Diario de León

Jesús Rodríguez: «Se ha dado una excesiva libertad a los alumnos»

«Creo que haría exactamente lo mismo; me ha ido bien en la vida y también en el mundo de la enseñanza»

JESÚS

JESÚS

Publicado por
VICENTE PUEYO | texto
León

Creado:

Actualizado:

Jesús Rodríguez Fernández es de ese tipo de gente de ambición medida, sencilla y laboriosa que afronta sin ruido los últimos tramos de la carrera de la vida. Sin ruido y en chándal. Y es que es difícil aparcar el «uniforme» cuando se ha sido, durante tantos años, profesor de Educación Física.  El deporte y la docencia corren por las venas de Jesús, Chus para los amigos. Se nos va el tiempo sin apenas salir del monotema: el instituto, los chicos, los de ayer y los de hoy. -¿Si volviera a nacer? -Creo que haría lo mismo; me ha ido bien en la vida y en la enseñanza; no he tenido problemas graves ni desde el punto de vista moral, ni fisico¿ lo razonable sería repetir la experiencia. Siempre viví a fondo el día a día y no sentí ambiciones de otro calibre». Nacido en Bao, entre el verde absoluto de San Antolín de Ibias, Jesús dejó su Asturias con su familia y se afincó en León cuando contaba seis años. El paso por los Agustinos y por la Escuela de Magisterio cimentaron su personalidad como docente recalando finalmente en la Educación Física en unos momentos en los que el profesorado era escaso en la mayor parte de las disciplinas.  «Comencé en Puente Castro, en la que se llamaba sección filial Javier, dependiente de los Jesuitas, y que dirigía por entonces Alfredo Marcos Oteruelo. También estuve en la escuela-hogar de Armunia y luego¿ al Bierzo». Cuestiones familiares forzaron el traslado a Ponferrada y, al poco, se convirtió en profesor de Educación Física en el Instituto Gil y Carrasco donde ha trabajado 30 años. «El que hoy es Virgen de la Encina era escuela de formación profesional y allí aprendieron el oficio, y muy bien, muchos alumnos.  En un principio la gente que daba clase no eran profesionales de la enseñanza sino gente de su oficio: mecánicos, electricistas... Se les preparaba un poco para enseñar y daba resultado. Incluso ellos mismos se encargaban de seleccionar después a los mejores para colocarlos en talleres y empresas». Las palabras de Jesús arrastran un punto de nostalgia y de desesperanza al constatar que la política educativa, mucha veces cegata, no ha sido capaz de poner al día y sacar más partido de experiencias que fueron muy positivas. -¿Ha cambiado mucho la forma de enseñar la Educación Física desde que usted comenzó hasta ahora? - Desde luego. En un principio se trataba de tenerlos entretenidos una hora y después, cada profesor, hacía lo que podía. De hecho dependía de los gustos de cada profesor el que se practicara un deporte más que otro. Eso sí, el fútbol era el recurso de casi todos; sacabas un balón y todos a darle patadas. Ahora se ha reforzado mucho esta asignatura. Y a los que veníamos de atrás, cuando se crearon los institutos de educación física, nos fueron homologando mediante una serie de cursos. Pero ya antes, cada uno se pre ocupaba de asistir a cursos y seminarios. Yo, con 20 años, era entrenador de baloncesto, balonmano y voleibol. También fui uno de los fundadores de la Federación de Jockey y fui árbitro nacional llegando incluso a pitar en un campeonato europeo. En Puente Castro había un equipo muy bueno. -¿Sigue el deporte leonés? -Sobre todo el baloncesto. Cuando juega aquí me cojo un taxi y al pabellón. Veo el partido, cojo otro taxi y me vuelvo a la residencia. Voy y vengo en taxi porque tengo problemas de vi sión en un ojo y no es cuestión de ir andando a esas horas. De esta forma mantengo la ilusión y estoy entretenido. Como soy bastante conocido en estos ambientes, me invitan a muchos  partidos, y me gusta coincidir con gente que a lo mejor hace tiempo que no veía». -Seguro que ha tenido algún alumno que luego ha destacado en los deportes... -El que más, desde luego, Colomán Trabado. Empezó a hacer campo a través con nosotros. Allí lo ganaba todo y cuando fue a Madrid enseguida se dieron cuenta de sus condiciones y lo fueron reconduciendo, primero a 800 metros y luego a los 400 metros.  