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«La disciplina no basta para recuperar la autoridad»

María José Díaz-Aguado | Catedrática de Psicología Evolutiva de la Universidad Complutense de Madrid defiende un modelo cooperativo para «poner a la escuela en pie» y que exige dotarla con más medios humanos y técnicos

SANTI BURGOS-EL PAÍS

Publicado por
ANA GAITERO | texto
León

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Del acoso escolar a la cooperación en las aulas -¿Se puede evitar el acoso escolar? A veces cuando se producen casos da la sensación de que es algo incontrolable. -Para entender por qué surge el acoso escolar y cómo podemos erradicarlo, por lo tanto proteger, es necesario tener en cuenta los resultados que se han obtenido de las investigaciones sobre las condiciones de riesgo que incrementan su probabilidad y las condiciones de protección. Entre las primeras, justificar la violencia e identificarse con el modelo dominio-sumisión y la falta de protagonismo académico positivo en la escuela se unen casi siempre a un problema de falta de límites en la familia. Las condiciones de protección son contar con adultos disponibles y atentos, mecanismos de detección, habilidades sociales para pedir ayuda y detener el acoso en sus primeras fases, aprendizaje de habilidades alternativas de resolución de conflictos y métodos de trabajo cooperativo que fomentan la cohesión del grupo. Hay que cuidar que ningún niño esté aislado y repartir el protagonismo para disminuir el riesgo de que algunos niños quieran obtenerlo acosando a otros. Es un gravísimo error dar la sensación de que es un problema incontrolable. La alarma tiene que contribuir a la toma de conciencia colectiva para que inmediatamente pongamos en marcha acciones -En el caso de la agresión a una menor en Ponferrada, la administración parecía más interesada en decir que la agresión no ocurrió en el recinto escolar ¿Es una postura correcta? -No conozco detalles de esta situación concreta pero, en general, las administraciones educativas -central y comunidades autónomas- están poniendo en marcha acciones que van en la dirección adecuada. Dicho esto, hay que tener en cuenta otro problema: los medios de comunicación, que están teniendo un papel importantísimo en la toma de conciencia colectiva, hacen que las manifestaciones más extremas de la violencia -que son casos reales, muy alarmantes y a los que hay que prestar atención- adquieran una visibilidad sin precedentes. Esto hace que la representación del problema global esté muy influida por estos casos extremos y pudiera existir el riesgo de que transmitan una visión distorsionada de la escuela. De ninguna manera quiero minimizarlos, pero sí quiero alertar de que son casos muy extremos. -Quizá los mensajes que hay que lanzar, no sólo por los medios de comunicación, sea otro. -Por parte de todos. Suele ocurrir que cuando una persona sufre la violencia y, con toda la legitimidad, pide ayuda, generalmente por falta de contextos y habilidades adecuadas, puede expresar la protesta de manera que quien tiene que recibirla y ayudar a resolver el problema se siente amenazado y concentra su energía en la reacción a esa amenaza. Entonces, en lugar de resolver un problema compartido se inicia una escalada en la que cada uno se sitúa a la defensiva, que dificulta la solución. Se trata de cambiar esta estrategia tradicional por una estrategia integradora de resolución de conflictos donde cada agente asuma su responsabilidad y coopere. Se llama técnicamente estrategia integradora: «Yo gano, tú ganas». -¿Es posible aplicar los métodos de mediación cuando ya ha habido una agresión y una víctima clara? -Se están poniendo en marcha contextos y recursos de mediación de personas especializadas que hablen por separado con las dos partes para que solamente se encuentren cuando ya sea posible un acuerdo y una comprensión recíproca que evite una escalada negativa de ponerse a la defensiva. Hay expertos que cuestiona la mediación en casos de violencia porque se entiende que el mediador adopta una postura equidistante y cuando hay violencia no hay equidistancia. Pero creo que podemos emplear toda