Diario de León

Mano de monja en las cocinas de Dios

Las hermanas del Monasterio Santa Cruz de Sahagún abren las puertas de su obrador, donde elaboran los dulces con recetas tradicionales y productos naturales

NORBERTO

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CARMEN TAPIA | textos NORBERTO CABEZAS | fotos Al amanecer, y después del Laudis , las
León

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La ociosidad es enemiga del alma; por tanto ocúpense los hermanos a unas horas del trabajo manual y a otras de la lectura divina , les encomendó San Benito. Y manos a la obra. Amarguillos, polvorones, pastas, yemas y mazapanes salen de las manos de las monjas mezclados con oración, meditación, rezos y cánticos de las hermanas que encuentran en la repostería un medio para su subsistencia. «Nos parece un medio muy bueno para nuestra vida porque no nos interrumpe el ritmo de vida monacal, que es lo que más nos interesa a nosotras» El silencio es el aire que se respira en el Monasterio Santa Cruz de Sahagún. Sólo los pasos de los periodistas de este periódico rompen una de las normas de la congregación. A nuestro lado camina silente Sor María Anunciación. «Queremos mantener siempre un clima de silencio», dice casi susurrando, «cada hermana está ahora en su lugar de trabajo y no se oyen ruidos. Es lo que nosotras ofrecemos. Vienen de fuera, de muchos sitios, buscando tranquilidad, paz, comida sana y sencilla», dice mientras camina por unos pasillos impolutos. «Ahora entramos en la sala de empaquetado», anuncia. Tras la puerta, dos hermanas con bata blanca están a pleno rendimiento empaquetando los dulces. «¡Coged y probad!». Obedecemos porque pensamos que sería pecado rechazar la oferta de una monja. «Los tres dulces que más vendemos durante el año son amarguillos, hojaldres leoneses y pastas de té, pero ahora en estas fechas ofrecemos también polvorones, yemas y mazapanes». Sobre las mesas están las bandejas con los dulces. Una de las hermanas empaqueta una tanda de cajas con productos variados. «Estos no los vendemos, los estamos haciendo para regalar a los seminaristas de Oviedo, Astorga, Santander y León, que esta semana se van a reunir por Navidad. Ellos después siempre nos dan algún donativo», frena Sor Anunciación nuestra manifiesta intención de adquirir una de esa cajitas. «Nuestra especilidad son los amarguillos, nadie los hace como nosotras y tenemos un secreto...», que no se niegan a contar... Almendra marcona, azúcar y clara de huevo, y una máquina refinadora de chocolate que lleva en el convento «más de cincuenta años», dice Sor María Anunciación, que aclara que el nombre del dulce le viene porque lleva una pequeña porción de esencia de almendra amarga. «Nosotras pensamos que es mejor ofrecer productos de primera calidad, aunque tengamos que venderlos algo más caros». Concretamente a siete euros la caja, en la que caben medio kilo de bocados divinos. Pese a que los amarguillos van de boca en boca desde todos los lugares de la provincia, el primer dulce que salió de las manos de las monjas fue la mantecada, que preparan con esmeron en estas fechas, «no tiene ningún secreto especial para que esponje, todos los productos que utilizamos son naturales, por eso hay que consumirlos enseguida para que no se pongan duros». La repostería debe mucho a los monasterios. El incesante espíritu de superación de las congregaciones religiosas ha elevado la gastronomía monacal a los altares de las mejores recetas culinarias. Los monjes guardaron los manuscritos gastronómicos de las civilizaciones o sociedades que se derrumbaron, como los romanos. Repostería, textil y encuadernación son parte de las actividades que las hermanas han elegido para el mantenimiento de su congregación y su ocupación diaria. «El dinero que sacamos no nos da para hacer obras. Con lo que sacamos de las hermanas que están jubiladas y lo poquito que tenemos con los dulces, vamos subsistiendo». Pero las monjas no tienen datos de la cantidad de dulces que elaboran, ni los que venden, «las hermanas me dicen que regalo más de lo que vendemos», asegura. Para evitar descontroles, Sor María Anunciación asegura que este año que empieza va a llevar la contabilidad, «sobre todo para saber si ganamos o perdemos», dice. Los proveedores son de León y Palencia, «y los cartonajes, de Astorga». Lo que sí saben