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Estos gánsteres son unos chapuzas

Una londinense de 26 años ha sido detenida por la policía al descubrirse que había contratado a tres gánsteres americanos para secuestrar al hijo de quien, supuestamente, le había robado 600.000 euros. Pero se equivocaron de niño. En realidad,

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IMANOL ALLENDE | texto
León

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D awn Fields no se lo pensó dos veces. Después de comprobar que sus plegarias a Dios no daban fruto, ideó la manera de recuperar el dinero que le pertenecía: contactar con la mafia de Brooklyn, en Nueva York, pagar los billetes de avión hasta Londres de tres matones y secuestrar al hijo de diez años del hombre que le había robado 600.000 euros. A cambio, como rescate, pidió 140.000 euros: nunca se le dieron bien las matemáticas en la escuela. Era un plan sencillo, pero tan burdamente trazado que Scotland Yard sólo tardó dos días en encontrar al niño, liberarlo y detener a todo el clan. Un juez ha condenado a Fields a quince años de cárcel. Fields, una joven negra de 26 años y madre de una niña de 2 años, vivía en Navy Street, Clapham, al suroeste de Londres, cuando conoció a su novio, el norteamericano Adonis Pérez, un delincuente que contaba con buenos contactos en las distintas mafias de Brooklyn y que hoy está en paradero desconocido, según el FBI. Los 600.000 euros que envió Pérez a su novia inglesa eran producto de un robo en su país y su propósito era blanquearlos en Europa. Sin embargo, el dinero desapareció en el trayecto hasta Londres. La joven, auspiciada por su novio, identificó al supuesto autor del robo, un joven de 23 años llamado Sheldon Stone. Fields realizó varias indagaciones y creyó, erróneamente, que esa persona convivía con una mujer y un niño en una casa de Walthamstow, al norte de Londres. Fue un grave error. ¿Pero había recibido Fields clases de cómo aumentar el instinto criminal que llevas dentro o de mejora de su instinto delictivo para triunfar en la vida? Además, tal y como demostró lo escrito en su diario, primero pidió que el Señor le guiara hasta el dinero, y cuando el camino espiritual no condujo a nada decidió recurrir al crimen organizado. Fields, que estaba convencida de que en aquella casa de estilo victoriano vivía el hombre que había robado a su Robin Hood, contactó con ciertos individuos de Brooklyn para que realizaran un trabajito en Londres a cambio de un suculento honorario. Se trataba de Gadell Gibbs y Damien Francis, ambos de 24 años, y Edwin Phillip de 22 años, tres gánsteres para los que la operación era su salto internacional en el mercado delictivo. Tras varias semanas rondando la vivienda, Fields ideó un plan. Se hizo con una chaqueta de cartero del Post Office, dos pistolas de aire comprimido imitando a dos Glock, un gancho de carnicería y rollos de cinta. La orden que les dio Fields era muy clara, o regresaban con el dinero o con el niño. El 16 de febrero amaneció soleado pero muy frío. El equipo de gánsteres aparcado en las inmediaciones de la vivienda de Walthamstow esperó hasta que la calle quedó vacía. A las once de la mañana en punto, Damien Francis llamó a la puerta de la vivienda. Jeriah Simpson, el hermanastro de Fields, se quedó esperando en el vehículo en el que se dieron más tarde a la fuga. Una mujer miró a través de las cortinas del salón y vio al cartero quien le dijo que traía una carta certificada. Cuando la mujer abrió la puerta, Francis y sus compañeros irrumpieron con fuerza en la vivienda. Ataron a la mujer y registraron la casa de arriba abajo sin encontrar, por supuesto, el dinero. La mujer, presa del pánico, preguntó qué es lo que querían. Los gánsteres repetían que «miles de dólares». Tras revolver la casa y no encontrar nada, en medio de la desesperación preguntaron a la madre si tenía el pasaporte en regla del niño, se cree que con la intención de intimidar aún más a la mujer que estaba muy nerviosa. Ella dijo que sí. Colocaron al niño un pasamontañas y se lo llevaron, según explicó el propio niño por vídeo conferencia durante el juicio en el Tribunal de Middlesex. «Me dijeron que le diera a mi madre un beso de despedida», dijo el niño al juez Simon Smith. Los gánsteres metieron al niño en los asientos traseros del vehículo y se dirigieron al piso que Fields había alquilado, a escasos varios cientos de metros de las oficinas centrales de New Scotland Yard en Londres, en concreto en Peabody Estate, en la zona de Victoria. Los gánsteres entretuvieron al niño con deuvedés de películas violentas como Scarface y Chopper. «Al principio no huí porque pensaba que me iban a disparar», indicó el niño. Era vigilado constantemente y alimentado a base de patatas fritas y hamburguesas de McDonald's. La mayor parte del tiempo lo pasaba en un cuarto de baño que estaba cerrado por fuera. La segunda mañana de cautiverio, sin embargo, el niño intentó huir. De puntillas y aprovechando el sueño de su guardián, llegó hasta la puerta del piso, pero el hombre puso fin a su intento de huida. Fields negociaba con la familia sobre el dinero que debían pagar por el secuestro. Pero pecó de inexperta. Las llamadas a la familia del niño las realizó desde su piso en Clapham. Una vez identificado el lugar de donde procedían las llamadas, los agentes de policía sólo tuvieron que seguir a Fields hasta el piso en Victoria para hallar el lugar donde tenían retenido al niño. Esa misma tarde Scotland Yard logró liberarlo. La policía británica ha investigado este año 41 casos de secuestro, la mayoría de criminales que pretenden recuperar deudas procedentes del narcotráfico. De forma paralela al aumento de este tipo de delitos se observa, además, una tendencia a la globalización, ya que se ha comprobado que las víctimas son originarias de más de treinta países diferentes.