la metodología de mediación teniendo en cuenta la necesidad de restablecer el equilibrio apoyando a la víctima. -¿Es suficiente que la escuela se declare no racista y no sexista para evitar la violencia? -No, porque estos comportamientos de racismo o sexismo están profundamente arraigados en la sociedad. El sexismo suele ser invisible porque está por todas partes (lenguaje sexista, libros de texto, publicidad, películas) se convierte en una segunda piel. Por eso hay que enseñar a detectarlo y a contrarrestarlo. Hay que sensibilizar sobre lo que sucede con el lenguaje: por qué el masculino coincide con el universal, pero el femenino no o que muchas niñas se excluyen de lo que está expresado en masculino. La escuela tiene que ser muy activa y practicar la coeducación para que niños y niñas, desde un estatus de igualdad, construyan el respeto mutuo y entiendan la diversidad, que de ninguna manera puede dar lugar al modelo dominio-sumisión y muchísimo menos a su expresión en violencia de género o de acoso racista o sexista. Los niños acosadores con frecuencia eligen a víctimas que encuentran indefensas y reproducen el racismo, el sexismo y la xenofobia, de ese modelo dominio-sumisión. -Propone un modelo cooperativo. ¿Por qué y en qué consiste? - Las estructuras de las aulas con los métodos tradicionales se basan en que el profesor explica, evalúa ejercicios, exámenes y el trabajo individual del alumno. En este contexto, creen que ayudar a los demás en tareas académicas o pedir ayuda es hacer trampa y el éxito de los demás se ve incompatible con el propio. Esta estructura de interdependencia negativa entre el éxito propio y el de los demás hace que algunos alumnos desalienten el aprendizaje de sus compañeros y les digan «no seas empollón» y cosas así. Y hace que algunos alumnos que tienen buen rendimiento sean elegidos como víctimas de acoso. Que haya alumnos sin ningún protagonismo académico incrementa el riesgo de que se vuelvan acosadores y pongan en marcha conductas disruptivas que impiden al profesor dar clase. Con el método tradicional es muy difícil erradicar estos problemas. El método cooperativo no sustituye la explicación del profesor ni el trabajo individual, los complementa y enriquece. Los alumnos pasan a verse como aliados en el trabajo del equipo,y el profesor se convierte en un experto entre expertos que ayuda a conseguir objetivos académicos. Se cohesiona mucho el grupo y el profesor gana autoridad de referencia. Disminuyen los comportamientos de los alumnos que entran en una conducta desafiante para demostrar que tienen más poder. -¿El profesorado está preparado para asumir esta metodología? -Es una metodología sofisticada que requiere una formación adecuada. Los profesores no han sido preparados en ella, pero deben y pueden prepararse. Aprender esta metodología no cuesta más que aprender a dar clases magistrales, pero tienen que dotarse de contextos para aprenderla. Lo ideal son proyectos cooperativos donde grupos de profesores planifiquen proyectos académicos de centro para incorporar estas nuevas metodologías, que son una solución muy importante para cambiar las cosas. -¿Significa este modelo la renuncia a las medidas disciplinarias? -No, desde luego cuando incurren en conductas graves tiene que haber una medida disciplinaria que diga que la escuela no tolera la violencia, ni las transgresiones graves a las normas de convivencia inspiradas en los valores democráticos donde entra también el la autoridad. Pero, además de esta medida disciplinaria, hay que construir las relaciones con los profesores de otra manera. Es muy difícil que sólo con castigos esto pueda erradicarse. -¿Por qué el profesorado ha de implicarse en la prevención de la violencia? -Hay que poner en marcha innovaciones para mejorar la convivencia cotidiana en las aulas, no sólo para mejorar las relaciones entre compañeros, también para insertar la relación profesor-alumno en un contexto diferente. Los profesores tienen que recuperar autoridad, por supuesto, y no sólo la posibilidad de poner en marcha medidas disciplinarias. La autoridad significa que el profesor tiene que ser percibido como un aliado para