauran varias viviendas, incluída la emblemática casa rectoral, y entre los nuevos propietarios figuran un inglés y un matrimonio belga, en Valdavido llama la atención que lleguen vecinos de Alicante. El efecto imitación se está empezando a sentir y también los hijos y nietos de los que emigraron quieren arreglar su casa como es debido, es decir, con respeto a las formas y a los materiales. A lo antiguo. De la pintura de Pilar Ortega y Severino Carbajo se desprende ese amor y admiración por la sabiduría popular y por es, dice Grinda, con su «lectura analítica» de las diferentes tipologías que «explican mejor que sesudos textos cómo es esta arquitectura, en unas obras donde nunca se verá mejor retratada y en las que se aúnan una singular expresividad y un destacado interés plástico». La exposición es una auténtica reivindicación de unas joyas tradicionales que, como señala el profesor, «rara vez van a encontrar mejor casa, un marco más adecuado que el Museo Etnográfico de Castilla y León en Zamora».

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