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Rosendo Alonso: «Si no gastamosla inteligencia, ¿para qué laqueremos?»

«Creo que sería lo que he sido: trabajo, familia... sí, quizá me hubiera gustado ser una cosa: policía secreto»

LUCÍA

Publicado por
VICENTE PUEYO | texto
León

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Labrador como su padre, aró bien la tierra y dejó simiente más que abundante: dieciséis hijos, de los que viven quince . Valdría con esta tarjeta lapidaria para dar por resuelto con holgura el compromiso de la vida, pero hay más, mucho más, detrás de este maragato rotundo, entreverado de berciano por parte de madre, que nos recibe en la Residencia Sanyres al filo de los 90 años. Su nombre es Rosendo Alonso Canseco y su currículo es tan abundoso que se pierde en parte en la hojarasca de la memoria: Labrador, falangista, alcalde de Castrillo de los Polvazares desde el 47 al 71, secretario de la Hermandad de Labradores de Castrillo y Astorga, tesorero de la Unión de Cooperativas del Campo, presidente de la Cooperativa Comarcal de Astorga, cartero rural, socio fundador de la Caja Rural Provincial, gerente de una empresa de construcción de postes, presidente de la junta vecinal de Valdeviejas... Valdeviejas, junto a Astorga, es su pueblo; la memoria viene envuelta en el denso aroma del trabajo y de la vida. «Cuando yo era presidente de la Hermandad, había en Valdeviejas 32 labradores; estos últimos años llegó a quedar uno solo y ahora no queda ninguno...». Mira al campo leonés de hoy y su radiografía, dura y realista, es la de una agricultura malherida que tiene poco que ver con aquellos cosechones: «Cogíamos mucho cereal y también mucha patata, hice mucho dinero con las patatas. Sabía sacarle rendimiento a la tierra, sembré tabaco y lo enviábamos a Gijón y, al mismo tiempo, era representante de Tabacalera. Teníamos algunas propiedades, éramos cinco hermanos pero todos se fueron muriendo pronto así que, al final, me quedé yo solo con mi padre que era muy trabajador. Teníamos cinco norias para sacar el agua y la conseguí llevar hasta otra finca grandota que estaba a un kilómetro de distancia y disponía de poca agua». -Dicen que el trabajo es salud... -«El trabajo es muy bueno para la vida. Lo que no tiene sentido es la vida tonta y sin trabajar. Si no gastamos nuestra inteligencia, ¿para qué la queremos? No entiendo a esos hombres que no aspiran a nada... Pero yo tampoco he trabajado tanto, simplemente le he sabido hacer; siempre tuve tiempo para ir a Astorga a jugar la partida y tomar un café». -Labrador, sí, pero ¿y lo demás? -«Lo demás... por ejemplo, la política. Metí muchos años en la política. Fui concejal y luego estuve veintitantos años de alcalde de Castrillo de los Polvazares». -¿Le dio muchos problemas la alcaldía? -«Pues no, porque mandaba. Conmigo no se jugaba, era alcalde de verdad y mandaba. Y nunca tuve problemas...». -Un alcalde de derechas... -«Desde luego, entonces no había partido ninguno, pero eso no significa que no haya sido progresista. Para mí lo principal era servir a todo el mundo como Dios manda y repartir las cosas lo mejor posible. Al que hay que darle se le da; y al que no, se le quita y a tomar por saco». -¿Qué opina del actual alcalde de León? -«Pues creo que es un buen rapaz. Tendrá sus defectillos porque ¿quién no los tiene?, pero es honrado a carta cabal, eso desde luego». -Más compromisos: ¿qué le parece Zapatero? -«La verdad, no me gusta nada... es que le falta personalidad, tiene una especie de... remordimiento. No es que tenga nada personal contra él, pero... Venga con su abuelo y con su abuelo, ¡todos tuvimos abuelos, hombre!». Desde luego que los tuvo Rosendo. En la memoria de la comarca queda su abuelo Jerónimo, el barbas , caminero y «encañador», una especie de sanador o curandero que ponía orden en brazos y piernas lisiados. Tiempos duros y un misterio: ¿cómo se puede sacar adelante a dieciséis hijos? Por lo que se ve también ellos sabían quién mandaba en casa... -«Muchos hijos sí... entonces no se ponía ningún cuidado, todo era natural. Me quedan once y