conseguir objetivos que el alumno desea, por ejemplo, sacar buenas notas o ser protagonista de episodios positivos en la clase; ser visto como un experto entre expertos, con conocimientos que los alumnos valoran; ser admitido como un mediador de conflictos y, por último, ser percibido como alguien que tiene valores con los que los alumnos se identifican y lo utilicen como referencia. -Esto es una revolución para la escuela. ¿Se llevará a cabo? -La forma de definir el papel del profesor, el alumno y el compañero cambia con este método. Antes nos transmitían que teníamos que obedecer incondicionalmente la autoridad del profesor, sólo porque era el profesor. Hoy, los adolescentes sitúan el valor de la obediencia entre los últimos y si la única razón para poder manejar las clases es el reconocimiento del valor de obediencia, es muy difícil llegar a todos los alumnos. No hay que descartar esto, pero sí que hay que reforzarlo con otras formas más eficaces y generalizadas de ejercer la autoridad. -¿Guarda relación su propuesta con la renovación pedagógica de principios del siglo XX? -Es una relación muy fuerte. La diferencia es que hoy tenemos una evidencia empírica mucho más sólida, de la que ellos carecían, pero tenían las ideas básicas. Entonces, la escuela tradicional todavía era sostenible y convertirla en un lugar ideal para construir una convivencia basada en la cooperación, en lugar de la confrontación, parecía un lujo. Hoy empieza a ser visto como imprescindible y necesario para la supervivencia de la escuela. -¿Quita la razón a esa parte del profesorado que cree que los conflictos no pertenecen a la escuela? -Tienen una parte de razón muy importante. La escuela tradicional estaba más aislada del resto de la sociedad, más protegida de los problemas que había fuera.Hoy, los problemas que hay fuera llegan mucho más a la escuela y a la familia; los niños están menos protegidos de la violencia y la crueldad como consecuencia de las nuevas tecnologías, de la nueva televisión. La escuela y la sociedad tienen que crear nuevas barreras que sigan protegiendo a los niños y construyan una escuela protegida de la crueldad y la violencia, por supuesto, pero al mismo tiempo han de generar actividades educativas que ayuden a contrarrestar esa influencia cuando es destructiva. Por ejemplo, respecto a la influencia negativa de determinados programas de televisión, habrá que eliminar esos programas e impedir que los niños los vean. Pero lo que la escuela debe hacer también es enseñar a los niños a criticar la televisión en colaboración con la familia. La alfabetización audiovisual y para las nuevas tecnologías tiene que conseguir que los niños puedan ser más críticos con ellas y al mismo tiempo puedan aprovechar las oportunidades que ofrecen. La escuela tiene que contar con mucha más colaboración del resto de la sociedad porque le corresponde un papel importantísimo en la adaptación de la educación al siglo XXI. Para ello hay que dotarla de medios suficientes que ahora no tiene. -¿Los políticos apoyan este proceso? -Los políticos tienen que poner esos medios y creo que lo están entendiendo. Pero a la escuela le toca definir con precisión esos medios. Cuando digo medios, digo la oportunidad de que los profesores puedan recuperar la confianza en que su trabajo merece la pena y es importante; tener la oportunidad de vincularse a proyectos ; tiempo para pensar, para reflexionar, para compartir, para cooperar con otros profesores; profesionales que puedan llegar donde ellos no lleguen, desde psicólogos a mediadores culturales. Estos medios son recursos económicos, pero son mucho más que recursos económicos. -Uno de los problemas más graves que visibiliza el profesorado es el alto índice de bajas por estrés o depresión. -Al llegar a clase se enfrentan a unas dificultades que no pueden resolver con las habilidades y recursos de que disponen. Necesitan vincularse a proyectos para poner en marcha otras actividades, otras soluciones, muy coordinado con otra persona porque el aprendizaje cooperativo exige una enseñanza cooperativa. Eso es lo que hay que pedir a la admistración que facilite. Algunos profesores nos han dicho