Diario de León

Tony Blair recurre a James Bond

British Aerospace Systems, empresa británica participada por el Estado, gastó 30 millones de euros en regalos y servicios sexuales a altos cargos del Ejército saudí

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IMANOL ALLENDE | texto
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S ir John Scarlett, uno de los máximos responsables de los James Bond británicos, se revolvió en el sillón de la dirección del MI6 -sección de los servicios de inteligencia del Reino Unido- y releyó un documento procedente de Downing Street. En él preguntaban si la larga investigación -se prolongó durante dos años- de la Serious Fraud Office (oficina anticorrupción) sobre el presunto acuerdo para una venta billonaria de armas a Arabia Saudí podría dañar la relación entre ambos países. El documento, redactado por el secretario del primer ministro británico, advertía de que Gran Bretaña podría perder un país aliado y confidente en el mundo árabe en su lucha contra el terrorismo islamista. Sir John perdió la mirada más allá del ventanal. La noche de diciembre cubría la ciudad. A su derecha, reflejadas en el Támesis, las luces de Westminster. Recordó los tiempos de oro del espionaje, cuando él fue pieza clave en la deserción del KGB del espía Oleg Gordievsky. ¿Y ahora qué?, ¿acaso su trabajo como C iba a consistir en tapar brotes de corrupción en su propio país? Porque el objeto de la pregunta hecha desde Downing Street era obvio: querían poner fin a una corruptela y a un escándalo que podían perjudicar gravemente a la compañía semiestatal British Aerospace Systems (BAE Systems) y al Gobierno saudí, por lo que la oficina del primer ministro instaba a que el MI6 se responsabilizara de la decisión que Blair ya había tomado. Tras meditar las consecuencias, Scarlett destruyó la misiva en la trituradora de papel. Y apenas 24 horas después, el Fiscal General del Estado, lord Goldsmith, cerraba la investigación. Casi nadie cree a Blair Ese mismo día, Tony Blair defendió la decisión del fiscal alegando que, según «las informaciones suministradas por los servicios de inteligencia -precisó-, continuar la investigación tendría un devastador efecto en las relaciones angloárabes». En otras palabras, el Reino Unido se quedaría sin un aliado en la lucha contra Al Qaida y resultaría dañada la seguridad del Estado. Los antecedentes del episodio se remontan a 1989, cuando Londres y Riad firmaron el acuerdo de Al Yamamah, por el que BAE Systems suministraría a los saudíes 72 aviones Eurofighter, varios buques y diverso material militar por un valor superior a los 80.000 millones de euros, tal como informó en su día el príncipe Bin Abdelaziz, heredero del trono y entonces ministro de Defensa saudí. Casi desde el primer día se habló de corrupción. No es de extrañar que los medios de comunicación británicos duden de los motivos alegados por Blair para suspender la investigación. Tanta es la desconfianza que el premier se ha visto obligado a defender nuevamente su medida, pero esta vez ha dicho que, si no hubiera tomado la decisión adoptada, Arabia Saudí habría anulado una nueva compra de armamento que incluía 72 aviones Typhoon, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo... Cada vez son menos los que creen a Blair. En la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha causado desazón la suspensión de las pesquisas, porque destruye la credibilidad de la convención de 1999 contra la corrupción firmada por 35 países, incluido el Reino Unido. The Guardian indagó en el asunto y afloraron datos acerca de la trama, cuyas salpicaduras alcanzan al presidente de BAE, sir Richard Evans. BAE ha endulzado las vidas de cierto número de militares saudíes, a los que pagó servicios sexuales -llegó a abonar 200.000 euros a una mujer para que satisficiera los caprichos de un miembro de la familia real saudí-; amén de proporcionarles coches deportivos, yates, veladas en los restaurantes más caros del mundo, entradas a las principales competiciones deportivas, visitas a casinos y cientos de regalos. En total: ¡30 millonesde euros!

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