Siempre próximo a los jóvenes, Jesús cree tener algunas claves que explican el nacimiento de fenómenos que a la sociedad se les han ido últimamente de las manos como el del «botellón»: «Aquellos primeros botellones creo que tenían que ver con el hecho de que las pocas salas de fiesta que había tenían poca capacidad y, por comodidad, y salían a la calle con el vaso en la mano.  Tampoco hay que olvidar lo que supuso el cambio de los institutos en los que chicos y chicas estudiaban separados a los institutos mixtos. Aquello creó algunos traumas.  Comenzaron las pandillas y a hacerse como una vida aparte de la familia: «por la mañana tengo que convivir con mi familia pero por la noche es mi vida».  Y a eso podemos sumar las situaciones familiares conflictivas, que abundaban en el Bierzo. Los chicos veían a los padres los fines de semana y cuando los veían era cuando llegaban a echarse a dormir porque llegaban cansados de la mina. Y, a veces, se los encontraban dándole una paliza a la madre¿». - ¿Qué opina de este otro fenómeno del acoso o violencia escolar que llena últimamente tantas páginas? -En los años 60 era el ordeno y mando, todo era rigidez y no sólo en la escuela¿ Pero ahora creo que este  problema se ha desmadrado porque se ha dejado una excesiva libertad a los alumnos. Siempre hubo peleas pero no se trataba de ensañarse con un compañero sin razón alguna. Se pegaban porque el día anterior el otro le había dato una patada o por cualquier tontería. Creo que el caldo de cultivo de los problemas de hoy está en que los propios centros se ha ido inhibiendo de unos pequeños conflictos a los que no llegabas ni te dejaban llegar. -¿Usted vivió alguna situación extrema con los alumnos? - Siempre hay problemas. Una día un chico que era bastante conflictivo estaba hablando con su pandillita en un rincón de la clase y le oí diciendo... «al Chus este un día de estos le doy unas hostias...». Le llamé, me quité las gafas, y le dije: «ven aquí; ¿eso que me ibas a dar, por qué no me lo das ahora? A mí me echarán pero tú vas a ir bien...». Se quedó como muerto. Fui a la dirección comenté el caso y le dije que no quería ver a ese chico más en clase, pero no saqué nada en limpio... El propio padre reconoció que no hacía vida de él y le recomendé que le llevase a trabajar en el verano a unas obras. Surtió efecto, volvió a estudiar y acabó el curso. Insiste Jesús en que los males de hoy están anclados en los errores de antes. «La ley de Villar Palasí fue la más tonta que he conocido. Todos los derechos los tenían los alumnos; no se podía ni tocarlos. Y con la ESO llegó el desmadre padre. Llega un momento en que esa dejadez de las propias autoridades educativas conduce a que el propio alumnado se vaya apoderando de un centro; es el que manda y se permite el lujo de insultar al profesor. El profesorado está indefenso. -Y del ejercicio de la política, ¿qué opina? - Entiendo la política como la capacidad de llevar a los demás una determinada concepción de la vida y de la sociedad siempre con el fin esencial de mejorar la vida de los ciudadanos. Pero lo que se pretende ahora es pretende prosperar al máximo dentro de esa vida política. Y prosperar quiere decir apartar del camino a mucha gente. Jesús está soltero pero se casó con la enseñanza; ese fue y es su mundo. A sus 70 años, sigue sin quitarse el chándal mientras pasa los días en el Centro Buendía que el grupo Care posee en Eras de Renueva. -¿Qué le dice la palabra soledad? -Aquí en la residencia somos 80 personas, una gran familia, pero hay momentos en los que es cierto que te atenaza ese sentimiento. Sobre todo cuando ves que llegan las visitas y ese día nadie viene a verte... Al menos eso se compensa con el disfrute de los demás; les miras y ese brillo en los ojos te reconforta y gratifica.

tracking