que esto es poner a la escuela de pie. Ayudar a fortalecer la escuela para desempeñar el papel tan importante y complejo que la sociedad espera de ella. No basta con haber tomado conciencia, el profesorado tiene que disponer de medios. Es tan erróneo error pensar que pueden hacer cosas imposibles con los medios que se les da como si tuvieran una varita mágica, como infravalorar su capacidad. -Se achaca a las familias una gran responsabilidad en los problemas que se producen en la escuela ¿Cuál es su papel? -La familia también está desconcertada frente al cambio. Está fallando en la enseñanza de los límites y en haber sustituido el autoritarismo por una permisividad excesiva. De hecho, las encuestas reflejan que el 40% de las familias con hijos adolescentes tienen dificultades para enseñar a respetar límites. Está muy bien erradicar el autoritarismo, pero se tiene que sustituir con una disciplina coherente con los valores de la democracia, que debe coordinar deberes y derechos con eficacia. Para ello hacen falta habilidades, tiempo y serenidad, que a veces las familias actuales no tienen. Es muy difícil resolver el problema si la familia no entiende que sus hijos tienen un problema y se pone a cooperar con la escuela en la solución. A veces, cuando la escuela le dice a la familia que hay un problema, esta se enfada y culpa a la escuela. Hay que generar, también con las familias, estos contextos inteligentes, cooperativos, de solución de un problema compartido. El conjunto de la sociedad y la familia de manera especial deberían de cooperar con los profesores para adaptarse a esta nueva situación porque si los adolescentes ven a los adultos divididos y en confrontación va a ser más difícil que respeten los límites. -¿Qué le sugiere la siguiente afirmación hecha por una adolescente víctima de acoso escolar: «Tengo mucho rencor y mucho miedo»? -El rencor es una expresión más suave del odio y el miedo son respuestas emocionales muy frecuentes entre cualquier víctima de violencia. Además suelen sufrir un sentimiento de indefensión y de impotencia. Esto refleja que cuando una persona ha sido víctima de la violencia tiene que tener la oportunidad de «curarse» del daño emocional. Tiene que poder expresar lo que siente en un contexto protegido con la ayuda de psicólogos, educadores y personas que sepan proporcionársela para que exprese sus emociones y construya una explicación de lo que ha pasado, que le ayude a adaptarse y a curarse del rencor, del miedo y del sentimiento de impotencia. Por eso es muy importante que el conjunto del sistema contribuya a esta ayuda a la víctima poniendo las cosas en su sitio: dejando muy claro que la víctima no es culpable, que el culpable es el agresor y que el sistema apoya a la víctima y va a hacer todo lo posible para que la violencia no se repita. -Con los agresores, aparte de las medidas disciplinarias. ¿Hay que hacer algo más? -También hay que hacer un tratamiento para que estos agresores generen cuatro cambios. El castigo varias funciones: la primera, transmitir que la comunidad educativa no tolera la violencia, que se ha transgredido algo muy grave; porque, si no sucede nada, el contrato implícito de que la violencia no es aceptable, se debilita y la impunidad puede incrementar más violencia; la segunda es una función reparadora para la víctima. Hay muchas víctimas que expresan que en ese momento se empiezan a poder curar, porque la comunidad ha dejado muy claro que no son culpables, que son las víctimas. En tercer lugar, el castigo debe tener un efecto educativo con el castigado. Debe lograr que los agresores se pongan en el lugar de las víctimas y entiendan que está mal lo que han hecho, que se arrepientan y un cambio de comportamiento. Esto se trabaja muy bien con los castigos en los que se obliga a hacer trabajos para la comunidad. El último paso es ayudar a que el castigado descubra y tome conciencia de lo que ha hecho y por qué y desarrolle una alternativa. Por ejemplo, si lo ha hecho para sentirse importante, para ejercer el poder, que desarrolle una alternativa constructiva para ejercer el poder y sentirse importante sin dañar a nadie, ayundando a otro.