es que cuando se acaba la «tandada» de dulces, que suele dar para 25 cajas de medio kilo, les toca otra vez obrador . «Ayer vendimos todos los amarguillos, por eso hoy estamos haciendo más. Ahora en Navidad vendemos muchos, pero hay días que no viene nadie a comprar», dice esta monja que muestra en el torno otras posibles adquisiciones como libros, rosarios y variedad de motivos religiosos. «Algunos guías turísticos nos avisan cuando vienen los autocares, entonces nos metemos en el obrador y hacemos dulces, porque sabemos que al día siguiente van a venir y nos van a comprar». Las hermanas de la congregación de Sahagún destinan los recursos económicos que les deja la hospedería para emprender las obras necesarias en el convento. En junio pondrán a disposición de los peregrinos un albergue, «para los que busquen algo más en el Camino, porque para descansar ya está el del Ayuntamiento, que está muy bien». Para atender las necesidades espirituales de los peregrinos, las Hermanas Benedictinas abrirán al público cuatro habitaciones en las que los visitantes encontrarán silencio, tranquilidad y comida natural, además del reposo del alma, para lo que contarán con la conversación serena de las hermanas. Otras congregaciones Los monasterios de la provincia de León huelen a azúcar. Los canutillos de las Hermanas Benedictinas de San Pedro de las Dueñas - «que sólo hacemos cuando tenemos tiempo», dice la madre abadesa-; las pastas de las Franciscanas Clarisas Descalzas de León, - «para regalar a las personas que nos ayudan, porque somos muy pobres», comenta la madre superiora; las virutas de San José de la Congregación Cisterciense de San Bernardo, de Gradefes de Rueda- «pero no podemos hacernos cargo de muchas peticiones, hace cincuenta años que elaboramos los productos, pero ahora somos pocas y nuestra dedicación es la oración», afirman sor Almerinda; los 60 kilos de dulces caseros al mes, entre los que están los almendrados de las Hermanas Cistercienses de San Miguel de las Dueñas, - «preparamos los productos como cualquier ama de cas, de forma tradicional», dice la madre responsable del convento; los sequillos del Monasterio de La Anunciada, en Villafranca del Bierzo, y los amarguillos del Monasterio Santa Cruz, de Sahagún... una lista casi interminable donde las manos de las monjas ofrecen la perfección gracias a su espíritu de superación. |||| La congregación de las Hermanas Benedictinas del Monasterio de Santa Cruz de Sahagún lleva una década sin nuevas incorporaciones, «pero no sólo nosotras, es lo que está pasando en todos los conventos de España y de Europa». Sor María Anunciación tiene sus esperanzas puestas en las nuevas generaciones: «Les ofrecemos la paz que fuera parece que no hay. Ofrecemos el silencio, que fuera no encuentran. Pienso que éste es un medio bueno para que nos conozcan, enseñar lo que somos, lo que hacemos, de una manera sencilla. No podemos quejarnos, sin más, de que la gente no aprecia nuestra vida. Ofrecemos con sencillez lo que vivimos. Muchas veces no se ama porque no se conocen las cosas». Todas las monjas Benedictinas de España tienen clausura constitucional, no papal. «El tipo de clausura la decidimos nosotras. Nos gusta más definirnos como monjas de vida contemplativa. San Benito no nos pensó detrás de una reja» - aclara Sor María Anunciación- «lo que quería es que tuviésemos un clima especial para la oración». Enseña las rejas que, hace años, servían de retiro para las hermanas de la congregación, «las mantenemos de adorno, porque antes sí se utilizaban. San Benito quería que estuviésemos separadas por la oración, no por rejas». La Hermana Abadesa abre las puertas de las dependencias públicas al objetivo de la cámara del periodista. Habitaciones de la hospedería, - «antes estaba abierta al público, pero ahora lo hemos restringido a casa de oración, no como antes, que la teníamos como un hotel» , cocina, capilla, sala de televisión - «lo que más vemos es Pueblo de Dios y la Liturgia, los domingos»-, las nuevas habitaciones para albergue de peregrinos que se abrirá al público en junio - «muchos de los que vienen, aunque no sean creyentes, buscan conversación con nosotras, que les escuchamos y luego rezamos por ellos»- y el patio interior - «no se oye ningún ruido, como podéis observar».

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