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Verdades y mentiras del polígrafo

Hace poco, Pocholo reventó la máquina de la verdad en un programa de televisión y su dueño abandonó el plató furioso. Este sensor para descubrir mentirosos gana popularidad en España, donde es rechazado por jueces y científicos. Muchos psicólog

Publicado por
E. VÁZQUEZ PITA | texto
León

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ntes se pilla a un mentiroso que a un cojo. Uno de los instrumentos más populares para desenmascarar a los embusteros fue, desde 1917, el polígrafo. Muchos intentaron burlar esos sensores conectados a la piel que detectan los cambios bruscos de presión sanguínea cuando el sujeto responde a una pregunta. Si miente, las agujas de tinta del aparato dibujan una gráfica más irregular que cuando cuando dice su nombre o su lugar de nacimiento. Este mecanismo quedó desprestigiado en el ámbito científico cuando algunos mentirosos profesionales consiguieron controlar sus nervios y engañar a la máquina de la verdad. No obstante, el invento triunfó en muchos países, como Portugal o Estados Unidos, cuyos jueces aceptaron sus resultados como valor probatorio ante un tribunal. Imagínese ese aparato aplicado a un alcalde: «¿Recalificó usted esos terrenos a cambio de comisiones del promotor inmobiliario?». Pero eso no será posible en España, donde la ley rechaza las confesiones de la máquina de la verdad. La popularización ha llegado de la mano de los programas de televisión, justo cuando el polígrafo vive sus horas más bajas y se ha convertido en un aparato obsoleto que no querría ni regalado el policía forense Grissom de la serie CSI Las Vegas. Pero el aparato todavía vale para interrogar a los famosos del papel cuché , que ya no se sonrojan por nada. Algunos aceptan responder ante millones de espectadores a preguntas tan embarazosas como «¿Le has sido infiel a tu última novia?», «¿Sufriste problemas de anorexia después de la ruptura?» o «¿Fuiste a una cura de desintoxicación?». El sujeto contesta y, tras unos segundos de suspense, el experto examina los datos: «Sí, la gráfica demuestra que ha dicho la verdad». El público respira tranquilo. Sin valor probatorio El bum surgió en torno al 2003. En ese momento, en España había dos empresas que comercializaban el polígrafo en Internet. En una decían: «Un jefe de compras nos retó y dijo que el engañaría a la máquina. No era cosa de desenmascarar su vida privada y le propusimos la prueba del dominó: debía ocultarnos el número de su ficha. Tras varias preguntas, había un valor que sobresalía en la gráfica, el 6/6. Lo habíamos pillado así de fácil». ¿A quién se puede vender un polígrafo en España? A las agencias de detectives o a empresas de trabajo temporal. ¿Por qué una ETT iba a estar interesada en seleccionar personal con esta técnica? Porque, ante la urgencia, quieren evitar que su candidato a un puesto ejecutivo sea un fantasma que exagere sus méritos. Ningún vendemotos es lo bastante habilidoso como para engañar a la máquina. No obstante, muchas firmas niegan usarlo. Un detective comenta: «Sé que había un aparato en Barcelona y otro en Madrid, pero ahora se lo han cedido a una televisión». Uno de los expertos se ha convertido en una estrella mediática que ahora sólo concede entrevistas a través de su gabinete de prensa. Ni siquiera la policía lo usa. Las brigadas de Policía Científica de las comisarías gallegas confirman que no disponen del aparato electrónico. «En Galicia seguro que no lo hay y dudamos de que la policía disponga de alguno en toda España ya que la ley lo rechaza como prueba», señalan fuentes de la Jefatura Superior de Policía de A Coruña. Por ello, en la tele siempre sale algún experto con acento extranjero. Aquí, pocos saben usarlo. Y quienes conocen sus entresijos están ocupados en sus laboratorios. Es en el mundo científico donde más suspicacias despierta el polígrafo. Los investigadores recurren a estos aparatos desde hace años para realizar pruebas de fisiología o psicología básica. Ahora el campo de investigación se ha trasladado a la neurociencia, donde el polígrafo de plumilla de tinta se ha convertido en un instrumento técnico propio de la era de los dinosaurios. En el siglo XXI, las gráficas que dibuja la máquina de la verdad son como las de una impresora matricial comparadas con las de una láser. La directora del departamento de Psicología de la Universidade de A Coruña, Alicia Risso, relega el polígrafo a los programas televisivos. Hoy en día, los psicólogos usan unas máquinas digitales destinadas principalmente a la investigación básica en neurociencia. Es decir, que los conocimientos que se obtengan no son para ningún fin en particular. Sólo se trata de hacer ciencia pura, todo lo contrario que el uso práctico que inspiró al polígrafo. Estos equipos científicos, cuyo principio sería el mismo que el de las máquinas de la verdad, disponen de unos electrodos que se conectan al cuerpo del voluntario. En las pruebas, el aparato registra los electrocardiogramas o la tensión de la piel. «Otra cosa es quién y cómo se interpreten los resultados y cómo se relacionen entre ellos», dice Risso. Nuevos aparatos Como bien sabe cualquier investigador, hay mucho trabajo por delante antes de correlacionar dos variables distintas como puede ser la activación de un campo cerebral, un aumento de la tensión y una verdad o una mentira. Para llegar a alguna conclusión, la ciencia tardaría meses en hallar una correlación y determinar que el sujeto interrogado mentía. El analista del polígrafo examina esas probabilidades en segundos. El golpe final al polígrafo ha llegado, no podía ser menos, de un laboratorio de neurociencia. Las pistas sobre la verdad y la mentira apuntan hacia la actividad cerebral. Si un estafador era capaz de mostrarse tranquilo y controlar su transpiración en la piel y la presión sanguínea mientras hablaba, quizás exista otro modo de detectar la mentira. Quizás allí donde se imagina y se altera la verdad. Las imágenes obtenidas mediante resonancia magnética muestran zonas del cerebro que se iluminan mientras una persona miente. Cuando alguien cuenta una trola, debe pensar cuál es la respuesta verdadera y su opuesta y programarse para contestar sin equivocarse. Obviamente, ese comportamiento es muy complejo y obliga a activar varias regiones del cerebro, lo que conlleva mayor flujo de oxígeno y sangre. Un equipo de investigadores de la Universidad de Temple, en Filadelfia, ha sido capaz de medir estas señales. ¿Es el ocaso del polígrafo?

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