todos vienen a verme. Son tiene chicos y el resto chicas. Son buenos. Creo que están bien educados. ¿Que cómo se consigue...? pues el caso es que se puede hacer, no sé si será un milagro pero ahí están». -Qué pena ver morir a los hijos ¿verdad? -«¡Cagüen diez! ¡Y a los nietos...!. hace diez años, mecagüen la p..., se me mataron dos nietos en un accidente...». -¿La familia es lo más grande? -«Desde luego. Las dos mujeres que he tenido han sido maravillosas. Me casé en el 1940, cuando acabó la guerra, con Ludivina Rebaque; yo tenía 23 años y quedé viudo a los 17 meses de casarme. Dos años después de fallecer mi primera mujer me casé con una prima suya, Felicitas Rebaque, que además se parecía mucho a Ludivina. Y con ella he vivido 63 años hasta que murió en junio del 2004». -¿Cuesta trabajo ser fiel tanto tiempo? -Pues claro que no. Si piensas bobadas, pues te salen bobadas; si piensas honradamente pues la vida sale así». -¿Qué consejos les daría a los padres de hoy? -«Lo primero es el respeto. Que se hagan respetar ellos; sin abusar de los hijos, pero que se hagan respetar. Yo con los míos tengo una confianza total». -Ha citado antes la guerra y me dijo que había sido falangista... -«Estuve en los Picos de Europa, por Oseja de Sajambre, pero la mitad del tiempo, casi 18 meses, estuve en un sanatorio de Palencia para curar una tuberculosis fastidiada que había cogido allá arriba. Los que la pasamos, ahora decimos que estos... ¡payasos! no saben de lo que hablan, ni lo que es liarse unos contra otros». Cree Rosendo que no tiene sentido eso de andar hurgando en esas viejas heridas y que lo mejor es que sigan cerradas y bien cerradas. «Recuerdo una vez en mi pueblo que venía de ver a mi novia y alguien me tiró un tiro desde lejos que afortunadamente no me dio; fuimos a buscar a ver quién disparó pero nunca supe quién había sido. Lo mejor fue callar y se acabó. Yo tenía amigos que eran comunistas y yo era falangista y andábamos casi pegándonos pero, al terminar todo, no volvimos a preocuparnos de nada de aquello». -Pero, ¿y toda esa represión después de la guerra...? -«Eso sí que fue un sinsentido». -¿Cómo fue esa incursión suya en una empresa de postes? -«La verdad es que me encontré de gerente de esa empresa sin comerlo ni beberlo. Por entonces era Pepón el alcalde de Astorga y habían venido unos franceses buscando unas fincas para instalar una fábrica. Total que yo andaba por allí y les acompañé. Ese día anduvimos mirando algunos terrenos pero no encontramos lo que buscaban; pero al otro días les dije que yo tenía algunas fincas, se las enseñé y les gustaron. Total que nos pusimos de acuerdo se las vendí y después me ofrecieron que me quedara de gerente; era una fábrica para hacer postes para el teléfono, la luz, etcétera. Fíjate lo que yo sabía entonces de hacer postes. Total que me dejaron allí solo con todo el tinglado, me enviaron el proyecto de la fábrica y en medio año no volvieron, pero mientras tanto fuimos levantando la empresa. Pasado el tiempo lo dejé porque me ponía malo...» -¿De tanto lío? -«No, me ponía malo de amarillo, del polvillo que había por allí, y el caso es que yo no hacía nada...». -Muchas cosas ha sido usted. Supongo que habrá tenido también alguna afición, algún hobby... -«De hobbys, nada. Sólo jugar la partida, pero con café; ni bingos ni nada. Aquí en la residencia sí que tenemos bingo. Aquí he mejorado muchísimo. Me trajeron mis hijos y cuando llegué aquí estaba casi sin conocimiento, me habían operado y me hicieron unas canalladas... pero ahora estoy muy bien». -Se le ve a usted satisfecho del deber cumplido. No siempre es fácil llegar a estas alturas con esa sensación... -«He cumplido lo mejor posible; no digo que haya sido un santo pero estoy satisfecho. Lo he pasado bien, feliz. Nunca he sido ansioso de nada, he sido feliz con lo que he tenido; también he sido creyente y no me avergüenzo de decirlo». -¿Por qué se iba a avergonzar? -Claro... es que ahora no hay respeto, ni hay temor a nada. Eso no puede ser, hay que temer a algo ¿eh?. Pero siempre con respeto; el más amigo que tengo aquí no va a misa».