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Carta de las Montañas: equilibrio entre protección y bienestar

La vulnerabilidad de las zonas altas, valiosa fuente de recursos naturales, se debe al crecimiento de la agricultura, los incendios, los desastres naturales, la contaminación, el cambio climático y las guerras

Publicado por
M. M. ALLER | texto
León

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Las montañas son esenciales para la vida del planeta porque, además de albergar al 10% de la población mundial, son fuentes de recursos tan valiosos como el agua, la energía, el alimento, la biodiversidad o el ocio. Su vulnerabilidad es cada vez mayor debido al crecimiento de la agricultura, los desastres naturales, los incendios forestales, el desarrollo de infraestructuras, la contaminación y las guerras. Detrás de esta alarmante situación se encuentran los efectos del cambio climático que están causando el deshielo de los glaciares y cambios en la biodiversidad. Las montañas españolas constituyen una reserva de paisajes, ecosistemas y hábitats característicos que encierran un rico patrimonio geológico, cultural e histórico, y que son el lugar de residencia y el medio de vida de muchas personas. Por este motivo se trabaja a nivel estatal en el borrador de la Carta Española de las Montañas, con el que se pretenden establecer los principios, directrices y recomendaciones para garantizar su protección, así como la equidad, el bienestar y el desarrollo equilibrado de sus habitantes, satisfaciendo, a la vez, las aspiraciones, intereses y expectativas recreativas, deportivas, éticas, científicas, intelectuales y vitales del conjunto de la sociedad. Proteger el patrimonio natural Según se recoge en el texto, las políticas de montaña deben satisfacer tres elementos clave: conservar el patrimonio natural y cultural, su puesta en valor, y la contraprestación equitativa para sus pobladores. Una vez conocidos y catalogados los bienes naturales se deben definir los objetivos y prioridades básicas para conservar los recursos. Para ello, habrá que integrar los objetivos individuales (conservación de recursos como el agua, el material y estructura geológica, el suelo, la calidad del aire o el material genético) en estrategias para sistemas amplios (protección de paisajes, cumbres, bosques, cuencas) de acuerdo con los requisitos de ordenación del territorio. Además, se deberán rehabilitar los paisajes y hábitats degradados (canteras, vertederos, edificaciones e infraestructuras abandonadas), a los que se unirán programas de reforestación y recuperación de bosques, restauración de sotos y riberas o forestación de tierras agrícolas abandonadas. Asimismo, se actuará sobre la conservación de los tramos altos de los ríos y el control de la erosión, evitando infraestructuras, represamientos y canalizaciones injustificadas. Igualmente, deberá incentivarse la pequeña industria sostenible relacionada con la artesanía y la producción de calidad, recuperando oficios tradicionales y promocionando los alimentos y especialidades gastronómicas locales. Respecto al turismo, se pretende que sólo sea una parte de la multiactividad económica, a fin de evitar la sobrecarga sobre el territorio. Para minimizar el impacto que las infraestructuras turísticas y segundas residencias puedan ejercer sobre el paisaje y los recursos naturales, es fundamental establecer una planificación de calidad basada en la autolimitación racional, la ordenación del suelo, el control de la especulación, la armonización arquitectónica de las nuevas construcciones con respecto a las tradicionales y evitar el consumo injustificado de suelo. Ante las desventajas naturales que impone la montaña a sus pobladores, deberán garantizarse los servicios de suministro eléctrico, depuración de aguas, gestión de residuos y pavimentación de las vías públicas; los servicios públicos básicos (sanidad, educación, transporte, entretenimiento y deporte), y los de apoyo social (guarderías, tercera edad, información y facilitación administrativa, redes viarias, transporte público y acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación).

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